En Anfield, el Real Madrid volvió a chocar contra su propia versión más débil. El Liverpool fue superior en todo: ritmo, intensidad y convicción. El marcador, 1-0, fue el menor de los males. El único motivo por el que no fue una goleada tiene nombre propio: Thibaut Courtois.
El portero belga sostuvo al equipo con varias paradas decisivas, como ya hiciera en la final de París. Pero esta vez, la historia fue distinta. Su rostro al abandonar el campo lo decía todo: enfado, frustración y cansancio. Courtois, según testigos a pie de campo, entró molesto al vestuario, sin mirar a nadie y con un gesto de clara desaprobación. En su mente, había una idea evidente: el equipo no estuvo a la altura. Durante muchos minutos, el Madrid jugó sin intensidad, sin presión y, en la práctica, con uno menos. Y así se lo hizo saber a sus compañeros. El belga pidió más compromiso y autocrítica. Sabe que el Real Madrid no puede seguir dependiendo solo de él.
El Liverpool dejó temblando al Real Madrid
El Liverpool se impuso desde el minuto veinte. El plan de Xabi Alonso, el mismo que funcionó en el Clásico, se vino abajo ante la energía de los ‘reds’. El técnico vasco intentó mantener el orden desde el banquillo, pero su equipo se descompuso. La defensa se partió y el mediocampo fue incapaz de sostener el ritmo inglés.
Courtois fue colosal, con tres paradas seguidas ante Szoboszlai y otra mano salvadora a Núñez. Pero nada pudo hacer en el gol de Mac Allister, que sentenció el duelo. Mientras los atacantes del Madrid miraban sin reacción, el belga se desgañitaba ordenando y exigiendo. Sus gestos de impotencia hacia la zaga fueron constantes.
Detrás de cada intervención suya había un reproche silencioso: el equipo no puede vivir de sus paradas. Y él lo sabe. Lo demostró con su actitud: gesticuló, gritó y pidió más concentración. Courtois exigió compromiso a los suyos, incluso cuando el partido ya parecía perdido.
Solo se salvó Courtois
En defensa, Militao fue exigido hasta el límite. Huijsen, irreconocible, cometió errores que generaron peligro constante. Solo Álvaro Carreras mantuvo la compostura, sólido frente a Salah y con temple en la salida.
En el centro, Valverde fue uno de los pocos que respondió. Luchó, presionó y dio equilibrio. Pero Camavinga y Tchouaméni estuvieron superados. El francés, además, rozó el penalti en una acción revisada por el VAR. Güler y Bellingham pasaron inadvertidos.
Arriba, Vinicius Jr. se diluyó tras un arranque eléctrico. Mbappé, apagado, no encontró espacios ni apoyos. Y ni Rodrygo, que entró en los últimos 20 minutos, fue capaz de aportar.
