Una intervención satisfactoria y el discurso apropiado. Estos dos calificativos definen lo que para mí ha sido el parlamento del president Pere Aragonès en la Comisión General de las Comunidades Autónomas del Senado. Quizás no tenía que haber ido para no hacer grande el aquelarre que ha montado el Partido Popular en la cámara alta en contra de la amnistía, como han hecho el lehendakari Iñigo Urkullu o los tres presidentes socialistas de Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra. O para no romper una tradición de los presidentes autonómicos que no habían acudido desde el año 2010 en que lo hizo José Montilla, siguiendo la estela de sus antecesores Jordi Pujol y Pasqual Maragall. Pero desde hace 13 años no habían acudido al edificio de la plaza de la Marina Española ni Artur Mas, ni Carles Puigdemont, ni Quim Torra.

Aragonès tenía, en consecuencia, suficientes motivos para rechazar la invitación en un foro que no le iba a escuchar y que había anunciado que abandonaría después de su intervención de diez minutos. Pero, en cambio, ha ido y ha hecho un buen discurso, de amplia visión catalanista y soberanista y que, con los matices de cada uno, puede ser ampliamente compartido por una muy extensa base independentista. No fue escuchado porque los presidentes de las autonomías populares habían montado este sarao para tratar de debilitar la posición política de Pedro Sánchez en relación a la amnistía y poder ofrecer una foto de que la España autonómica está contra sus negociaciones con los independentistas de Carles Puigdemont y de Oriol Junqueras. El president Aragonès jugó la partida en un terreno como es el de hacerse un hueco en la cancha de la relevancia política que cada vez está más caro y tiene más competencia.

Los doce presidentes azules del partido de la gaviota fueron desfilando uno tras otro en una competición que duró todo el día. Nombres propios, la madrileña Isabel Díaz Ayuso y la balear Marga Prohens. La primera en su tono tremendista, nada lejos del discurso de Vox, dejó la frase de la jornada: "Si la indignidad de la amnistía triunfa, pronto no habrá españoles, porque ¿cuánto dura una nación que se deja traicionar?". Y ha tratado la amnistía de felonía, término que, según el diccionario de la RAE, significa deslealtad y traición, palabras estas tres que oiremos repetidamente estos próximos meses cada vez que se hable de que decaigan las condenas y los procesos penales en curso de los independentistas vinculados al procés. Prohens, que gobierna con Vox las Baleares y que tiene el acuerdo con la ultraderecha hecho unos zorros por el tema del catalán, ya que Vox quiere acabar con la normalización lingüística, planteó una relación "sin tutelas ni complejos" por parte de Catalunya, demostrando así o un desconocimiento de la realidad o ser una gobernante muy acomplejada.

Y poco más dio de sí la sesión del Senado que, por otra parte, forma parte de las zancadillas del PP desde el 23 de julio para impedir la investidura de Sánchez que avanza al trantrán y en la que ya se empiezan a vislumbrar nervios en el PSOE y algunos mensajes crípticos para acelerar la negociación. Nada diferente a la negociación que se produjo en agosto para la composición de la Mesa del Congreso y que desembocó en la elección de Francina Armengol con el voto de Junts per Catalunya, pero que durante varias semanas los socialistas enfriaron para después tener que correr. En la actual, infinitamente más compleja y con posiciones tan diferentes también es normal que haya días que parezca que la camisa no les cierra a los socialistas. Pero están muy lejos de querer ir a elecciones el 14 de enero con la evolución del electorado decantándose algo más a la derecha que, intuyen, se está produciendo.