Este miércoles se cumple el aniversario de la DANA que causó 229 muertos en el País Valencià y, sorprendentemente, su presidente, Carlos Mazón, continúa en el cargo. Con el tiempo, incluso su formación política, el Partido Popular, se ha ido desprendiendo de aquella vergüenza inicial que tenían sus dirigentes cuando supieron de la ausencia en aquellas horas trágicas de Mazón del puesto de mando y su famosa comida con una periodista en el restaurante El Ventorro. Sobre ese almuerzo se han dado tantas versiones que habrá que esperar a que en sede judicial se desentrañe la madeja de la actuación de un político irresponsable que, por vergüenza, hubiera tenido que apartarse del cargo o hubiera tenido que ser forzado a dimitir.

Nada de eso sucedió y hoy Mazón es un zombi político y las protestas de los valencianos sobre su gestión en aquellas horas se siguen sucediendo. Evidentemente, la oposición lo utiliza en beneficio propio, pero a la calle salen también muchos votantes ocasionales del Partido Popular avergonzados por la actuación de la Generalitat Valenciana. El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, optó por ponerse de perfil en vez de encarar el problema de frente y haberle hecho dimitir. No se trataba de entregar la cabeza que la calle pedía, sino de no ser insensible ante el dolor de tanta gente que habían quedado desprotegidos por el gobierno valenciano.

Hoy, Feijóo ya no está a tiempo de cesar a Mazón, pero su espíritu le persigue y sus expectativas electorales también caen, en beneficio de Vox y también del PSOE

Doce meses después y, en parte, fruto de aquella respuesta errática de Feijóo, el PSOE ha encontrado un filón en las negligencias de los gobiernos autonómicos del PP. Primero fue la mala gestión de los incendios en Castilla y León y Galicia del pasado mes de agosto y desde hace unas semanas con los fallos en los cribados de cáncer de mama en Andalucía, donde la Junta ha cifrado en 2.317 las mujeres afectadas. Este cúmulo de errores y de mala gestión de sus diferentes gobiernos autonómicos ha acabado afectando, como no podía ser de otra manera, las expectativas electorales del PP, ya que en política no hay nada peor que el hecho de que los errores cabalguen uno encima del otro. Hoy, Feijóo ya no está a tiempo de cesar a Mazón, pero su espíritu le persigue y sus expectativas electorales también caen, en beneficio de Vox y también del PSOE, que ha detenido su sangría por los casos de corrupción.

He pensado en todo ello al hilo de la reunión y de la decisión que este lunes tomará la dirección de Junts per Catalunya en Perpinyà sobre el futuro de la legislatura española. No tanto porque sean casos comparables, que obviamente no lo son, ni de mucho, sino por las secuelas que siempre deja la adopción de una decisión política importante, ya sea por efecto o por defecto. Una resolución que, dicho sea de paso, deberá ser sometida a la militancia del partido de Carles Puigdemont para su ratificación este martes, de acuerdo con lo que se ha ido explicando estos últimos días desde Junts.

Este domingo, Puigdemont reunió a la comisión permanente de su partido para conocer la posición de sus miembros antes de la trascendental ejecutiva. Todo ello, además, después de que el PSOE moviera el sábado incluso a Ione Belarra para abrir una vía de diálogo entre Podemos y Junts sobre la transferencia de competencias de inmigración. No se tradujo en avance alguno.