Hay partidos que se tienen que ganar sí o sí. Partidos en los que hay que salir a por la victoria desde el primer minuto. Partidos que ayudan a ganar un campeonato. El de Málaga era uno de estos. Pero el Barça dio una muestra más de impotencia en una Liga en la que ha tenido muchos altibajos. Ahora está a tres del Real Madrid, que tiene un partido menos. Ahora toca rezar en la Champions, porque la gran ocasión de seguir soñando con la Liga fue frustrada con un mal partido en La Rosaleda.

Sabía el Barça desde unas horas antes que el Real Madrid había empatado en el derbi madrileño. Y sabía que si ganaba todos los partidos que restan en la Liga el título sería suyo. La estadística no engañaba y todos los aficionados barcelonistas celebraban la nueva situación del campeonato. Pero para que el Barça dependiera de sí mismo para ganar el campeonato, para que los barcelonistas siguieran soñando, necesitaba vencer en Málaga. Así que las risas por el empate blanco acabaron siendo lágrimas y rabia unas horas más tarde,

El adversario, además, pareció entregado desde el primer minuto. El Málaga de Michel González pensó más en no ser atropellado por el Barça que en ayudar al Real Madrid. Y puso un autobús en su campo. Nunca imaginó gozando del triunfo. Imaginó no perder. Se cerró como se cerraban antiguamente los equipos italianos. Renunció al ataque, donde dejó solo al exblaugrana Sandro que, miren por dónde, acabó abriendo el marcador y poniendo contra las cuerdas al Barça.

Otra vez perdiendo. Otra vez a levantar un partido. Otra vez de espaldas. Nada bueno más que defenderse ordenadamente había hecho el Málaga como para merecer ir ganando. Pero nada extraordinario, excepto tener la posesión del balón, había hecho el Barcelona como para merecer ir por delante en el marcador.

La única jugada de peligro organizada por los blaugrana llegó al cuarto de hora del partido. Un pelotazo de Jordi Alba lo bajó con el pecho Luis Suárez en el área, pero su disparo con la izquierda encontró a un Kameni en plan salvador, queriendo ser una vez más el gran protagonista en un partido contra el Barça.

Si el Barça quería engañar a los espías del Juventus que veían el partido, puede que lo haya conseguido. Pero también ha logrado engañar a muchos de sus aficionados y a mucha prensa que, después de la primera parte que hizo contra el Sevilla, creyeron que el Barça de los mejores tiempos había vuelto.

Inoperante André Gomes

Pero también es verdad que la alineación de aquel Barça del miércoles pasado no fue la misma que presentó Luis Enrique en Málaga. Otra vez con André Gomes. Y otra vez un André Gomes sin sangre y sin tomar ningún riesgo. Tuvo el portugués una ocasión clarísima pero no fue a por el balón. Le quema o le tiene miedo. No es jugador para este Barça. Pero se entiende que con una plantilla de 17 jugadores, el técnico asturiano tenga que alinearlo, y más cuando reserva a jugadores para la Champions.

Pero ninguno de los tres hombres alineados como titulares respondió a la llamada del técnico. Mathieu, el tercero, falló en el marcaje a Sandro en la jugada del gol.

Neymar, expulsado

Es verdad que el árbitro no pitó un penalti sobre Sergio Roberto, pero también el colegiado se equivocó al anular el 2-0 del Málaga con un fuera de juego que no existía. Gil Manzano abusó con las tarjetas, pero un Neymar nervioso se hizo merecedor de la roja. Con 10, decía Helenio Herrera que se jugaba mejor, pero para este Barça resultó imposible salvarse de una derrota con claros tintes de renuncia al título de Liga. El 2-0 final fue un justo castigo para un equipo sin rabia de campeón.