El ataque de Irán con misiles a la base de Al Udeid en Qatar, la más importante de Estados Unidos en todo Oriente Medio y donde se alojan alrededor de 10.000 soldados norteamericanos, marca un nuevo salto en el conflicto de consecuencias inciertas. La apariencia indica que Irán ha tratado de aminorar las consecuencias y el número de víctimas, habiendo advertido con antelación del ataque con misiles con el objetivo de evitar una escalada irreversible y aplacar, en la medida de lo posible, la respuesta de EE.UU. En resumen: con el ataque de este lunes, Irán restablece su honor, ya que había señalado que respondería al ataque previo de los norteamericanos, pero la administración Trump se podría conformar con una represalia bastante menor.
Lo que demuestra básicamente el movimiento de Teherán es que el régimen de los ayatolas sabe que tiene las de perder si el conflicto va a más, pero a su vez, Estados Unidos no sabe si tiene las de ganar, ya que a la hora de la verdad los conflictos armados son mucho más largos de lo que muchas veces se piensa. Aún resuenan las bromas en las cancillerías de medio mundo, cuando se recuerda al entonces candidato republicano a la Casa Blanca señalando en un acto electoral que si llegaba a la Casa Blanca podía acabar con la guerra en Ucrania en 24 horas. Aquella bravuconería le ha perseguido como una losa —incluso tuvo que manifestar que no lo decía en serio— y empezó amenazando a Volodímir Zelenski, después a Vladímir Putin, nuevamente a Zelenski, de nuevo a Putin, hasta quedarse en una posición errática y sin una estrategia clara.
Aún resuenan las bromas en las cancillerías de medio mundo, cuando se recuerda al entonces candidato republicano a la Casa Blanca señalando en un acto electoral que si llegaba a la Casa Blanca podía acabar con la guerra en Ucrania en 24 horas
Por eso, la respuesta de Trump es del todo imprevisible y no tiene por qué tener nada que ver con los escasos daños que han producido los misiles en la base norteamericana de Al Udeid, en Qatar. Mucho más cuando desconocemos si hay una vía negociadora que aún funcione y que pueda tener que ver con la prudente actitud de Irán con el cierre del estrecho de Ormuz. Han transcurrido más de 24 horas desde que el Parlamento iraní recomendó su cierre, pero el Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní aún no se ha pronunciado. Y mucho menos el ayatola Alí Jamenei, líder supremo en asuntos de Estado. El cierre del estrecho, por donde pasa el 20% del crudo mundial, desencadenaría un conflicto mucho más amplio e involucraría a nuevos países como, por ejemplo, China.
Las próximas horas van a dar una visión algo más real y ajustada sobre los pasos de Estados Unidos, Irán e Israel. También sobre la solidez de la alianza entre Trump y Netanyahu, aparentemente a prueba de cualquier obstáculo que pueda surgir. La posición de España en este conflicto choca frontalmente con la que manifiesta, por ejemplo, Alemania, cuyo canciller, el democristiano Friedrich Merz, señaló este lunes que no existía otra alternativa al ataque de Israel y Estados Unidos contra instalaciones nucleares iraníes y que el gobierno de Netanyahu estaba legitimado para atacar a Irán. En cualquier caso, la posición del primer ministro israelí es todo menos débil en la coyuntura actual.