Siempre me he sentido fascinado por la rotonda subterránea de la parada de metro de Plaça Catalunya, el intercambiador que, entre el zumbido de la multitud (se calcula que pasan diariamente unas 60.000 personas), te permite moverte entre la Línea 3, la verde, y los Ferrocarrils de la Generalitat, o salir a la parte alta de la Rambla de Canaletes, donde todavía resiste el Restaurante Núria, bien cerca de donde el Musical Emporium, la histórica tienda de partituras, ha acabado convertida en un impersonal local de cambio de moneda para guiris. Barcelona és bona si la bossa sona.

No os puedo ayudar

Mi obsesión por esta rotonda empezó el día que, siendo todavía un proyecto de adolescente, hice uno de mis primeros viajes desde casa, en el barrio de Horta, al centro de la ciudad. Me acompañaba a mi amigo Jordi Mellado. Pelirrojo y pecoso, estaba fascinado con todo tipo de fenómenos paranormales.

Salíamos del metro, cruzábamos la rotonda cuando me soltó que justamente allí era donde se reunían todos los espíritus de la ciudad que no habían podido acceder ni al cielo ni al infierno. Almas en pena que buscaban un cuerpo para poseer. Me cagué. Me dijo que no me preocupara, que lo único que tenía que hacer para no ser okupado por un fantasma era cerrar los ojos y cruzar lo más rápido posible el intercambiador repitiendo interiormente: "no me poseas, no te puedo ayudar; no me poseas, no te puedo ayudar". Todavía ahora, cuando ya no creo en espíritus, lo hago.

La rotonda subterránea del metro de Plaça Catalunya se inauguró el 25 de octubre de 1968. En aquellos años y hasta inicios de la década de los 90, sus pasillos también daban acceso a la Avenida de la Luz, la primera galería comercial subterránea de Europa, escondida a las entrañas de las calles Pelai, la Rambla, plaza de Catalunya, la calle de Balmes y la calle de Bergara. Incluida en su EP, ¿Dónde estabas tú en el 77? (Tres Cipreses, 1984), Loquillo (o mejor dicho, Sabino Méndez) le dedicó una de las mejores perlas ocultas de su repertorio, 'Avenida de la Luz'.

A pesar de las diversas reformas que ha ido experimentando a lo largo de los años, el aspecto de la Rotonda ha cambiado muy poco, destacando su luminaria central que cuelga del techo y los seis murales de cerámica que adornan sus paredes proyectados por el ceramista Francesc Albors, que los elaboró en colaboración con sus alumnos de la escuela Massana.

Rock duro en la Rodona

Nacido en La Estrella, un barrio entre Moratalaz y el Puente Vallecas de Madrid, el año 1980 llegaba a Barcelona Jesús Pérez Martín, un joven guitarrista obsesionado con las bandas progresivas de la ona laietana: Iceberg, Máquina!, Orquestra Mirasol...

Cinco años más tarde lo siguieron sus hermanos Ras y Rober, bajista y batería respectivamente. Fue así cómo nació De Kalle, la banda de hard rock de los Pérez Martín (con el tiempo se sumaria a la aventura el cantante Gerard) que hizo de la Redonda de Plaza Catalunya su escenario.

de kalleDe Kalle actuando en la Rodona del metro de Plaça Catalunya

Entre medios de los ochenta hasta mediados de los noventa, la ruta de decenas de adolescentes barceloneses consistía en bajar a Plaça Catalunya, disfrutar de uno de los improvisados conciertos de De Kalle en el intercambiador, actuaciones formuladas a partir de versiones de bandas|lados como Led Zeppelin, The Cult, Deep Purple o Guns N'Roses, y finalizar la velada bebiendo cerveza o sangría a la Ovella Negra.

En una época en que las redes sociales estaban material de novela de ciencia-ficción, el intercambiador de Plaça Catalunya fue el Facebook, Twitter, Instagram y Youtube para De Kalle. El grupo se separó el año 1994 significados como una de las formaciones más populares de la ciudad, habiéndolo conseguido desde la base y fuera de todo circuito convencional. Dejaron un legado fonográfico de tres elepés, especialmente interesante el último de ellos: Underground (Practik, 1993), un doble álbum en directo grabado|registrado íntegramente a la Redonda.

Libros solidarios

Hoy día ya no suena rock duro a la Rotonda de Plaza Catalunya. De hecho ya no suena ninguna música, y si lo hace es la que brama distorsionada desde el móvil de un insolidario perforador de tímpanos. La cultura, sin embargo, no ha desaparecido del todo del intercambiador y en el rincón en que 30 años atrás actuaban De Kalle ahora hay una librería de segunda mano vinculada a la ONG Libro Solidario.

Esta es una entidad que destina el dinero que recauda a través de la venta de libros, discos y películas a personas en riesgo de exclusión social y situación vulnerable, con el fin de ayudarlos a cubrir los gastos de alimentación o el alquiler de su vivienda.

lo que hay que tener tomo wolfe

Enfermo de Diógenes cultural, siempre que ahora paso por el intercambiador, además de hablar con las almas que vagan en pena, paro a mirar los libros del puesto. Siempre acabo comprando uno o dos a uno, dos o tres euros. El otro día gané el premio gordo consiguiendo por tres euros una primera edición en castellano, la publicada por Anagrama el año 1980, de Lo que hay que tener de Tom Wolfe.

El espíritu de Tom Wolfe

Tom Wolfe era uno de los hombres más elegantes del mundo y también uno de sus mejores cronistas. Padre del nuevo periodismo, suyos son algunos de los mejores ensayos del siglo XX.

Una pluma privilegiada de la cual surgieron relatos tan fascinantes como Ponche de ácido lisérgico, La banda de la casa de la bomba y otras crónicas de la era pop (libro que dio pie a una de las mejores canciones de nuestro pop: 'La casa de la bomba' de los modfathers Brighton 64), La Izquierda Exquisita & Mau-Mauando en el parachoques, El nuevo periodismo y este Lo que hay que tener.

El libro en que nos descubre el seguimiento que durante 6 años Wolfe realizó de los astronautas que participaron de aquella Guerra de las Galaxies que mantuvieron durante décadas Estados Unidos y la Unión Soviética. Años después esta historia se llevaria la pantalla grande con una película titulada Elegidos para se la gloria.

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Rotonda de la parada de Metro de Plaça Catalunya. Foto: ACN

Tom Wolfe también lo probó, a pesar de que con resultados no tan sublimes, con la novela. Suyas son La hoguera de las vanidades, Todo un hombre, Soy Charlotte Simmons y Bloody Miami, novela que vino a presentar a Barcelona un día de diciembre de 2013. Todavía ahora no me lo creo pero, en uno de mis greatest hits profesionales, lo pude entrevistar.

Tom Wolfe murió el 14 de mayo de 2018. Aunque lo hizo en Nueva York, quizás fue su espíritu el que me llevó hasta el puesto de libros de segunda mano de la rotonda de Plaça Catalunya, y comprar un libro que había de tener.