La decisión de la Comisión Europea de revocar la prohibición de vender coches nuevos de gasóleo o gasolina más allá de 2035, tras las presiones de algunos países y de la industria automovilística, supone un giro de 180 grados a la resolución que había sido adoptada en marzo de 2023, en un contexto geopolítico y económico bastante diferente al actual. Ha pesado y mucho la decisión alemana, que durante mucho tiempo ha sido una potencia automovilística gracias a empresas tan potentes como BMW, Mercedes-Benz y Volkswagen y que ha ejercido una fuerte presión, ya que atraviesa en la actualidad un declive importante de este sector. Es, sin duda, uno de los retos del canciller Friedrich Merz, que necesita tiempo para hacer las transiciones necesarias sin que el sector automotor se le quede entre las manos, porque es un pilar clave de su economía y se enfrenta a desafíos como la competencia china, la transición a eléctricos, y la presión en costos de energía.

Todo ello con reducciones de empleo por la automatización y la inteligencia artificial de un sector que viene representando aproximadamente entre el 6% y el 11% del PIB nacional (según el año y la fuente, con cifras recientes rondando el 6-7%), generando más de 400.000 millones de euros en facturación y empleando directamente alrededor de 800.000 personas, sin incluir los millones de empleos complementarios. Esta posición contundente de Alemania fue seguida por Italia y Eslovaquia, países también muy afectados, y más tarde se sumaron Bulgaria, la República Checa, Hungría y Polonia, con la misma reivindicación de que la Comisión reconsiderara la prohibición de los motores de combustión interna en 2035 y la afectación de sus industrias por el cambio obligatorio a la electrificación de los vehículos. Es evidente que la decisión de Bruselas viene a respaldar esta posición, que no era unánime, ya que España y Francia habían pedido por carta a los líderes de la UE que el objetivo de 2035 debía mantenerse y el rumbo no debía ser modificado.

Aunque no hay duda de que el objetivo debe ser que los vehículos de emisiones cero se abran paso en el futuro, la posición acomodaticia de Bruselas es políticamente comprensible

Aunque lo fácil siempre es criticar a la Comisión, y no hay duda de que el objetivo tiene que ser que los vehículos de emisiones cero se abran paso en el futuro, la posición acomodaticia de Bruselas es políticamente comprensible. Siempre se ha dicho que si la economía alemana estornuda, Europa se resfría, y lo cierto es que ha hecho bastante más que toser, ya que se ha enfriado significativamente después de haber entrado en un período de estancamiento o contracción desde 2023, enfrentándose a su crisis más profunda desde la posguerra debido a la crisis energética tras la guerra en Ucrania, la alta inflación, la desaceleración global de exportaciones y problemas estructurales, como burocracia y baja inversión. Todo ello con pronósticos de una recuperación muy débil a partir de 2026. En una Europa con tantos problemas como los actuales, atenazados por una posición desafiante permanentemente por parte de la administración Trump y que obliga, por ejemplo, a grandes inversiones en defensa, otras prioridades se han de ralentizar.

Todos los problemas no pueden ser atajados ni conjuntamente ni en el mismo momento. Ahora, la flexibilización de la Comisión a la hora de permitir a las empresas automovilísticas el cumplimiento de los objetivos de reducción de CO₂ de aquí a 2030 y la venta de coches nuevos de gasóleo o gasolina más allá de 2035, debe estar acompañada del compromiso del sector por la descarbonización. Parece lógico que así sea porque la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles ha afirmado en múltiples ocasiones ellos han invertido cientos de miles de millones de euros y han sacado al mercado más de 300 modelos electrificados y, en consecuencia, no podía haber ninguna duda sobre su compromiso. Han ganado las posiciones de los conservadores europeos, ciertamente, y han perdido las políticas de los verdes; pero es que eso ya se dilucidó en las elecciones europeas de 2024 y ahora, a la postre, lo que se ha acabado realizado es la ejecución práctica de aquellos resultados.