Se adjudica al pragmático Lord Palmerston, primer ministro del Reino Unido en dos ocasiones a mediados del siglo XIX, una de las frases que más se ha repetido en las relaciones internacionales: "Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses permanentes". La sentencia viene como anillo al dedo de la carta que ha dado a conocer este viernes el rey marroquí Mohamed VI y que le ha enviado el presidente del gobierno Pedro Sánchez zanjando por parte española cualquier apoyo a la independencia del Sáhara Occidental y apoyando el plan de autonomía como la base "más seria, creíble y realista para la resolución del conflicto". España acaba así de un plumazo con su neutralidad histórica en el tema del Sáhara, echa por tierra las resoluciones aprobadas en Naciones Unidas y entrega a Mohamed VI un triunfo importante en su lucha contra el pueblo saharaui.

¿A cambio de qué ha hecho Sánchez este movimiento? Se desconoce. Más allá de un deseo de rebajar la tensión entre España y Marruecos, que no ha encontrado ni un período de tregua con el actual inquilino de la Moncloa, lo que se ha derivado en múltiples problemas y numerosas crisis diplomáticas. Lo más sorprendente es que esta posición de neutralidad de España se haya preservado con gobiernos de la UCD, del PSOE y del PP y, paradojas de la historia, se ha quebrado con ministros y ministras de Unidas Podemos. Incluso, con una vicepresidenta en el Gobierno, Yolanda Díaz, que tan solo atinó a decir, cuando se conoció la carta de Sánchez, que reafirmaba su compromiso con el pueblo saharaui y con las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El ministro Alberto Garzón, algo más explícito, apoyó el referéndum, consideró una "víctima" el pueblo saharaui y llamó a no mirar hacia otro lado. 

Quizás valga la pena recordar que en uno de esos múltiples incidentes, Marruecos sacó artillería pesada a la hora de hablar de cuál había sido su posición ante las demandas de independencia de Catalunya en 2017. Así, en mayo de 2021, el ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Nasser Bourita, le recordó por carta al gobierno español sus "favores" contra el independentismo catalán con José Manuel García-Margallo en Exteriores y Mariano Rajoy en la Moncloa: "No podemos luchar contra el separatismo en casa y fomentarlo en casa del vecino. Nuestra política con España siempre ha sido clara. Durante la crisis catalana, Marruecos no optó por la neutralidad, sino que fue uno de los primeros países en ponerse al lado de su integridad territorial y de la unidad nacional de su vecino del norte de una forma clara y contundente". Todo un aviso para navegantes, con Sánchez ya en la Moncloa.

Intereses permanentes, decía Palmerston al hablar del Reino Unido. Intereses permanentes, son los que ha defendido el rey de Marruecos. Los dos hablan un lenguaje similar y el único que funciona en la diplomacia internacional. ¿Pero cuáles son los intereses de Sánchez? La defensa de los intereses de la antigua colonia española, abandonada a su suerte en 1975, parece que no, como se ha apresurado a señalar el Frente Polisario, que ha dicho sin ambages que España había sucumbido al chantaje y la manipulación de Marruecos. Reforzar el gobierno con Unidas Podemos, tampoco. La invasión de Ucrania por parte de Rusia parece estar sirviendo para que España haga limpieza de algunos temas informativos pesados. Hace unas pocas semanas fue que la fiscalía cerraba la investigación sobre Juan Carlos I y ahora el tema del Sáhara. Curiosa manera de hacer política, siempre por detrás y rehuyendo el debate con la opinión pública española.