El tropiezo del Real Madrid ante el Girona no fue un accidente aislado. Tampoco lo fueron los empates anteriores. El equipo ha entrado en una dinámica peligrosa. Una dinámica que ha encendido todas las alarmas. Y en el centro del huracán aparece Xabi Alonso, cuestionado dentro y fuera del vestuario.
Los malos resultados han destapado algo más profundo. Una fractura interna que ya no se puede ocultar. La plantilla está dividida en dos grupos. Dos bandos opuestos. Dos formas de ver al entrenador. Y en el sector mayoritario se ha instalado una sospecha: que Xabi Alonso ha perdido el control y que su relación con varios pesos pesados está totalmente deteriorada.
El vestuario del Real Madrid, dividido por Xabi Alonso
Los nombres que generan más ruido no son menores. Jude Bellingham, Vinicius, Rodrygo, Fede Valverde, Brahim, Ferland Mendy, Camavinga y Endrick forman el grupo que mira al entrenador con desconfianza. Consideran que su metodología es rígida. Demasiadas horas de vídeo y poca práctica sobre el césped. Que el plan táctico se ha vuelto previsible. Y que sus decisiones no están a la altura de la exigencia del club. Para ellos, el Madrid ha perdido fluidez. Ha perdido chispa. Ha perdido naturalidad ofensiva. Y eso, unido al discurso cada vez más frío, ha generado una tensión constante.
Jugadores como Bellingham, Vinicius o Valverde creen que la preparación de los partidos no se adapta al perfil del equipo. Dicen que el entrenador les pide movimientos que frenan sus virtudes. Que limita su creatividad. Que les resta libertad. Otros como Brahim o Camavinga sienten que son tratados con mayor dureza que otros. Mientras que, Ferland Mendy y Endrick, directamente, se sienten marginados. Esa percepción, repetida una y otra vez en conversaciones privadas, ha erosionado la relación entre el técnico y la base del vestuario.
En el otro lado está el bloque minoritario. Más pequeño. Pero con figuras relevantes. Kylian Mbappé, Thibaut Courtois, Arda Güler y Dean Huijsen defienden a Xabi Alonso. Creen en su idea. Ven coherencia en su proyecto. Sienten que su fútbol encaja con sus características. Y consideran que el nivel de exigencia del técnico es necesario para competir al máximo nivel. Para Mbappé, especialmente, el sistema potencia lo mejor de su juego.
Si Xabi Alonso no consigue cohesionar al vestuario, estará sentenciado
Pero que este grupo sea minoritario es un problema enorme. El peso real del vestuario está en el bando contrario. En el que cuestiona todo. En el que quiere cambios. En el que se siente incómodo con el entrenador. Y esa división se nota en el césped. El equipo juega desconectado. Sin comunicación. Sin intensidad. Sin una idea común. Todo lo contrario a lo que necesita un club como el Real Madrid.
La situación es límite. Xabi Alonso siente que lo están empujando hacia la salida. Y si no recompone la relación con sus jugadores más influyentes, la ruptura podría convertirse en irreversible. El futuro del técnico está en manos de un vestuario dividido. Y el tiempo se agota.
