El politólogo Manuel Arias Maldonado es el autor de Antropoceno: la política en la era humana (Taurus, 2018) un libro que ha tenido un gran eco en que defiende que vivimos en una nueva época geológica, porque en la actualidad el entorno está condicionado de forma determinante por las actividades humanas. Ha venido a Barcelona, para hablar del concepto de Antropoceno, invitado por la Escuela Europea de Humanidades del Palau Macaya, de la Caixa.

Arias Maldonado Júlia Catells Escola Europea Humanitats

¿Qué es el Antropoceno?

El Antropoceno define una época en la historia del planeta en la que se ha producido un cambio cualitativo. El ser humano se ha convertido en una fuerza ambiental global. Lo que hace el ser humano, en global, influye en lo que pasa en el planeta. Hay un acoplamiento entre las actividades humanas y la naturaleza, y el cambio climático sería una manifestación de eso.

¿Los científicos ya han asumido la existencia del Antropoceno?

El Antropoceno tiene una doble procedencia científica: la geología y los científicos del sistema terrestre. Los geólogos son los primeros que llamaron la atención sobre el Antropoceno, y hablaron de él como el sustituto del Holoceno. Los geólogos afirman que el impacto humano ya es visible en el registro fósil de la Tierra y que por eso ya se puede hablar de una nueva época geológica. Hay geólogos que piden que la Comisión Internacional de Estratigrafía reconozca oficialmente el Antropoceno como una nueva época geológica. Para que eso se haga realidad, tienen que presentar su informe con pruebas y la comisión tiene que aceptarlo. En el contexto de la geología hay un debate sobre la fecha de inicio del Antropoceno y esto depende de un marcador fósil visible en todo el planeta, global. Algunos geólogos hablan de los isótopos radiactivos de los ensayos nucleares, que en los años 50 ya se difunden por toda la Tierra y que serían reconocibles en el registro fósil. Pero el criterio está por decidir. Los científicos del sistema terrestre (procedentes de la hipótesis Gaya) dicen que el Antropoceno supone una ruptura respecto a las fases anteriores porque por primera vez el impacto humano afecta incluso a sistemas planetarios (como el clima). Antes sólo afectaba localmente…

¿Seguimos pues, sin consenso, sobre cuándo se puede considerar el inicio del Antropoceno?

Hay quien habla de la industrialización, que es el comienzo de algo que ahora seguimos experimentando. Pero incluso hay quien dice que la revolución neolítica ya pudo producir un cambio climático por la deforestación masiva…

El concepto de Antropoceno nos recuerda algo que habíamos olvidado, que somos criaturas terrenales

Arias Maldonado J. Castells Escola Europea d'Humanitats

¿Asumir que estamos en el Antropoceno, nos obliga a repensar el mundo?

Sí. Es un concepto genuinamente nuevo, pero constata una realidad que ya se venía intuyendo hace algún tiempo y por eso ha sido acogido con entusiasmo por las ciencias humanas. Pero en la medida que este impacto humano sobre el planeta crea riesgos, y riesgos globales, nos obliga a pensar nuestro lugar en el mundo. El concepto de Antropoceno nos recuerda algo que habíamos olvidado, que somos criaturas terrenales, que habitamos en un planeta cuyas características de habitabilidad pueden cambiar por efecto de la acción humana o por otros factores. Esta toma de conciencia planetaria ya es una nueva perspectiva sobre la vida social, sobre la humanidad.

La naturaleza como la entendíamos, una fuerza independiente del ser humano, ya no existe

La naturaleza, ¿todavía existe? Todo el mundo habla de ella…

Bueno, depende de lo que entendamos por naturaleza. La hipótesis del fin de la naturaleza precede al concepto de Antropoceno. Hay teóricos de la naturaleza que ya lamentaban el fin de la naturaleza, y también sociólogos como Anthony Giddens hablaban de ello. El Antropoceno refuerza la idea de que la naturaleza ya no existe. Pero esto hay que matizarlo. Porque el Antropoceno también recuerda que la naturaleza existe, y mucho. El calentamiento global puede acabar con nosotros, aunque sea un fenómeno socio-natural. El Antropoceno recuerda que el ser humano es una especie biológica. Ahora bien, la naturaleza entendida como una entidad que existe con independencia del ser humano ya no se puede sostener tan fácilmente, aunque sólo sea por el calentamiento del planeta y por la pérdida de biodiversidad generado por el hombre. La naturaleza como la entendíamos, una fuerza independiente del ser humano, ya no existe. El Antropoceno es un recordatorio de la pequeñez del hombre dentro del Cosmos.

Hay quién cree que la humanidad y sus tecnologías tienen la clave para superar cualquier problema de su entorno. ¿Usted estaría de acuerdo con esto?

No cualquier problema, pero sí muchos de ellos. Creo que la especie humana transforma el planeta y que lo hace por su naturaleza, no creo que pudiera dejar de hacerlo. El ser humano desborda su nicho ecológico, porque es especial dentro del reino animal. Esto nos hace excepcionales para bien y para mal, y esto implica una capacidad transformadora mayor que la del resto de animales (algunos transforman el medio de forma más limitada, como la nutria). Nuestro ingenio permite relativizar límites ecológicos que podían parecer insalvables. El uso de energías fósiles es una muestra de la capacidad del ser humano. Le permite hacer muchas cosas, pero produce calentamiento. Si sabemos movilizar los recursos, tenemos capacidad de grandes cambios. Por vía tecnológica, podemos resolver problemas graves, pero no todos lo que se nos presenten. Si el océano se acidifica, igual no podemos resolverlo.

¿Un colapso ecológico debido a las alteraciones de los ecosistemas es imposible, posible, probable o seguro?

Es improbable a medio plazo. A largo plazo es un ejercicio de futurología que no me atrevo a hacer. El colapso ecológico es un fenómeno catastrófico en el que la supervivencia del hombre estaría en peligro. Creo que puede haber alteraciones climáticas severas, pero que el hombre puede adaptarse a ellas disfrutando de situaciones de confort razonables.

No soy partidario de una visión esencialista de la naturaleza que la vea como una realidad separada de la realidad humana

¿Sería partidario, pues, del conservacionismo?

Depende de lo que entendamos por conservacionismo. Creo que es urgente la causa del bienestar animal, porque los animales están desvalidos ante el control humano del planeta. Y hay razones morales y estéticas que avalan la conveniencia de conservar lo que podamos dentro del planeta. Pero no soy partidario de una visión esencialista de la naturaleza que la vea como una realidad separada de la realidad humana. Defender una visión purista del medio natural casa mal con las evidencias científicas. Creo que se han de usar las tecnologías nuevas para la restauración ecológica, por ejemplo, la restitución de especies naturales, pero es inviable recuperar el medio como era. No creo que el hombre destruya el ámbito natural a propósito; hay un deseo social de conservarlo, pero al hacer otras cosas, el hombre destruye el ámbito natural. Pero creo que no es incompatible la conservación de la naturaleza con  las ciudades, con la tecnología, con la industria… El Antropoceno es un período reflexivo de nuestras relaciones con la naturaleza, es el mejor momento para el conservacionismo.

Empieza su libro hablando de Chernóbil. ¿Por qué es relevante Chernóbil?

Al principio de Antropoceno hablo de cómo la zona a la que estaba prohibido acceder por decreto gubernativo ha experimentado una espectacular recuperación natural: hay ciervos, jabalíes, pájaros… Esto demuestra la fuerza que tiene la naturaleza dejada a su libre curso. Nos explica la resistencia del medio natural. Pero también nos explica que, si bien lo nuclear es un riesgo para la naturaleza, la intervención del ser humano es peor. Es una metáfora que admite múltiples interpretaciones.

Los problemas globales exigen soluciones globales

¿Es posible gestionar la relación entre los humanos y nuestro entorno sin un gobierno global efectivo?

Es difícil. Los problemas globales exigen, en principio, soluciones globales y la cooperación de todos los actores implicados. Si China, Estados Unidos e India se desvinculan de las políticas medioambientales, no servirán de nada, como tampoco funcionarán si se desvincula África en conjunto. Pero el gobierno global, ni está ni se lo espera. Por eso necesitamos acuerdos internacionales. No podemos esperar a un gobierno mundial efectivo.

¿Cómo solucionarlo, pues?

En la política global nos encontramos que, ante la falta de una autoridad común con capacidad para gestionar sus acuerdos, sólo se llegará a pactos si es evidente que lo que puede venir es malo para los intereses de los diferentes actores. No hay policía global, no hay justicia global... Esto quiere decir que, para impulsar iniciativas, los gobiernos y las opiniones públicas deberán estar convencidos de hacer lo que se ha de hacer. Pero hoy, por fortuna, hay más sensibilidad que ayer. Hoy en día todo el mundo es más consciente de los peligros, y se está dando una visión correcta de la dirección a seguir. Hoy estamos más preparados que antes para que los gobiernos actúen en la dirección correcta, aunque serán inevitables retrocesos.

Tenemos que convertir el Antropoceno en una oportunidad para la modernización

¿Avanzaremos gracias al miedo?

Creo que es importante que la transición ecológica no se vincule sólo a un relato defensivo, sino también a una narrativa de progreso y esperanza. No hemos de ver en el futuro un escenario en que nos tendremos que sacrificar y abandonarlo todo. Tenemos que convertir el Antropoceno en una oportunidad para la modernización. Por ese camino será más fácil que los gobiernos compitan entre sí para tomar ventaja en esta carrera, aunque será complicado. Los problemas medioambientales dan una posibilidad de articular, no un gobierno global, pero sí una gobernanza global. El mundo científico ya es global, y las redes sociales ayudan a crear sentido de planeta.

¿Cabe la posibilidad de una “marcha atrás” en nuestra relación con la naturaleza a través de una reducción del consumo?

Caber, siempre cabe, porque la historia no está escrita, pero yo soy escéptico sobre esta posibilidad. Las sociedades sólo dan marcha atrás cuando se produce una catástrofe y, parece que paran para tomar impulso y después seguir adelante. El deseo de mayor confort es consustancial con el ser humano. Los decrecentistas apuestan por una concepción de prosperidad no tan vinculada a la posesión de bienes de consumo. Pero creo que esta opción tiene pocos visos de triunfar. La mayoría de los humanos desean aumentar su consumo… Las posibilidades de futuro están más bien en hacer sostenible la producción y el consumo a través de reducir el impacto ambiental de ambos.

¿Es posible una nueva relación con el entorno sin una revolución política teniendo en cuenta que el mundo actual es dominado por actores que pretenden maximizar la acumulación?

El mundo de hoy no está controlado por nadie. Hay actores muy diversos que están en conflicto. Y también hay actores que tienen una mayor sensibilidad por la relación con el medio, como lo demustran las movilizaciones masivas en contra del cambio climático. Y un cambio de sistema político: ¿Qué tipo de cambio sería? ¿Acabar con la democracia?

El ecologismo es un hijo de la riqueza

Entonces, ¿por qué apuesta?

Creo que hay revoluciones culturales que hacen posible modificaciones de nuestras relaciones con el entorno. En Alemania ha aumentado mucho el vegetarianismo y esto marca un camino que tal vez podría generalizarse. Este camino tiene mucho recorrido: hoy en día se prohíben los circos con animales, se cuestionan los zoos... El ecologismo tiene 50 años, es un movimiento joven, todavía. Creo que puede haber un refinamiento de nuestra relación con el mundo animal y con la naturaleza. Yo no sería pesimista. Todavía hay mucho por hablar y por cambiar. El Antropoceno recuerda que el ser humano es conservador y a la vez perturbador, por el solo hecho de ser humano. No podemos aspirar a un impacto cero. En realidad, creo que es más factible que se relacione de otra forma con el planeta una sociedad rica, que una pobre. El ecologismo es un hijo de la riqueza.

Ante la magnitud del problema, ¿de qué sirve publicar un libro como Antropoceno: la política en la era humana?

Sirve en la medida en que un libro es una parte de una conversación en la que se pueden introducir temas nuevos y puede inducir a los lectores a otra forma de contemplar la realidad. Hay nuevas subjetividades planetarias. Ya es un éxito que algunas personas sean conscientes de que viven en un planeta de cuyas condiciones dependen. Hay esperanza.