Como que Junts per Catalunya y Esquerra Republicana han aceptado después de las elecciones municipales que, en general, pactar con el PSC ayuntamientos y diputaciones tiene más ventajas que ponerse de acuerdo entre ellos, el espacio independentista asiste, entre atónito y preocupado, a un goteo permanente de acuerdos que dista mucho de traducir en hechos aquel discurso buenista de que priorizarían los pactos entre las respectivas formaciones. Como sucede siempre, estallan los reproches y Junts culpa a Esquerra mientras Esquerra responsabiliza a Junts. Mal negocio meterse en una disputa tan cainita, pero, seguramente, peor es no facilitar al lector la mejor información posible.

Vayamos, en consecuencia, a los trozos grandes del pastel, que son preferentemente, hasta la fecha, las diputaciones de Tarragona y de Lleida y algunos municipios vinculados a este acuerdo como son Reus y Tortosa y, quizás, algunos otros que iremos conociendo. Ambas corporaciones provinciales las presidirá Esquerra tras un acuerdo con el PSC en el primer caso y lo mismo en Lleida, aunque aquí se ha sumado un diputado provincial del PDeCAT. Junts se ha quedado fuera por errores propios, ya que en las fechas anteriores al 28 de mayo había avanzado bastante con los socialistas en los acuerdos de Tarragona. ¿Qué ha sucedido entonces? Muy simple: a la dirección de Junts le entró vértigo ante la celeridad con que sus agrupaciones locales y sus cuadros intermedios cerraban acuerdos con los socialistas y quiso ralentizar estos pactos y explorar el margen para llegar a acuerdos con Esquerra. Unos dicen que la intención era una negociación en serio y otros simplemente que se quería ganar tiempo.

La suspensión de las conversaciones con el PSC se hizo de manera unilateral, o al menos, sin consenso, y los socialistas, ante el temor de perder plazas estratégicas, entre ellas, Reus, cambiaron de pareja de baile y cerraron un acuerdo bastante global con los republicanos. Así, Junts perdió primero la Diputación de Tarragona —que ya tenía presidenciable, Joaquim Calatayud, diputado y alcalde de les Borges del Camp desde 2007— y se quedó fuera del acuerdo en Reus entre PSC, ERC y Ara Reus. Para los socialistas era exactamente igual pactar con los republicanos o los juntaires, ya que ambos tienen cinco concejales, con lo que el cambio de pareja de baile fue relativamente fácil. Tan fácil como cerrar el acuerdo con Junts si los dirigentes de este partido no hubieran tenido un súbito temblor por la rapidez con que se producían los acuerdos con el PSC.

De resultas del acuerdo en la diputación de Tarragona se han derivado para Junts otras consecuencias, muchas de ellas negativas. En Tortosa, donde les faltaba un solo concejal para la mayoría absoluta, se han puesto todos de acuerdo para que Meritxell Roigé no continúe en el cargo que ocupaba desde 2018. O también la presidencia de la Diputación de Lleida, que iba a recaer en la exconsellera Violant Cervera y ahora retendrá Esquerra Republicana. En fin, a estas alturas, acusarse los unos y los otros entre Esquerra Republicana y Junts per Catalunya por los pactos municipales es un ejercicio estéril. Cada uno de ellos ha ido por su cuenta a las negociaciones para tratar de conseguir la mayor cuota de poder posible, sabiendo que en los próximos años serán rivales más que aliados.

Dicho esto, cada uno puede explicar la historia como más le interese y mirar de convencer a los suyos de que la culpa es de su rival. Pero el PSC, al que tanto le daba uno como otro, ha ganado la mayoría de los duelos y entre los grandes solo ha perdido el de Girona, donde quedó primero. Barcelona tiene una dinámica propia por ser la capital del país y los pactos los lleva directamente Xavier Trias, que ahora ya sabe que el pleno de investidura será el sábado una vez Vox se ha apeado de los recursos que había ido presentando ante la Junta Electoral. A menos de 72 horas de este pleno, ninguno de los movimientos de Collboni y Colau para impedir que se alce con la vara de mando han cuajado: ni ERC, ni PP, ni Vox.