"No existe ningún indicio sólido de la existencia de indicios de criminalidad". Con esta contundente frase el juez de instrucción número 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre, ha ordenado este viernes, el último día hábil antes de las vacaciones, el sobreseimiento provisional y el archivo de la pieza que instruía contra Josep Lluís Alay, director de la oficina del president en el exilio Carles Puigdemont. No hay, por tanto, trama rusa, como se ha venido sosteniendo imprudente y falsamente desde muchos medios de comunicación y también desde diferentes partidos políticos, incluidos cualificados dirigentes de Esquerra Republicana. Lo que sí hay es una gigantesca mentira propagada durante mucho tiempo que ha causado un enorme daño a Alay y un caso de lawfare que no admite discusión alguna.

Nadie resarcirá a Alay del enorme daño causado y de la persecución a la que ha estado sometido. No va en el cargo de jefe de la oficina del president Puigdemont estar durante tanto tiempo sometido a la difamación y a la persecución judicial y mediática. O, quizás sí, ja que contra Carles Puigdemont vale todo y un poco más que todo, seas su jefe de la oficina, su abogado, su amigo —¿qué no podría explicar Jami Matamala?— o su conocido. Casualidades de la vida: la mesa de diálogo de la que forman parte el PSOE y ERC se reúne en la Moncloa para hablar de desjudicializaciín y, al día siguiente, el TSJC lleva al Tribunal Constitucional la nueva ley sobre el catalán en la escuela. Y el juez Aguirre tiene que dar un paso atrás al quedarse sin causa.

Si la cruzada entre Junts y Esquerra ha tenido episodios desagradables, injustos y clamorosamente evitables, no ha sido el más reciente de Laura Borràs y su cese como presidenta del Parlament, sino el de Josep Lluís Alay, sobre el que han caído durante muchos meses todo tipo de acusaciones. Empezando por el presidente del grupo parlamentario de Esquerra en el Congreso de los Diputados, Gabriel Rufián, quien llegó a declarar después de que se publicaran vínculos falsos con Rusia que el entorno de Puigdemont se reunía con sátrapas rusos y que eran señoritos que se creían James Bond. No fue el único pero sí el más corrosivo y de eso no hace tanto tiempo, fue el pasado 15 de marzo. Sería bueno rectificar, porque la única película era la que estaba en la imaginación de unos cuantos.

Visto desde la distancia, uno podría pensar que bien está lo que bien acaba. Y no es así. Son demasiados los casos judiciales de persecución del independentismo catalán y el de Alay, por todas las ramificaciones que tiene, es especialmente grave. Se pretendía cazar a Alay para acercarse lo máximo posible a Puigdemont. Incluso, el fiscal Fernando Maldonado había calificado la investigación de prospectiva mientras la Audiencia de Barcelona avalaba la investigación del juez Aguirre. Demasiadas casualidades con un perjudicado inocente que ha llevado a sus espaldas una condena pública que era falsa y que debería hacernos reflexionar. Empezando por los jueces.