La investigación abierta por un juzgado de Tarragona a Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda de los gobiernos de José María Aznar (4 años) y Mariano Rajoy (7) por haber usado su paso por el Ministerio para obtener beneficios personales, y su imputación por siete delitos junto a una treintena de personas —una decena de ellas de su equipo ministerial— ha sacudido los cimientos del PP, por más que el equipo de Alberto Núñez Feijóo trata de endosar el cadáver a los que ocupaban la Moncloa en aquella época. En pleno acoso a Pedro Sánchez por los casos de corrupción del PSOE, el ingreso en prisión del último secretario de Organización, Santos Cerdán, y el rosario de casos familiares del presidente del Gobierno, la aparición de Cristóbal Montoro en escena es bastante más que un balón de oxígeno para los socialistas.

A Montoro se le imputan siete delitos: soborno, fraude contra la Administración pública, prevaricación, tráfico de influencias, negociaciones prohibidas, corrupción en los negocios y falsedad documental. Todo ello, en el marco de una actuación presuntamente delictiva en que beneficiaba desde el Ministerio a una serie de empresas que trabajaban con su despacho. La manera de actuar era, según el juez de Tarragona, tan sencilla como vergonzosa: su sociedad Equipo Económico era el nexo entre empresas y Ministerio, la ventanilla para modificar leyes a cambio de importantes pagos. Una trama mafiosa constituida en red de influencia para obtener un lucro económico. El hombre que pretendidamente lideraba la lucha contra la corrupción, lo hacía de puertas a fuera, mientras en su despacho se engrasaba una maquinaria de cobros y pagos. Un solucionador de problemas sentado en el sillón del ministro de Hacienda.

En pleno acoso a Sánchez por la corrupción, la aparición del caso Montoro en escena es bastante más que un balón de oxígeno para los socialistas

Veremos en qué acaba todo, pero ¿por qué será que el asunto ha sorprendido tan poco? No es tan solo por su prepotencia y su dedo amenazador de quien se atribuye un poder ilimitado —tratarlo era estar siempre preparado para escuchar lo mucho que mandaba, lo ha explicado a la perfección el periodista Carlos Alsina— y de ello podrían dar también cuenta algún importante empresario catalán de la comunicación o Artur Mas cuando era president de la Generalitat, por citar dos personajes ilustres. Carlos Cruzado, presidente del sindicato de técnicos de Hacienda, ha confirmado que ya tenían indicios de estas irregularidades en toda la cúpula de Hacienda. Lástima que entonces callaran, ya que a lo mejor todo hubiera ido más rápido y se hubiera puesto coto a Montoro. Su renuncia a la militancia del PP le ha ahorrado a Feijóo tomar una decisión inevitable.

Es evidente que después del paso por la prisión de Rodrigo Rato, el vicepresidente económico durante la época de Aznar, y ahora la imputación de Montoro, el hombre fuerte de Rajoy en el área económica como superministro de Hacienda y Administraciones Públicas, la imagen de los gobiernos del PP queda tocada. Además, estamos hablando de un Montoro que protagonizó tres episodios: el abanderado de la austeridad, la amnistía fiscal y el ahogo económico de Catalunya mediante un sistema de financiación asfixiante y el FLA. Ello unido a interminables lecciones sobre el despilfarro catalán. Como dice el refranero, una cosa es predicar y otra dar trigo, que viene a querer decir que una cosa es defender con palabras una postura y otra muy distinta, traducirla en hechos. Ahora muchos podrán conocer que el todopoderoso ministro era en el cargo un caradura.