Rafa Nadal afronta en la final de Roland Garros un desafío histórico, un reto jamás conseguido por ningún tenista, hombre o mujer, desde que el tenis entró en la era del profesionalismo (1968). Nadal busca lo insuperable. El número 10. La perfección. Traspasar una barrera inédita. Conquistar 10 títulos sobre la tierra parisina en 10 finales. De momento tiene 9 de 9, justo el número que ha grabado en la parte trasera de sus bambas.

El año que transcurre está siendo el año de los viejos rockeros en el tenis. Si en el cuadro femenino de Roland Garros una letona de apenas 20 años, Jelena Ostapenko, dio la sorpresa al conquistar el primer título de su carrera, precisamente, en un Grand Slam, en los hombres el relevo todavía tiene que esperar. Después de la final de La la land en Australia entre Roger Federer (35) y Rafa Nadal (30), dos que volvían al podio tras un año superando lesiones, el epílogo del torneo más prestigioso sobre tierra lo firman Nadal (31) y Stan Wawrinka (32). Dos treintañeros que se niegan a ser superados por los jóvenes talentos de hoy en día como son Thiem o Zverev.

En el patio de su casa

Las estadísticas señalan a Nadal como favorito porque la pista central de Roland Garros es su patio. Ahí hace lo que quiere, conoce todas sus esquinas, tiene las medidas exactas en su cabeza y se siente el dueño y señor. En ella solo ha perdido dos partidos, uno en el 2009 con Robin Soderling, en octavos de final, y otro en el 2015 contra Novak Djokovic, en cuartos de final.

Llega a la final sin perder un set, siendo el segundo tenista que pierde menos juegos (29) en Roland Garros, después de Bjorn Borg (27 en 1978). Ha jugado cinco horas menos que Wawrinka, que empleó más de cuatro para superar a Andy Murray en semifinales.

Wawrinka, tres de tres

No será un partido fácil para el manacorí. Wawrinka también tiene buenos números. Este es un hombre que, final de Grand Slam que ha disputado, final que ha ganado. Una en Australia (2014), otra en Roland Garros (2015) y la última en el 2016 en el Open de Estados Unidos.

Bien cierto es que contra Nadal los números del suizo son adversos. Solo lo ha vencido tres veces en 18 enfrentamientos, y sobre superficie de tierra solo le ha ganado una vez en 7 encuentros, en cuartos de final de Roma en el 2015.

Además del título y de los 2 millones de euros que se lleva el campeón, en juego también estará el segundo puesto mundial. Wawrinka es la tercera mejor raqueta del mundo y Nadal, la cuarta. El vencedor se situará justamente detrás de Murray, número uno.

El encuentro enfrentará a un Wawrinka que tiene en el revés su golpe más maravilloso. No solo por su contundencia, por ser definitivo, sino especialmente por la elegancia con que lo ejecuta. No dejar que el suizo conecte sus golpes con comodidad será el mayor trabajo que Nadal tendrá en esta final.

Pero el tenista balear está con confianza, no siente molestias físicas y no piensa en ninguna otra cosa que no sea en vencer. Él, que este año ya sumó 10 títulos en Montecarlo, otros 10 en Barcelona y cinco en Madrid, todavía tiene hambre. Hambre por pasar a la historia como el más inmortal del tenis sobre tierra.