El Parlament de Catalunya ha aprobado este jueves, con los votos de Junts, Esquerra, los Comuns, la CUP y Aliança Catalana, una moción que insta al Govern a que reclame al ejecutivo de Pedro Sánchez el reconocimiento oficial de las selecciones deportivas catalanas y realizar las modificaciones normativas necesarias para hacer posible su participación en competiciones internacionales. El PSC se ha abstenido y PP y Vox han votado en contra. Ninguna novedad, por tanto, en el sector de los votos favorable, una abstención inteligente del PSC y en el 'no' los de siempre, PP y Vox. La iniciativa legislativa de la cámara catalana no es la primera que se aprueba en esta dirección, fundamentalmente porque los partidos que la avalan en el Parlament y la votan favorablemente se desentienden al día siguiente y gastan sus energías políticas y sus votos en otras cosas. Porque, ¿alguien duda de que si se hubieran puesto en las selecciones deportivas catalanas los esfuerzos que se han dedicado a otro tipo de cosas por parte de Junts, Esquerra y los Comuns el gobierno de Pedro Sánchez no hubiera movido ficha y el Congreso de los Diputados validado con sus votos lo que se hubiera acordado?

Pero lo que sucede es que folklorizar este tema en Catalunya y desistir de ganar la batalla en Madrid a veces son la misma cosa. Hace 27 años, el Consell Executiu de la Generalitat bajo la presidencia de Jordi Pujol aprobó un proyecto de ley de reforma de la Ley del Deporte de Catalunya, que permitía a las federaciones deportivas catalanas constituir selecciones propias y dotarse de autonomía para adherirse a los organismos internacionales. Casi tres décadas y estamos en el mismo sitio. De hecho, en el mismo sitio que desde el final de la Guerra Civil. La reivindicación del reconocimiento internacional de las selecciones deportivas catalanas ha sido una constante desde mediados los años 1990 y el debate ha estado en medio de interminables polémicas políticas y jurídicas, ya que una gran parte de los partidos políticos, clubes, federaciones, entidades sociales y medios de comunicación catalanes la han reivindicado, con el objetivo de poder participar en competiciones internacionales oficiales, siguiendo el ejemplo de naciones sin estado como Escocia o el País de Gales y como ya sucedió entre 1931 y 1936 durante el período de la Segunda República.

La iniciativa legislativa de la cámara catalana no es la primera que se aprueba en esta dirección, fundamentalmente porque los partidos que la avalan en el Parlament y la votan favorablemente se desentienden al día siguiente

A veces se ha estado más cerca y en otras muy lejos. Ha habido momentos en que ha habido más sensibilidad y en otros tan solo se ha dejado constancia de que este tema existía. En 1989, un pleno del Parlament catalán, a rebufo de los Juegos Olímpicos que dos años antes el Comité Olímpico Internacional (COI) había concedido a la ciudad de Barcelona, aprobó, con la única oposición del PP y el respaldo con matices del PSC entonces dirigido por Raimon Obiols, una proposición de ley para la creación de selecciones deportivas catalanas, que abría la vía a la participación de Catalunya con equipos propios en competiciones internacionales. Tenía detrás, una iniciativa legislativa popular que reunió más de 476.000 firmas para que las selecciones catalanas pudieran participar en competiciones internacionales. Aquel momento fue importante y años después, en 2004, desembocó aquel movimiento en lo que se conoce como el caso Fresno, en que una asamblea de la Federación Internacional de Patinaje echó atrás una aceptación provisional de la selección catalana de hockey sobre patines, que había sido aceptada provisionalmente, y que llegó a competir en el Mundial B, ganando el campeonato.

Aunque las decisiones acaban siendo de las federaciones internacionales, la política siempre ha sido el gran veto para resolver este tema. El temor, más bien el pánico, a una desintegración de las selecciones españolas si Catalunya y el País Vasco caminaban al margen de la española. Por eso, este melón deportivo siempre ha encontrado al otro lado el poder que lo ha neutralizado. Evidentemente, no tiene por qué seguir siendo así. Pero hay que llevar la batalla a otras mesas y con políticos con otras responsabilidades. ¿Si se ha podido aprobar una ley de Amnistía como no se va a poder resolver este tema? Se trata de situarlo entre las prioridades. Así de sencillo. Y si no, mientras tanto, que lo apruebe el Parlament y acabe siendo un desahogo de algo que gustaría que acabara sucediendo un día pero sin esfuerzo alguno. Y así, el tiempo va pasando.