Un Pedro Sánchez desencajado, abatido y falto de reflejos compareció este jueves después de varias semanas recluido para tratar de amortiguar los efectos del caso Santos Cerdán, una verdadera bomba de relojería detallada con pelos y señales por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) en un extenso informe de 490 páginas. En síntesis, la UCO señala a Santos, hasta hace unas horas secretario de organización del PSOE y número dos de la organización, como encargado de gestionar los pagos a cambio de adjudicaciones de obras y el informe ha servido al juez para apuntar a un delito de organización criminal. Estamos, por tanto, ante un salto de escala en una legislatura ya de por sí convulsa y de futuro incierto. Nadie apuesta por una convocatoria de elecciones, opción que Sánchez ha descartado. Tampoco da el paso Alberto Núñez Feijóo con la moción de censura, que sabe que perdería. Junts per Catalunya tiene que acertar en el balanceo de sus movimientos si no quiere desconectar de su base electoral. Actuar de paraguas salvador del PSOE cada vez es más delicado y acaba siendo imposible si no tiene compensaciones a presentar ante la opinión pública catalana y sabe alejarse lo suficiente de los casos de corrupción que envuelven a Pedro Sánchez.

La dimisión de Santos Cerdán al frente de la poderosa secretaría de Organización del Partido Socialista y su renuncia al acta de diputado, seguramente, no llegará a tener ni tan siquiera la condición de cortafuegos. Santos ya es caza menor y lo mejor que puede hacer es preparar a fondo su defensa. Todas las miradas están puestas en el presidente del Gobierno, ya que no deja de ser sintomático que los dos secretarios de organización que ha tenido desde 2018 —el exministro José Luis Ábalos y, después, Santos Cerdán— hayan tenido que dimitir por causas relacionadas con la corrupción. Su puesta en escena para pedir perdón y admitir que no tendría que haber confiado nunca en el ya exsecretario de organización del PSOE carece de valor político alguno. Es difícilmente creíble que Sánchez no supiera nada ni de uno, ni de otro. Es doblemente inverosímil por dos razones: por su manera de ser, Sánchez, está encima de todas estas cosas y en lo que le interesa entra en los mínimos detalles; y, después, es más creíble pensar que le han cogido dos veces que cavilar que se ha equivocado dos veces. Un ejemplo de la ausencia de brillo en la intervención de Sánchez fue la prudencia con que contestó alguna de las preguntas de la improvisada conferencia de prensa en Ferraz, algo que no es casual, sino que se debe al desconocimiento que tiene de lo que puede ir saliendo de la UCO en las próximas semanas o meses.

Es difícilmente creíble que Sánchez no supiera nada, ni de Ábalos, ni de Santos Cerdán

Como también es absurdo su interés en poner en valor la celeridad de su respuesta, una vez se ha conocido el sórdido papel de Cerdán en la trama de adjudicaciones. Entre otras cosas, porque el informe de la UCO era vox populi desde hace semanas, algunos medios conocían las partes más sustanciales, la Moncloa estaba perfectamente al caso y Sánchez ha podido preparar la estrategia. Incluso el propio CIS, el Centro de Investigaciones Sociológicas, ha podido salir con una de sus disparatadas encuestas —alguien tendría que hacer dimitir a Tezanos para que dejara de avergonzarnos a todos, ya que usa dinero público— que le dan al PSOE siete puntos de ventaja sobre el PP. Aunque las historias nunca se repiten exactamente, si a alguna cosa se asemeja la situación actual es a las que vivieron Adolfo Suárez entre los años 1980 y 1981 y Felipe González entre 1995 y 1996. La situación era políticamente ingestionable, pero intentaron aguantar y resistir. En este caso, la situación es peor, pero la resiliencia de Sánchez —y los casos de corrupción que le persiguen— son una coraza que le dota de una capa de protección desconocida hasta ahora en la vida pública española.

En medio de todo este clímax de explosión descontrolada de la legislatura —no confundir con convocatoria de elecciones, ya que si alguien ha demostrado que puede tener gobierno sin poder gobernar es el actual inquilino de la Moncloa—, Junts per Catalunya movió ficha a última hora de la tarde y su comisión permanente reclamó a Sánchez que se reúna en breve con el secretario general del partido, Jordi Turull, y la portavoz de la formación en el Congreso de los Diputados, Míriam Nogueras, con el objetivo de conocer de manera directa la viabilidad de su intención de agotar la legislatura y tomar decisiones en consecuencia. La formación que preside Carles Puigdemont ha pedido la reunión debido a la gravedad de las informaciones conocidas y después de haber escuchado las explicaciones de Pedro Sánchez en Ferraz y la soga que apretó en el cuello de Santos Cerdán: "Nunca deberíamos haber confiado en él", dijo. Lo que acabó por descolocar a los dirigentes de Junts, ante la facilidad del presidente del Gobierno para ejecutar en la escena pública al que hasta hace pocas horas era su número dos.