Si Pedro Sánchez pensaba que el Comité Federal del PSOE le daría algo de oxígeno político y sería el inicio de una mínima recuperación política, es evidente que el presidente del Gobierno ha fracasado absolutamente. Si su objetivo era camuflarse entre el congreso del Partido Popular, encontrar poca oposición interna y presentar algunas medidas cosméticas, como su aparición rodeado de mujeres pretendiendo aplacar el malestar por grabaciones machistas que se han divulgado de dirigentes hasta hace poco tiempo del partido, ha cubierto el expediente. En cualquier caso, lo que queda es una mala explicación sobre los motivos por los que el capitán del barco se queda "para encarar el temporal", la admisión de errores sin asunción de responsabilidades y la prohibición de la prostitución.
Como cada dos por tres leemos que una persona que había sido dada por muerta, que incluso el médico había certificado su fallecimiento, ha llegado a resucitar en el mismo tanatorio, vale la pena ser prudentes. Pero el aspecto de los reunidos en la calle Ferraz no se diferenciaba mucho de las exequias de un ser querido, por más que el discurso político y la resiliencia del enfermo puedan dar apariencia de lo contrario. Dudo mucho que alguno de los dirigentes territoriales presentes haya vuelto a su lugar de residencia con una mínima esperanza. Más bien pienso que su intuición se acerca más a que en algún momento volverán a ser convocados porque habrá un nuevo escándalo, alguna nueva dimisión o algo incluso peor. Vamos, que ahora les toca vivir al día.
El ejemplo más real de esta montaña rusa en la que se encuentra el PSOE es el anuncio de la nueva dirección del partido
Quizás, el ejemplo más real de esta montaña rusa en la que se encuentra el PSOE es el anuncio de la nueva dirección del partido y la presencia en ella de Paco Salazar como miembro de esa secretaría coral de organización que han improvisado. Ese tal Salazar tenía entre sus responsabilidades la Coordinación Institucional de la Presidencia del Gobierno. Hoy era, por tanto, su día grande y era un estrecho colaborador de Sánchez. La ministra portavoz, Pilar Alegría, le defendía sobre las 9.30 de la mañana y aseguraba que ponía las manos en el fuego por él. No había pasado ni media hora, que se caía de la nueva dirección y se apartaba de sus cargos institucionales, acusado por varias mujeres de comportamientos inadecuados cuando era su jefe. Es evidente que no es una anécdota lo que ha sucedido con Salazar, sino que da una idea de la desintegración en que se encuentra sumida la organización política más importante de España o, al menos, de la izquierda española.
En este clima, el papel de Salvador Illa como lugarteniente de Sánchez es, cuando menos, llamativo. Es el único barón con autoridad política evidente como presidente de la Generalitat de Catalunya, y ello ofrece una perspectiva casi única del poder de un catalán en el PSOE desde el inicio de la transición. Superior, en estos momentos, al de Narcís Serra en los años 80 y 90, que llegó a vicepresidente del Gobierno con Felipe González y aquello no acabó muy bien. También más importante que el de Josep Borrell, que ganó unas primarias, pero nunca llegó a ser candidato en unas elecciones españolas y menos presidente. Aunque es natural de La Pobla de Segur, fue originariamente un producto político de la Federación Socialista de Madrid (FSM) y después acabó engrosándose en el PSC. El recibimiento de Illa a las puertas de Ferraz, al grito de "Salvador, Salvador", dista mucho de la entrada de Page, al que acogieron con gritos de traidor.
La metáfora empleada por Sánchez para justificar su permanencia de que el capitán se queda para capear el temporal es evidente que no es acertada y que es más propia de un político de secano. Aquí no ha habido un temporal, sino que si algo ha pasado es que muchos dirigentes, aún no sabemos cuántos, se han dedicado a reventar el casco del barco hasta que ha entrado agua por todos los agujeros y ha quedado a merced de las corrientes y el viento sin poder mantener el rumbo. Y eso, los que entienden de náutica, ya saben que no acaba bien.