El catalán deberá seguir esperando para ser lengua oficial en la Unión Europea. Como ya sucedió el pasado mes de mayo y en otra ocasión previa, el Consejo de Asuntos Generales de la UE, en el que se reúnen los ministros de Asuntos Exteriores de los 27, no alcanzó una posición unánime y la presidencia de turno, danesa, optó por retirar el punto de la votación. España no convenció a un puñado de países de la órbita del PP, empezando por Alemania, de dar luz verde a una iniciativa que la Moncloa necesita como agua de mayo para impedir la parálisis absoluta de las relaciones entre el PSOE y Junts per Catalunya. Y a Junts per Catalunya le urgía el acuerdo antes del verano para que en el haber de su negociación con los socialistas hubiera algo tangible.
Una semana que era clave para los independentistas, ya que el lunes Esquerra Republicana se jugaba la concreción de la financiación singular en la comisión mixta Estado-Generalitat y el viernes la oficialidad del catalán se discutía en Bruselas, se ha saldado con sendas calabazas. El acuerdo sobre la financiación de Catalunya ha sido tan vaporoso, tan inconcreto y sin cifra alguna, que la posición española ha incomodado incluso a la consellera d'Economia, Alícia Romero. Esquerra, que esperaba más, de acuerdo con la información que tenía del PSC, pasó de señalar a principios de semana que la música sonaba bien a corregir rápidamente el tiro ante la decepción generalizada. El propio Oriol Junqueras advirtió a los socialistas que en estas condiciones no tendrían presupuestos ni en Madrid ni en Catalunya a la vez que hacía frente a una cierta crítica interna en la que personalidades como la expresidenta del Parlament Carme Forcadell o la exconsellera Dolors Bassa, que pasaron varios años en prisión por el 1-O, afirmaban que el acuerdo era una tomadura de pelo.
El paso de la carpeta del catalán por Bruselas ha vuelto a ser una decepción. La subida de tono del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, acusando a sus colegas de secuestrar o retrasar el debate innecesariamente y el recordatorio de que España ya había solventado todas las dudas legales que podían tener y se había comprometido a financiar la oficialidad del catalán, el gallego o el euskera no ha servido de nada. Parece el día de la marmota. La semana previa al debate comunitario se generan unas expectativas que se van diluyendo a medida que se acerca la fecha de la reunión. Lo que parece claro, porque la película ya se ha visto varias veces, es que las resistencias son insuperables sin un acuerdo con el Partido Popular.
Parece claro que las resistencias al catalán en la UE son insuperables sin un acuerdo con el PP
Alberto Núñez Feijóo, gallego de origen y hablante de la lengua propia de su tierra, no está dispuesto a darle un triunfo a Pedro Sánchez que, a la postre, podría ser un empujón importante a la legislatura. Una llamada a su correligionario Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo, desbloquearía la discusión, orientaría Alemania hacia el sí, y el factor alemán serviría de arrastre al resto de países que expresan una oposición entre radical y matizada. El camino parece fácil pero recorrerlo es casi imposible. Feijóo sabe de la importancia que le da Junts a esta cuestión pero también conoce las críticas que recibiría en Madrid si rectificara su posición. Y, así, los meses van pasando y un acuerdo del inicio de la legislatura con Sánchez no ha conseguido salir adelante.
Los próximos pases de la discusión serán el 16 de septiembre, el 21 de octubre y el 17 de noviembre. Las tres citas aún con la presidencia danesa, especialmente sensible ante el tema de las lenguas. Pero, hoy por hoy, siendo realistas, las posibilidades de un cambio de los países contrarios son remotas.