Mary Nash es catedrática de Historia en la Universidad de Barcelona, y su especialidad es la historia de las mujeres y los estudios de género. Nos recibe en su despacho, rodeada de libros sobre mujeres y feminismo. No pierde el sentido del humor, pero se muestra firme a la hora de reivindicar los derechos de las mujeres.

Llegó a Barcelona, procedente de Irlanda, en 1968. ¿Cómo era entonces la situación de la mujer aquí? 
La verdad es que la situación, en relación con Irlanda, no estaba tan mal. Es cierto que el régimen había eliminado los principios de igualdad de la República y había establecido un sistema basado en la desigualdad y el ninguneo de la mujer, pero a la vez en los años sesenta aparecía una generación de mujeres inconformistas, dispuestas a luchar contra el régimen pero que también empezaban a tomar conciencia de su situación como mujeres. Eran mujeres que ya no habían vivido la guerra y que estaban dispuestas a avanzar.

¿Cómo estaba en la época el movimiento feminista? 
En los años sesenta y principios de los setenta, las mujeres iban tomando conciencia de que tenían un problema. Había un malestar, aunque no tenía nombre. Es durante los setenta que se empieza a dar nombre a una situación derivada del franquismo, pero también del sistema de valores. Las Jornadas Catalanas de la Mujer de 1976 marcaron el punto de partida del movimiento feminista consolidado.

¿En qué aspectos ha visto más mejoras en la situación de la mujer? 
Hay algunos aspectos en que la mejora ha sido rápida. El derecho a la igualdad en la educación, ahora no lo discute nadie. Y también se ha avanzado en las demandas relacionadas con el derecho al propio cuerpo, los anticonceptivos, la ley del divorcio... Parece que algunos de estos derechos están muy consolidados y no parece que sea posible hacer marcha atrás. El Partido Popular tuvo que retirar la reforma Gallardón...

A nivel mundial se está poniendo de manifiesto un problema gravísimo: el de la feminización de la pobreza

¿Y en qué aspectos ve menos progresos? 
Se sigue considerando que el cuidarse de los otros es un trabajo inherente a la mujer. Esta tiene que cargar con buena parte del trabajo de criar a los niños y de tomar cuidado de la casa. Y el crecimiento del porcentaje de personas mayores supone un incremento importante de las tareas de las mujeres. Los aspectos culturales vinculados a la familia son muy difíciles y lentos de cambiar. También hay problemas graves en el ámbito del trabajo remunerado: la mujer tiene problemas para llegar a la igualdad de salarios, no sólo aquí, sino en toda la Unión Europea. Y ahora, a nivel mundial, se está poniendo de manifiesto un problema gravísimo: el de la feminización de la pobreza.

¿La crisis ha generado problemas adicionales para las mujeres? 
La crisis ha acentuado la tendencia a confinar a la mujer a trabajos precarios o a tiempo parcial, y por eso el impacto de la pobreza es mayor sobre ellas. El recorte a las ayudas a la dependencia ha acabado por provocar un incremento del trabajo doméstico, que recae básicamente en las mujeres, y ha impedido que puedan progresar más en el mundo laboral.

¿Cómo ha evolucionado el movimiento feminista desde los setenta?
En los años setenta el movimiento feminista fue muy creativo y muy subversivo, y tuvo la capacidad de agrupar a mujeres de muchas sensibilidades políticas diferentes y de consensuar un programa de actuación común. A finales de los años ochenta ya era un movimiento más fragmentado. A medida que la administración fue asumiendo parte de las demandas del feminismo, el protagonismo de los movimientos feministas se redujo, en parte a causa de su propio éxito. Ahora es un movimiento dividido, y repartido con diferentes ámbitos, pero que tiene capacidad de obtener conquistas importantes.

Prefiere hablar de feminismos que de feminismo.
Siempre ha habido muchos tipos de feminismo. Ya al principio del siglo XX había un feminismo anarquista, un feminismo cristiano, un feminismo liberal... Y eso es bueno. Eso es la riqueza del feminismo. Justamente dentro del feminismo hay muchos debates, y hay muchas críticas a la homogeneización. Los medios de comunicación tienen tendencia a vender un canon de feminismo que es una caricatura. Por eso el feminismo tiene muy mala prensa. Hay chicas jóvenes que rechazan la etiqueta "feminista" pero que tienen un comportamiento plenamente feminista.

Siempre ha habido muchos tipos de feminismo. Y eso es bueno. Eso es la riqueza del feminismo.

Usted es especialista en estudios de género. ¿Qué evolución han tenido estos estudios?
Cuando yo empecé a trabajar temáticas de mujeres, a todo el Estado sólo éramos tres personas que nos dedicábamos eso. Ahora hay decenas de equipos, muy preparados. Y eso es una gran mejora. Ahora, una cosa me preocupa: hay cada vez más estudios de una gran calidad, sin embargo... ¿qué se hace de estos estudios? Hay un problema en la transmisión de estos estudios a la población y por eso su capacidad de cambiar comportamientos es muy limitada.

¿Cuáles son para usted, a día de hoy, los grandes problemas de las mujeres?
Una de las grandes plagas es la violencia machista. Siempre había existido, pero ahora se ha destapado; y eso que las muertes que aparecen a los diarios sólo representan los casos más extremos. Hoy en día sabemos más que nunca, sobre la violencia de género, pero no parece que tengamos herramientas capaces de combatirla. Incluso está presente entre los más jóvenes, y eso es un fracaso del sistema educativo. Hay arquetipos de feminidad y de masculinidad que se transmiten a través de los juegos, de las series y de las películas que refuerzan estos comportamientos. Por otra parte hay un problema gravísimo del mercado laboral, en el que las mujeres parecen confinadas a las posiciones más bajas y tienen problemas para acceder a los mejores trabajos. Finalmente, fuera de nuestra sociedad hay problemas muy graves, que acaban también repercutiendo en nuestra sociedad y que tenemos problemas para gestionar. Hay que avanzar hacia una sociedad de la diversidad.