Hace apenas dos semanas, Matías Almeyda vivía su momento más alto desde su llegada al Sevilla. El equipo firmó un contundente 4-1 ante el FC Barcelona de Hansi Flick, con un plan de juego atrevido y una puesta en escena que descolocó al conjunto culé. Fue una actuación convincente, respaldada por un discurso táctico articulado que transmitía lógica, convicción y dirección.

Pero esa narrativa se resquebrajó rápidamente. En el regreso tras el parón, el Sevilla cayó 1-3 en casa frente al Mallorca de Jagoba Arrasate, dejando una imagen diametralmente opuesta. Lo preocupante no fue solo el resultado, sino la falta de coherencia respecto al ideario que Almeyda había defendido tras su éxito ante el Barça. Donde antes hubo adaptación e inteligencia, ahora hubo rigidez y desconexión.

De la flexibilidad táctica a la contradicción

Frente al Barça, Almeyda apostó por una defensa de cuatro para poblar el mediocampo y contener a un rival con tres delanteros. Fue un ajuste sobre la marcha que rompía con la línea de tres usada en partidos anteriores, y que respondía al perfil ofensivo del adversario. El Sevilla presionó bien, fue vertical y dominó con autoridad. El 4-1 no fue un accidente: fue el reflejo de una lectura de partido precisa.

Matías Almeyda Sevilla
Matías Almeyda Sevilla

Contra el Mallorca, el planteamiento inicial fue casi calcado: mismo sistema, misma estructura. Al principio parecía lógico. Muriqi era el único punta en el dibujo inicial de los baleares. Pero el giro llegó con el ingreso de Mateo Joseph, que transformó el ataque bermellón en una doble referencia ofensiva. Ese era, según el propio Almeyda había argumentado tras el duelo ante el Barça, el momento para recuperar la defensa de tres. Pero no lo hizo. Y lo pagó.

Una derrota que golpea más allá del marcador

El Sevilla no solo perdió tres puntos en casa ante un rival directo. Perdió también parte del impulso anímico que había generado con su goleada al Barcelona. El equipo volvió a mostrar fragilidad defensiva, falta de lectura en el banquillo y un ritmo de partido bajo. El contraste entre ambos encuentros es una advertencia: sin coherencia, no hay construcción posible.

La situación se complica además por la lesión de Azpilicueta, que reduce las opciones en una defensa que no encuentra estabilidad. Almeyda tendrá apenas unos días para preparar una visita exigente a San Sebastián, donde el margen de error se ha reducido drásticamente. El técnico argentino ya no es el nombre de moda: ahora es un entrenador obligado a revalidar su proyecto bajo presión.