La salida de Tatxo Benet de la presidencia de Mediapro pone punto final a una historia de éxito. El grupo audiovisual catalán, fundado en 1994 y con sede en Barcelona, ha visto como en los últimos tiempos dejaban la compañía los tres fundadores de la misma: además de Benet, Jaume Roures se había marchado en 2023 y Gerard Romy anteriormente por problemas con la justicia norteamericana. La audacia de Roures y Benet trasformó Mediapro en una compañía global, de las más importantes del mundo en el sector audiovisual y con más de 6.000 empleados. La entrada de los accionistas chinos Orient Hontai, en 2018, que compraron el 56% de sus acciones por 900 millones de euros, marcó el preludio de este final. Aunque haya sido más o menos amistoso, es, sobre todo, una muy mala noticia para Catalunya.

Roures y Benet desoyeron siempre los cantos de sirena que, periódicamente, llegan desde el poder a cualquier empresario instalado fuera de Madrid. Crearon la sede en Barcelona, la mantuvieron y ejercían, siempre que podían, sin complejos de catalanes. Con esa mentalidad y cabezonería crearon un ecosistema audiovisual con sede y decisiones en Catalunya como si fueran dos visionarios dispuestos a desafiar el poder imperante y los flujos siempre atractivos del llamado Madrid. Su tenacidad tumbó más de un imperio de la época, y si no que se lo recuerden a aquella Prisa todopoderosa que comandaba Juan Luis Cebrián, el periodista que en un momento dado movía los hilos del poder socialista junto a Jesús Polanco sin que nadie se atreviera a toserle ni desde la distancia.

Es solo cuestión de tiempo que los propietarios chinos viren el imperio audiovisual hacia Madrid

Pues bien, lamentablemente esta etapa de Mediapro ya es historia. Es solo cuestión de tiempo que los propietarios chinos viren el imperio audiovisual hacia Madrid. Lo harán poco a poco, seguramente, o de golpe. Pero lo harán. Es cuestión de tiempo. Si no lo hacen los chinos de Orient Hontai, lo harán otros compradores que, sin duda, emergerán con más o menos rapidez al hilo del poder. Pero ya lo iremos viendo. Será difícil que la nueva Mediapro tenga un comportamiento tan significado a la hora de servir de buque insignia de todo el talento audiovisual existente en Catalunya y que ha actuado como motor de infinidad de proyectos desde Barcelona que difícilmente se hubieran podido llevar a cabo.

Es obvio que Catalunya está en deuda con Roures y con Benet, más allá de peripecias o aventuras menores, por importantes que sean, con las que se puede estar de acuerdo o discrepar, pero que en nada empañan el hecho de que Mediapro no abandonó nunca el sitio desde donde fue creado. Con ello, dicho sea de pasada, también dio una lección a los que desesperadamente se apresuran a buscar un paraguas en Madrid, pensando que así las cosas les irán mejor. No digo que en algunos casos pueda ser así, pero es la excepción que confirma la regla, por más que muchos se empeñen en sostener lo contrario por quedar bien o, simplemente, por ignorancia.