El posicionamiento de Podemos contrario a la transferencia de las competencias de inmigración a la Generalitat de Catalunya y alineándose con el Partido Popular y con Vox es despreciable. Pero las razones aducidas por los morados son sencillamente indecentes. Repugnantes. Podemos ha tratado de construir ficticiamente un debate entre Junts, el promotor junto al PSOE de la iniciativa, y ellos mismos, con la inmigración como telón de fondo y Aliança Catalana en el rectángulo de juego. Pero la cuestión era mucho más sencilla: ¿por qué se opone a una transferencia que dota de competencias a la Generalitat de Catalunya, aumenta el techo de autogobierno y el gestor del acuerdo alcanzado iba a ser un Govern del PSC ya que es la formación que manda en Catalunya? Las acusaciones de racismo son, en este contexto, puro humo por parte de la formación de Pablo Iglesias, ya que el debate no iba de unas u otras medidas, sino de dónde estaba la competencia, si en Madrid o en Barcelona.
En consecuencia, Podemos ha optado por mostrar su cara más jacobina y centralista, aquella que también tiene la izquierda y que no es exclusiva del Partido Popular y de Vox. La formación de Abascal lo hace sin necesitar antifaz que oculte su rostro, ya que está en su ADN y de ello hacen siempre bandera. El PP no está muy distante y su estructura cruje cuando se plantea más autogobierno, ya que su modelo autonómico limita con una descentralización con un poder limitado. La izquierda se incomoda con estos debates y su actitud tiene mucho que ver con que gobierne o esté en la oposición. Pero siempre hay personajes que hacen de esa posición jacobina su bandera política. Quizás el rostro más visible de los actualmente en activo sea Josep Borrell, que si tiene la oportunidad de ir estos días a alguna radio, no dirá, en este punto, cosas muy diferentes a Podemos. La pregunta pertinente en esta situación solo puede ser: ¿quién alecciona a Podemos sobre un desencuadre tan exagerado de lo que es Catalunya?
Pero como que en política las cosas siempre obedecen a más de una causa, es probable que Pablo Iglesias esté mucho más pendiente de las piezas a mover para obtener un buen resultado electoral y tensionar aún más la deteriorada relación entre Junts y el PSOE que de la inmigración. Ese discurso tan frontal contra la formación que lidera Carles Puigdemont y contra él mismo casa poco con las revelaciones que hizo el exdiputado de los comunes Jaume Asens en su libro Els anys irrecuperables (Los años irrecuperables), en que explicaba que Puigdemont e Iglesias se reunieron cuando este era vicepresidente de Pedro Sánchez en encuentros que nunca trascendieron y también que compartían un grupo de Telegram, ellos tres y el también exiliado Toni Comín. Dudo mucho que Iglesias tenga grupos de Telegram o de WhatsApp con dirigentes políticos españoles a los que pueda acusar desde una tribuna de racistas, como ha hecho con Junts y su propuesta sobre la inmigración.
Es probable que Pablo Iglesias esté mucho más pendiente de las piezas a mover para obtener un buen resultado electoral que de la inmigración
Dicho eso, el no de Podemos seguro que también rebajará esa permanente admiración que hay en algunos líderes de izquierda catalanes. Una voz como Joan Tardà, exdiputado de Esquerra Republicana y promotor de una candidatura conjunta de las izquierdas para impedir un gobierno de PP y Vox, señalaba a media tarde que la posición de Podemos, contraria al traspaso de las competencias de inmigración a la Generalitat de Catalunya, difícilmente podrá olvidarse y de hecho era un disparo a bocajarro a la unidad de las izquierdas. El periscopio de Tardà ve una obviedad, porque está muy a la vista. Pero seguramente, a Pablo Iglesias eso es lo que menos le importa en su lucha feroz por desbancar a Sumar y a la vicepresidenta Yolanda Díaz de su posición de muleta de Pedro Sánchez, con la que se disputa los restos a la izquierda del PSOE y a la que, ciertamente, ha conseguido arrinconar y en muchas de las encuestas ya le ha hecho el sorpasso. Aquí está el meollo del problema y también, quizás, en la oposición de Junts a las 37 horas y media que los independentistas tumbaron en el Congreso hace más bien poco. Lo otro, el autogobierno de Catalunya y la inmigración, son argumentos para el relato, no el verdadero problema, ni el debate que nos ocupa.