Nadie hubiera dicho, cuando se conocieron los resultados electorales de la ciudad de Barcelona, en la noche del pasado 28 de mayo, que el candidato socialista Jaume Collboni mantendría su candidatura para ser el alcalde de la capital catalana, después de su tercera derrota electoral, y que andaría desesperadamente pidiendo los votos de los concejales del Partido Popular para sumarlos a los nueve que tienen los comunes de Ada Colau. Pero ahí estamos: de nuevo, en un curioso y sorprendente tripartito promovido por el socialista Collboni mientras circula por el estrecho alambre de la pista de circo en la que se ha colocado. Cuesta imaginarse que la insistencia de Collboni lleve a buen puerto, pero en política, torres más altas han caído. Aunque una amalgama de siglas para impedir que Xavier Trias sea el alcalde de la capital catalana sería ciertamente escandalosa.

El globo de Collboni lo han pinchado en primera instancia tanto los comunes como el PP. Los primeros, asegurando que no harán nada con participación o acuerdo del Partido Popular e invitando a los socialistas a negociar hasta última hora un gobierno de izquierdas en el que también esté Esquerra Republicana. Los segundos, exigiendo para votar a Collboni que, como primera medida, se olvide de que en el nuevo equipo de gobierno de la ciudad del alcaldable socialista los comunes estén presentes. ¿Van a tragar los de Ada Colau con la exigencia del PP? ¿Van a hacer un Valls dos? Y, si vamos hacia las filas del PP: ¿va a mantener el PP toda la trama de los comunes que ocupan cargos de confianza en el Ayuntamiento? ¿Puede ir el PP a las elecciones generales después de haber votado lo que ellos llaman despectivamente un gobierno socialcomunista o cuentan con que los electores se olvidan de todo? ¿Qué coste tendrá para los populares en Barcelona mantener las políticas de Colau cuando sus votantes se han manifestado radicalmente en contra?

Vamos a ver los juegos malabares de unos y de otros en las próximas horas, que serán cruciales. En el caso de Xavier Trias, su historia desde 2015, cuando perdió la alcaldía por turbias maniobras, tiene su miga. ¿O no fue juego sucio que se inventaran cuentas falsas suyas en Suiza para hacerle descarrilar? ¿Fue ético que Colau se subiera más que ningún otro candidato a lomos de la infamia que el propio Trias negó desde el primer momento y demostró documentalmente? Ahora, estamos en la segunda temporada de una maniobra política infrecuente en la que están el PSC, los comunes y el PP. Solo hace falta leer, escuchar o mirar cualquier periódico, radio y televisión para ver las lindezas que se dicen entre ellos y solo hace falta mirar al País Valencià, donde PP y Vox han cerrado un acuerdo de gobierno en contra del catalán y con un torero de la ultraderecha vicepresidente y conseller de Cultura. Pues bien, a los mismos que han desalojado al socialista Ximo Puig del gobierno, Collboni les está implorando que le voten para la alcaldía de Barcelona. 

Los movimientos de última hora de Collboni, que ya ha anunciado que continuará hasta el último minuto, han coincidido con el acuerdo entre Xavier Trias y Ernest Maragall para gobernar el ayuntamiento de Barcelona. Es un acuerdo importante de reparto del poder municipal en el que el líder republicano será, si Trias acaba siendo alcalde, el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento. Es un pacto que responde fundamentalmente a lo que se espera de la puesta en marcha de una ciudad que necesita una velocidad diferente si quiere recuperar el tiempo perdido. Es también un documento puramente de política local y de gestión sin ninguna mirada a temas más conflictivos que competen a otras administraciones o a otros espacios como el Parlament de Catalunya o el Congreso de los Diputados. En este aspecto, nada habría que cambiar si el pacto lo hubieran hecho otras formaciones políticas.