Montse Barderi ha escrito más novelas de las que recuerda. No sabe si esta es la sexta o la séptima, tiene que mirarlo. No sabe si El mar, que brilla i riu (Columna) es la sexta o la séptima, tiene que mirarlo — “¿Son siete, no? A ver, lo pone aquí, sí: esta es mi sexta novela” —. Es una mujer risueña y de una energía extraordinaria. Tiene formación clásica y de género, y desde el año 2000 escribe libros, también de ensayo. Me dice que esta última novela es importante porque se encuentra en un momento de mucha libertad creativa. Su madre solo la llamaba Montserrat cuando se enfadaba, y Montse se quedó.
Si le preguntas a cualquier mujer de 50 años si volvería a los 20, te pago una cena por cada una que te diga que sí
El mar, que brilla i riu es una novela sobre la madurez?
iría que es una novela sobre el amor, pero que el último gran amor es con la propia vida. Un día te das cuenta de que, al margen de a quién tengas al lado o no, el hecho de estar vivo es un enamoramiento absoluto. Llega un día en que ves un paisaje precioso y ya no te importa si lo puedes compartir con alguien o no, que dices: para mí, para mí, estoy viva, lo quiero para mí, lo disfruto yo y me siento plena viviéndolo yo. Y eso es brutal. Sentir que eres la protagonista de tu vida está muy bien. Si le preguntas a cualquier mujer de 50 años, o de 40, si volverían a los veinte, te pago una cena por cada una que diga que sí.

El mar es el narrador, pero la protagonista es Daniela, inmigrante y pobre. ¿Por qué?
Me gustan los personajes que lo tienen difícil y que, de alguna manera, no parten de una situación normal. Me mueve eso de superar el destino dado, y me gusta aquella divisa que dice: “Al azar agradezco tres dones: haber sido mujer, de clase baja y nación oprimida”. Es la réplica de Maria Mercè Marçal al griego Tales de Mileto, que decía: “Al azar agradezco haber sido hombre y no mujer, de la raza escogida, etcétera”. Y te dices: yo soy lo contrario de todo lo que se supone que debo ser, pero ese es mi punto de partida. Me gusta que el punto de partida no sea fácil, porque... Porque podemos hacer muchas cosas con independencia del punto de partida que tengamos. No estamos determinados. A mí me parece que eso es importantísimo.
¿Cómo se te ocurrió que el mar fuera el narrador?
Mi hermana se fue a vivir a Calella de Palafrugell y cada día que la llamaba me hablaba del mar como si viviera con un señor que se llamara mar. “Hoy está muy movido, hoy está calmado, hoy esta mañana se ha levantado un poco extraño”, me decía. Y era como si viviera con alguien, y eso me hizo reflexionar. Además, un lunes por la mañana laboral me levanté en Caldes d’Estrac y vi unas 30 o 40 mujeres solas paseando por el paseo marítimo, el paseo de los ingleses. ¿Qué hacen, tantas mujeres solas aquí? Pasean. Y me dije: claro, están con su novio. Y a partir de ese momento pensé: ostras, pues ahora tengo que hacer un mar que sea ya el amante de alguien.
Podemos hacer muchas cosas con independencia del punto de partida que tengamos. No estamos detertminados. Esto me parece importantísimo
¿Qué relación tienes con el mar?
Al mar le he pedido deseos, es el lugar donde seguramente querría morirme o pasar mis últimas horas. Me gusta mucho hacer paddle surf, me levanto a las 7 de la mañana y veo la salida del sol. Las experiencias estéticas que he tenido con el paddle surf en el mar son impresionantes: ver peces y el agua que parece llena de diamantes, el sol que sale... He hecho paddle surf en días de Navidad, he visto cómo se va el sol, me he girado y he visto la luna. Tengo esta comunión intensa con el mar porque el paddle surf es una tabla muy fina y estás mucho más en contacto con el agua que la gente que presume desde los veleros. Cuando hago paddle surf yo lo toco, pongo los pies, tomo el café con leche sentada en la tabla. Me llevo un libro de poemas, leo poemas en medio del mar, quiero decir, hago cosas un poco especiales, sí.
¿Se te han caído libros al mar?
Sí. Pero me gustan mucho los libros destrozados, es decir, me gustan los libros mojados, llenos de arena, manchados, me gustan los libros vividos. No tengo una relación con el objeto libro, me gusta subrayarlo y que se vea que ha pasado por mis manos. Me gusta enrollarme con los libros, por decirlo de alguna manera.
Me recuerda a las referencias que haces en el libro sobre una mujer que chupa con fruición las cabezas de las gambas. ¿Tu escritura nace de un exceso de intensidad?
Hombre, a mí me gustaría que ahora, con 56 años, ese exceso de intensidad se hubiera calmado un poco, pero lo he tenido muchísimo. Soy una tía muy intensa, la gente dice que con un 10% de mí, máximo un 15%, ya tiene suficiente. Soy un poco abrumadora y he tenido que aprender a estar sola para que la gente no me abandone, porque es una sobredosis. No soy una persona que deje a la gente muy tranquila, el rato conmigo es... todo el tiempo es así. Y que conste que yo me lo paso pipa conmigo, ¿eh? Pienso: ahora haremos esto, ahora leeremos aquello, ahora veremos esta película de Filmin que es buenísima.

¿Y qué estás leyendo ahora?
Un libro llamado El cerebro menopáusico de una neurocientífica. Existe una revolución cerebral muy bestia a partir de la menopausia. Y ves cosas, y sientes y te pasan cosas porque hay un cambio cerebral muy grande. Por tanto, es un renacimiento para la mujer. Creo que no nos enseñan a hacernos mayores porque lo basamos todo en una estética determinada, pero la madurez es interesante por su plenitud y tranquilidad. Lo de decir, puedo irme a vivir al mar sola. Puede hacerlo una tía de 50 años y ser feliz, y eso es así. Nuestra costa está llena. Si tu valor sólo es el deseo heteronormativo, tu valor quizás baja, pero si tu valor está con tu capacidad de pensar, de leer, y de disfrutar de la vida, la madurez es una edad maravillosa.
Antes has hablado de Marçal. ¿Qué otros referentes catalanes tienes?
Luego los referentes son muchos. Maria Mercè Marçal para mí es muy importante. También soy miembro fundadora de la Fundación Maria Mercè Marçal. Carme Riera me parece interesantísima, leer Te dejo, amor, el mar como prenda me marcó, pero después tengo interés por todas las escritoras que me rodean y que son contemporáneas mías. Desde la Najat El Hachmi a Marta Orriols. Me gusta mucho estar al caso de qué hacen mis contemporáneas y establecer diálogos, no entenderlas nunca como competencia sino como mujeres interesantísimas a las que conocer. Tener ocasión de admirar a mujeres que escriben en tu época es maravilloso.
Puedo decir, este libro de la maternidad número 27.779 que está haciendo ya no es para mí. Y no pasaría nada, porque no todas queremos ser madres,pero eso no significa que no respete mucho el hecho de ser madre, ni la literatura de madres
¿Y si sus obras no te interesan?
Sergi Pàmies me dijo una cosa: no digas nunca “este libro es malo”, di que este libro no está hecho por ti. Yo, por ejemplo, no he sido madre. Y hay muchas historias de madres que a mí pueden resultarme lejanas, o llega un momento que puedo tener suficiente, del tema de la maternidad. Puedo decir, este libro de la maternidad número 27.779 que está haciendo ya no es para mí. Y no pasaría nada, porque no todas queremos ser madres. Antes te he dicho que me gusta mucho Marçal, y ella escribió mucho, sobre la maternidad. Mi protagonista no es madre: ¿tiene una vida incompleta? Diría que no, pero eso no significa que no respete mucho el hecho de ser madre, ni la literatura de madres. De hecho, me parece maravilloso que se escriba al respecto, porque no se puede fagocitar por la imaginación masculina, o sea, es un tema nuestro y podemos reivindicarlo. Pero bueno, mujeres son muchas y no todas tenemos hijos.

Daniela llega a realizarse operaciones de estética, muchas. El mar le quiere igual, pero parece que como autora quieres decirnos algo.
Un día vi unas bailarinas preciosas, delgadas, estaban en mitad de un ensayo. Todas fumaban. La salud no importa mucho; todo el mundo sabe que fumar no es bueno, pero importa mucho la estética. Luego la estética existe un momento que se separa de la salud. Se banaliza mucho aquello, me he hecho un retoque, ¿no? Un retoque te lo haces cambiándote la camisa, cambiándote un pantalón que no te gusta. Luego lo de no aceptarte aunque tengas un cuerpo absolutamente funcional y sano. No quiero meterme en cómo cada uno gestiona su propia cosa, pero la búsqueda de la belleza es muy tiránica y normaliza cosas que quizás no son tan normales. Trato de educarme al respecto. No paro de ver anuncios de antes y después, vieja natural y vieja con botox. Y yo siempre digo, debo educarme para que me guste la vieja natural, debo educarme para que me guste más el antes que el después. Y lo estoy haciendo.
¿Estás en un momento de clarividencia o locura? ¿Vives el gran amor de tu vida o el gran error de tu vida?
¿El mar es Dios o está en la cabeza de la protagonista?
Esto es lo mejor de la literatura, que como lectora puedes decidir. Creo que sería un error responder a esta pregunta. Uno de los mejores momentos de mi vida como autora fue cuando una señora que se había leído mi novela La memoria del agua vino a decirme: "mira, guapa, tú no entiendes lo que ha pasado aquí. La protagonista lo que le ha pasado de verdad que tú no lo has explicado bien, no lo has entendido, es eso, y eso"Esto es lo más bonito que te puede ocurrir. Por tanto, que el mar sea para ti lo que quieras.
¿Hablar con el mar es comunión y armonía o es un síntoma de locura?
Nunca lo sabes hasta que ya ha pasado. ¿Estás en un momento de clarividencia o locura? ¿Vives el gran amor de tu vida o el gran error de tu vida? Se llama paradoja y todos estamos continuamente sometidos a ella. Ésta es la gracia de la vida.