Ni reivindicación fuera del Estadi ni espectáculo sobre el césped. El famoso, esperado y polémico Clásico aplazado ha acabado decepcionando por partida doble. Como si fueran dos tragedias análogas, las expectativas depositadas sobre el Tsunami Democràtic y el Barça se han apagado progresivamente a lo largo de la noche.

La hora previa al partido ha regalado dos imágenes tristes que probablemente pasarán a la historia del club: la primera, agentes de seguridad confiscando pancartas plenamente democráticas a los culés, y la segunda, Sergio Busquets entrando en el Camp Nou cabizbajo, consciente de que esta noche le tocaría vivir el duelo desde el banquillo.

Sobre el césped, las expectativas también se han esfumado de manera fulgurante. La acción del Tsunami, por inoperancia o incapacidad, ha consistido en mostrar una triste pancarta con el lema "Sit and Talk". Las pelotas lanzadas en la segunda parte, pocas, han sido ocultadas por la realización del partido con un plano cenital registrado desde la estratosfera.

Paralelamente, Ernesto Valverde ha planteado un sistema eficaz pero extremadamente insatisfactorio para los amantes del estilo Barça: pelota para el Madrid y defensa cerrada. La entrada de Arturo Vidal en el minuto 60 ha sido la gota que ha hecho colmar el vaso. El Madrid tampoco ha ofrecido su mejor cara ­―son incapaces de encontrar portería― y el resultado ha sido revelador: primer empate a 0 en 17 años entre los dos equipos.