“Simple can be harder than complex: You have to work hard to get your thinking clean to make it simple. But it’s worth it in the end because once you get there, you can move mountains”. – Steve Jobs, 24.02.1955 – 5.10.2011

Todo lo que necesitas saber de Steve Jobs, que hoy cumpliría 66 años, es que transformó de raíz cuatro industrias —informática, medios, contenidos y telecomunicaciones— a través de cinco dispositivos (Apple II, Macintosh, iPod, iPhone, iPad), un estudio de cine (Pixar) y una tienda (AppStore). Una sola de esas creaciones, que definen categorías enteras de productos y negocios, le bastaría para ser eterno.

La parte más olvidada —y rentable— de su legado es la AppStore. La clave es esta: la excelencia en Internet tiene un precio. Dicho de otro modo, sólo quien paga obtendrá contenidos y servicios de calidad.

Parece obvio. No lo era el mundo digital cuando Jobs falleció, en 2011. Entonces eran populares otros dos modelos de negocio. Gurús y geeks promocionaban el open-source: todo puede hacerse en colaboración de forma gratuita. Otros, Amazon al frente, aseguraban —y aseguran— que la respuesta siempre consiste en ser más barato. Apple era la alternativa: se puede vender a buen precio sin condenarse a un nicho o desaprovechar las posibilidades de internet. Al contrario. Una empresa así puede definir las pautas de consumo y convertirse en el modelo que todos quieren imitar. A la muerte de Jobs, Apple era la mayor empresa por capitalización bursátil de mundo. Una de las empresas más creíbles del planeta.

Steve Jobs presenta el iPhone en enero de 2007 (Blake Patterson)

Jobs lo vio antes que muchos: el reto de los negocios digitales consiste en desarrollar modelos de pago en la Red. El resto son especulaciones. Jobs se planteó las preguntas adecuadas: ¿puede mantener la calidad de sus productos regalándolos?; ¿puede garantizarse gratis los mejores proveedores?

Hoy, una cosa ya es segura: en la Red sólo ganan dinero quienes cobran. Todos los que se basan en arcanas teorías sobre nuevas economías (la del enlace, de la abundancia, de las relaciones…), en el Todo Gratis & Todo Abierto & Todo Libre… ni siquiera han logrado explicar cómo rentabilizar esos entornos y menos aún cómo sostener esos negocios. Lo tienen muy difícil: esas economías sin costes son tan falsas como una moneda de plomo.

Pagar o desaparecer

¿Conoce otro sistema fuera del pago que comprometa al cliente y al proveedor; que les haga compartir responsabilidades y cumplir obligaciones protegidas por la ley y la justicia; que permita al proveedor mejorar sus productos y servicios? Jobs tampoco. Lo demostró sobradamente en el negocio de la venta de música. Rescató al sector de su postración, estimuló la creatividad de los artistas y los liberó del dominio de las majors. Otro tanto ha ocurrido en otra categoría, las aplicaciones para móviles, sean publicaciones, juegos o otro software.

Vale la pena encarar el legado de Steve Jobs con una mirada más larga. Tal vez el modelo Apple pueda resolver la desaceleración de la innovación que afecta a muchos sectores cruciales, donde el ritmo de cambio viene atrasando: los aviones no son muy distintos a los de hace 50 años, ni tampoco los coches, las fuentes de energía, los electrodomésticos, las casas, las ciudades, los procedimientos y técnicas médicas… Eso tiene una solución. Parafraseando al Che Guevara: “Crear dos, tres… muchos Steve Jobs”.