"La imaginación del mundo" es el epígrafe del libro El arte y sus lugares, el último de los seis que publicó el pintor Antoni Tàpies, y también es el título de la exposición que podéis ver en el Museo Tàpies de Barcelona hasta enero del próximo año. Antoni Tàpies estaba inspirado por el filósofo catalán Ramon Llull, pensador medieval que ejerció una influencia en los surrealistas –André Breton, el pintor surrealista de referencia, cita a Llull en textos y manifiestos. ¿Pero qué interesaba de Llull, a los surrealistas? Les interesaba lo que el filósofo catalán bautizó como ars combinatoria, un método que parte de la transversalidad de conocimientos, una manera de entender la investigación como una red de significados e imágenes. El ars combinatoria se manifestaba tanto en un sentido racional como irracional –de aquí que interesara tanto a los surrealistas, que estaban preocupados por el inconsciente y el psicoanálisis. Raül Garrigasait y Perejaume han hablado, de esta conexión subterránea entre Llull y Tàpies y otras figuras ilustres catalanas.

La exposición La imaginación del mundo es una invitación a generar nuevas redes y abrir nuevos diálogos entre las imágenes que creó, pero también las que lo influyeron: las de la Barcelona de su tiempo

Tàpies en los 40: ¿se la coló a la censura?

Imma Prieto está al frente de la Fundación Tapias desde el 2023, y ha comisionado la exposición junto con Pablo Allepuz, que a su vez es el jefe de colecciones del Museo Tàpies. La exposición La imaginación del mundo es una invitación a generar nuevas redes y abrir nuevos diálogos entre las imágenes que creó, pero también las que lo influyeron: las de la Barcelona de su tiempo. Se trata de entender al artista a partir de lo que lo precedió –las vanguardias, la obra de Miró, que lo precedió– y también a partir de lo que veía –la Barcelona de finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta. Entonces ya se preocupaban por las guerras, por los diálogos entre culturas, por el deseo de ser iguales y tener los mismos derechos –aunque la España de la época dejaba mucho a desear, en aquel momento. Leo estas bagatelas sobre la inquietud para "hacer del mundo un lugar mejor" y de repente lo veo. Un tríptico que me hace pensar en aquel de El Greco, El Jardín de las Delicias. Es un choque, porque reconozco a Gaudí, y la Sagrada Familia en el fondo. Pero lo más gordo no es eso –la censura no debía saber qué clase de hombre era Gaudí, nacionalista naturalmente recalcitrante–, no: lo más gordo es que en medio del tríptico, en forma de cadáver enterrado bajo tierra, me parece reconocer a Franco. De la montaña donde está enterrado brota una mujer-árbol. Los censores debieron ir despistadísimos, o quizás en este caso lo dejaron hacer, porque no se sabe nunca.

Para ver lo que veía Tàpies la exposición incluye, entre las piezas expuestas del artista, una composición hecha con cromos populares del siglo xix, un fotograma de El acorazado Potemkin, dibujos hechos por niños durante la guerra civil española, un adorno de cabeza con plumas de Nazca (Perú), una acuarela de Jackson Pollock de 1957, etcétera. Los cuadros de Tàpies que hay son principalmente de su época temprana: no hay tejidos, hay más magia y misticismo que la abstracción de sus obras posteriores, como Dos manchas sobre blanco (1967) o Gran sábana (1968). La lógica de los objetos añadidos es no jerárquica, por asociación, mucho al estilo luliano y de los surrealistas. Lo que propone la exposición y lo que hizo Tàpies al libro que da nombre a la exposición son gestos que ejemplarizan el método luliano, asociaciones trascendentes y al mismo tiempo aleatorias. Costa de explicar y de entender, pero si te fijas lo ves.

Me parece ver rizos negros de coño por todas partes. El artista tiene esta serie a cuadros oscuros con figuras extrañas, medio sagradas, que me ha llamado mucho la atención

Inventar el origen del universo a cada cuadro

Vemos las chacras. Genitales, terceros ojos, estómago. La exposición incluye un cuadro de Nepal con los mismos símbolos. Debe ser que para el subconsciente todos juntos somos uno, parte de la misma vorágine . Todos buscamos el origen del mundo y de nuestra locura. Uno de los otros motivos que reencuentro en estas piezas es el pelo de los genitales femeninos, o me lo parece. Me parece ver rizos negros de vagina por todas partes. El artista tiene esta serie de cuadros oscuros, con figuras extrañas, medio sagradas, que me ha llamado mucho la atención. Uno de ellos es Paisaje transformado de 1947, lo que ilustra la publicidad de la exposición. Vemos a un hombre/fieradesnudo y con una herida en la cabeza que sostiene a una mujer desnuda y maléfica con un solo ojo, como si fuera un cíclope hembra. Una mano, la luna, las manos. Inconexo como a los sueños y excitante, porque estos cuadros del artista están tan llenos de elementos angustiantes que te incitan a explicártelos, es inevitable buscar interpretaciones. La jefa de prensa de la Fundación, Elena Febrero, me dice que los últimos tiempos el museo ha cambiado, que el enfoque que ha querido darle a Imma Prieto es el de "pensar a través de Tàpies", dejar de pensarlo desde la nostalgia y ampliar el campo de acción. Han salido de las clásicas excursiones de escuela y también se han abierto a diferentes tipos de públicos: personas vulnerables, personas con trastornos mentales de algún tipo. Tàpies lo permite.

Con la pintura pasa como con la literatura, o como con la música: solo empiezas a entenderla en relación con otras pinturas, por asociación. Debe pasar con todo, eso. Ramon Llull estaría de acuerdo

Un cuadro. Una ventana y una mujer, es la ventana de la sexualidad femenina, también hay un cuadro en el fondo (un cuadro dentro del cuadro). La mujer está da un poco de miedo, está desfigurada como en una pesadilla, no es una imagen erótica, en cambio, la mujercita del cuadro dentro del cuadro sí que muestra a una mujer esbelta. Veo la animalidad y el abismo, la distancia entre el ideal de la belleza femenina y la escalera del deseo, que como decía Maria Mercè Marçal no tiene baranda. Marca surrealista, que en Catalunya quiere decir sobre todo en la línea de Dalí. Algunas piezas no tienen símbolos reconocibles, solo formas y colores: la huella del cubismo, otra vanguardia. Guiños a Miró, de quien también vi buena parte de su obra. Esta abstracción trascendente que vincula la creación de pensadores y artistas diferentes de manera subterránea. Avanzo y veo cuadros con figuras animales, no figurativas, peludas. Parecen humanos prehistóricos, pero no tienen exactamente ni cara, ni ojos. Es la influencia del primitivismo, de la vanguardia artística que alimentaron Miró, y Picasso, y compañía –Tàpies era de una generación más reciente, las vanguardias ya no eran nuevas en los años cuarenta. Creo que la artista Marria Pratts lo sacó de aquí, eso de las figuritas antropomórficas y no figurativas que vi en su última exposición. Con la pintura pasa como con la literatura, o como con la música: solo empiezas a entenderla en relación con otras pinturas, por asociación. Debe pasar con todo, eso. Ramon Llull estaría de acuerdo. Tanto Llull como Tàpies son generadores de nuevas cosmogonías: Llull se limita a señalar la maravilla del mundo y de Dios que conoce y en el cual cruz sin fisuras y, en cambio, Tàpies siempre parece que esté a punto de decirnos algo, que busque el origen del universo y de Dios detrás de cada uno de estos cuadros que inventa.