El Govern ha vivido este miércoles su enésima crisis política, en este caso a raíz de la filtración de un supuesto plan de desescalada que va más allá de las medidas que anunció el propio Ejecutivo catalán el pasado martes y que permitiría, entre otras cosas, que la restauración pudiera abrir hasta las 21 horas (en vez de hasta las 17), que no haya limitación de ocupación en las terrazas (el martes se anunció que sería del 30%) y ampliar el aforo permitido de los equipamientos culturales. Lo que empezó a primera hora de la mañana como una filtración más de las muchas a que nos tienen acostumbrados los dos partidos del Govern para poner el termómetro en una decisión o para presionar a su socio en el Consell Executiu, desembocó en seguida en una auténtica batalla campal de acusaciones. Del Govern pasó al Parlament y a partir de ahí el reguero de declaraciones y manifestaciones convirtió el debate más en una pelea entre políticos que en una controversia sobre la idoneidad o no de las medidas.

Sería estúpido a estas alturas poner paños calientes a un Govern que se ha acostumbrado demasiado fácilmente a las discrepancias durante la actual legislatura y que a estas alturas difícilmente cambiará esta dinámica. Pero tampoco hay que caer en la exageración. Este mismo martes, por ejemplo, el diario El País abría la portada con un titular a toda página que decía: "Podemos desafía al PSOE al sellar un nuevo pacto con Bildu". Los gobiernos de coalición, cuando las discrepancias son tan grandes, acostumbran a tener una mala salud de hierro. Pero, en cambio, tienen como principal ventaja que responden a la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas y eso es algo que guste más o menos se cumple en los gobiernos de Catalunya y de España.

En esta ocasión al tema de las ya habituales discrepancias se ha añadido un elemento que siempre tiene sus defensores y sus detractores: las filtraciones o las llamadas "exclusivas". ¡Ay, las filtraciones! ¿Qué haríamos los periodistas sin ellas? Pero, sobre todo ¿qué harían los políticos si no pudieran utilizarlas? ¿Cómo escalarían posiciones o se ganarían el favor si no dispusieran de material informativo relevante para intercambiar con un periodista? Porque filtraciones, periodistas y políticos van de la mano mucho más de lo que parece ya que a todo el mundo le gusta ser el primero en publicar una noticia y no hay político, o partido, que se resista a ello. Decir lo contrario puede quedar muy bien pero es hacer un flaco favor a la verdad. La secuencia de la película Casablanca y el capitán Renault afirmando, muy serio: "Qué escándalo, que escándalo, he descubierto que aquí se juega", mientras por detrás el jefe de la sala le daba su dinero y le anunciava: "sus ganancias señor", no sería un mal ejemplo si hay que hablar de las críticas a las filtraciones. La película data de 1942, pero la escena podría ser perfectamente actual.

En estas situaciones y más en un gobierno de coalición como este o el de Madrid, no hay buenos y malos. Todos quieren ganar la batalla del relato y eso, al final, no es otra cosa que juntar las dosis adecuadas de información y de comunicación. El problema no viene de las filtraciones sino de la dinámica perversa tan habitual en la política de querer marcar al precio que sea territorio pensando que la hegemonía se gana en el cuerpo a cuerpo o con zancadillas. Pero eso, también, es más viejo que el ir a pie.