La implosión que se acaba de producir en el seno del PP, con la confrontación a campo abierto entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, puede acabar siendo el inicio del fin del presidente del partido. El thriller de la calle Génova tiene escándalo político, espionaje ―a falta de un Villarejo en las cloacas del Estado, ahora se contrata fuera y acaba como acaba―, corrupción, el hermano de Ayuso cobrando una comisión de 283.000 euros de una empresa suministradora de mascarillas al gobierno autonómico de Madrid, elementos más que suficientes para hacer buena aquella máxima que con distintos matices han dicho en diferentes ocasiones varios políticos. Esta es del democristiano italiano Giulio Andreotti: "Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y... compañeros de partido". Y ahí, como compañeros de partido, están librando su batalla Casado y Ayuso.

La derecha siempre ha tenido este grado de cainismo en España. Ha sido y es autoritaria, le gustan las presidencias fuertes ―de ahí la mirada siempre puesta en Aznar y el desprecio a Rajoy―, es más madrileña que española y tiene una tendencia al suicidio político importante. En este primer asalto, Ayuso es la víctima y el aparato de Génova, el verdugo. Solo le faltó llorar a la hora de explicar que era muy doloroso que dirigentes de su partido, en vez de darle apoyo, sean los que la quieren destruir. Mientras, Génova con sangre en el cuchillo, le habría un expediente informativo y amplificaba todo lo que podía la comisión de Tomás Ayuso, el hermano comisionista.

Veremos cómo evoluciona la serie y los capítulos que tiene, pero el silencio de muchos de los dirigentes territoriales del PP es señal inequívoca de que no ven a Casado como claro ganador de la contienda. Aznar, siempre presto a intervenir y a echar gasolina al fuego, en un seminario de la FAES y en una conversación supuestamente privada, pero que el diario ABC elevó a la categoría de pública, sentenció lo siguiente: "La situación de Ucrania es ahora mismo mejor que la del PP, porque allí no hay armamento nuclear". Otro dato, el siempre prudente presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, salió en auxilio de Ayuso y censuró el espionaje organizado desde Génova. Quien estaría detrás del espionaje a Ayuso, un tal Ángel Carromero, hombre de confianza de Casado y del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ya ha dimitido y abandonado el partido. El diario El Mundo titula su editorial de este viernes de manera contundente: "El PP no puede seguir en estas manos". Toda una invitación a Casado y quién sabe si un adelanto a cerrar la puerta al marcharse. Los medios de la derecha estarán con Ayuso y los de la izquierda contra Ayuso, una partida aparentemente desigual.

En cualquier caso, la gran diferencia es que Casado quizás no tiene partido, mientras Ayuso sí tiene partida. Al presidente del PP se le han empezado a complicar las cosas y ahora se ve que las elecciones de Castilla-León y su resultado ha sido tan endiablado que tiene difícil gestionar la pírrica victoria. O pacta con Vox o pacta con el PSOE, una muy mala opción tome el camino que tome. Feijóo, siempre eterno aspirante a centrar el PP desde la conservadora Galicia, puede tener su momento en la cainita guerra Casado-Ayuso. Para eso, también, tiene que acabar fuera o muy tocada la presidenta de la Comunidad de Madrid. A Ayuso siempre le quedará Vox si pierde la batalla en el interior del PP. Y entonces, sí que quizás es posible que, sin Casado y Ayuso en el PP, un gobierno de coalición entre PSOE y PP tras las próximas elecciones españolas no sea una quimera. La gran coalición que desean los despachos de Madrid, pero también González o Rajoy.