El FC Barcelona volvió a respirar en la Champions League tras derrotar al Eintracht de Frankfurt por 2-1. Fue un triunfo trabajado. Fue un triunfo necesario. Y fue un triunfo que dejó una historia interna que ha generado más ruido que el propio partido: la bronca a Lamine Yamal en el vestuario. Una escena inesperada, tensa, que confirma que el joven talento atraviesa un momento complicado.

El conjunto de Hansi Flick reaccionó bien tras un inicio irregular. Los alemanes golpearon primero. El Barça respondió después. Jules Koundé firmó un doblete decisivo. La clasificación directa a los octavos de final sigue abierta. La moral, arriba. Pero en un rincón del vestuario, lejos de las cámaras, se vivió algo muy distinto. Algo que preocupa. Algo que retrata a un jugador que no está en su mejor versión.

Kounde celebrant Barça Eintracht
Kounde en el Barça-Eintracht

Otro partido ‘normalito’ de Lamine Yamal

Lamine Yamal volvió a quedarse corto. Lo intentó todo. Lo intentó siempre. Pero al margen de la asistencia del segundo gol, nada funcionó. Le faltó chispa. Le faltó velocidad. Le faltó ese punto diferencial que lo convirtió en una de las grandes joyas del fútbol europeo. La realidad es que la pubalgia lo tiene limitado. Es una lesión incómoda. Persistente. Agotadora. Lamine quiere, pero el cuerpo no responde igual.

Su partido fue gris. Apenas apareció en los momentos clave. No apretó. No ganó duelos. Falló pases que él domina con naturalidad. Y lo más preocupante: algunos compañeros vieron más gestos de frustración que de compromiso. Más manos a la zona del pubis que atención al juego. Más desconexión que determinación.

Barça pinya Champions League EFE
Barça en la Champions League EFE

La reacción de Lamine Yamal en el cambio no gustó en el vestuario

Su noche terminó cuando Flick decidió sustituirlo en el minuto 87. Y entonces llegó el estallido. El gesto. La frase. El “Siempre me cambia”. Una reacción impulsiva y adolescente. Una reacción que ya está dando la vuelta al mundo. El técnico alemán quitó hierro ante la prensa. Sonrió. Explicó que tenía amarilla. Que necesitaban piernas frescas. Incluso bromeó: “El próximo día lo dejaré en el banquillo”. Y es que el de Rocafonda no podrá jugar contra el Slavia de Praga por acumulación de tarjetas.

Pero dentro, el ambiente fue otro. Los capitanes hablaron. Flick también. No gustaron las caras. No gustaron las protestas. No gustó la actitud. Especialmente porque Lamine es de los jugadores con más minutos esta temporada. Especialmente porque, según fuentes internas, su contrato incluye una cláusula en la que se pactó que solo sería sustituido en situaciones justificadas. Y hasta ahora, Flick ha cumplido su parte.

La reprimenda fue firme, directa y necesaria. El Barça necesita al mejor Lamine. Y necesita también a un Lamine maduro. Centrado. Consciente de la responsabilidad que implica su rol. El equipo está a su lado. El club también. Pero hay límites. Y el vestuario quiso dejárselo claro.