Divagaba entre las estanterías con libros en la oficina cuando vi uno que hasta entonces me había pasado del todo desapercibido, con un título demasiado largo y, en definitiva, poco intuitivo: Si no fos per les síl·labes del dissabte, de la brasileña Mariana Salomão Carrara. Lo publica en catalán la editorial Les Hores, que por lo que sé se centra sobre todo en literatura escrita por mujeres. Han publicado, por ejemplo, a la norteamericana Rachel Cusk, reconocida porque ha escrito obras notables sobre su vida, a saber: el divorcio y la maternidad –¿qué más nos puede pasar en la vida? Muchas otras cosas, es solo una cuestión de edad: cuando tenemos veinte años descubrimos y soñamos, cuando tenemos treinta nos separamos y parimos, o sufrimos porque no nos emparejamos y no parimos, o sufrimos porque querríamos separarnos y no nos atrevemos. En el mejor de los casos, y, por tanto, en ausencia de diagnósticos malignos ni drogadicciones persistentes, el abanico de opciones de la treintena de una mujer es más o menos este. En cualquier caso, tengo pendiente la lectura de Rachel Cusk, con la certeza de que cuando me ponga a ello disfrutaré al menos un poco. Pero no ha ido por ahí, porque el libro de hoy era de otra autora también publicada en catalán por la editorial Les Hores, la ya mencionada Mariana Salomão Carrara. Os lo recomiendo.

'Si no fos per les síl·labes del dissabte', editorial Les Hores

Si no fos per les síl·labes del dissabte sigue este esquema previsible de las cosas que le suceden a una mujer de cierto estatus cuando tiene treinta años. Es decir, se enamora y le va bien, anticipa una vida conyugal exitosa que quizá ya empezó hace unos años. Y entonces, el desastre: su marido André muere en un accidente, le cae un hombre encima. No os anticipo gran cosa, porque esto ocurre pronto en la novela, y la protagonista enseguida se encuentra sola con una criatura que aún está por llegar. Al empezar a leerlo, me vino a la cabeza otro libro que tengo en casa, en este caso en edición castellana: Amor, de la noruega Hanne Ørstavik. Pensé en él porque la temática es parecida, otra mujer sola con una criatura. Pero si la protagonista brasileña nos despierta compasión, la noruega nos revuelve –y esa es la gracia. ¿Sabéis quién ha publicado Amor de Hanne Ørstavik en catalán? Lo habéis adivinado: la misma editorial Les Hores.

El punto de vista de Si no fos per les síl·labes de dissabte es el de una mujer inteligente, genuinamente molesta con la vida.

Enfadarse con la suerte

La depresión se apodera de la protagonista de Carrara. Cría a la niña, incluso llega a verse con algunos hombres, a lo largo de los próximos diez años. Lo hace de mala gana, ninguno es como André. Los amigos la han dejado de lado, hastiados de tanta tristeza que les contagia, y las amigas están bien instaladas en el abrazo de sus respectivos maridos, como lo estaría ella misma si al vecino de arriba no se le hubiera ocurrido tirarse al vacío justo cuando André salía de casa. En un momento determinado parece que despierta, se da cuenta de que no está ejerciendo de madre en el sentido amoroso del término. Sin el marido no tiene tanta gracia. Lo que hace atractiva la novela son las reflexiones que la protagonista y narradora comparte cuando nos explica todo esto: la relación con la vecina de arriba, viuda del suicida, el desencanto por el curso de los acontecimientos y también por el resultado de tanto duelo, que por mucho que lo afrontes es inevitable, pero no deja de ser un callejón sin salida, un pasaje oscuro. En cierto sentido, la mirada y el punto de vista de Si no fos per les síl·labes de dissabte son los de una mujer inteligente, genuinamente molesta con las desgracias de la vida. Amor, de Hanne Ørstavik, es otra cosa.

La noruega es una madre ausente, imperdonable: tiene un trabajo, tiene tiempo para su amante feriante, ¿por qué no se acuerda de su hijo?

En Amor de Ørstavik no hay duelo, sino una madre solipsista y obsesionada con la mirada de los hombres. Al menos, eso es lo que parece de entrada. Quien está solo es el hijo, que tiene ocho años. Se nos dice que la madre lo tuvo cuando era demasiado joven para emparejarse. La novela empieza y como lector no entiendes nada, pero a medida que avanzas sube como la nata: la madre noruega conoce a un feriante y se va con él; el hijo también va a la feria, pero por su cuenta, y acaba en la casa de otra niña. Hoy es el día de su noveno cumpleaños, y espera que la madre le haya hecho un pastel. La gracia de Amor es la tensión de las expectativas. No entiendes cómo es que la madre sigue en la furgoneta del feriante, no sabes qué hace el niño en casa de otra familia. Madre e hijo, buscan lo que les falta en otra parte: ninguno de los dos está en casa. Juzgamos a la mujer, pero el juicio da paso progresivamente a una curiosidad.

'Amor', editorial Les Hores

El intento más o menos fallido de construir un hogar

La noruega es una madre ausente, imperdonable: tiene un trabajo, tiene tiempo para su amante feriante, ¿cómo es que no se acuerda de su hijo? El padre del niño está vivo, pero no está en absoluto, aparece solo en los sueños de la criatura. Hay nieve por todas partes, y hace frío; la nieve y los fiordos son un hechizo para mí, siempre que leo literatura escandinava. En cambio, la madre brasileña y viuda de Carrara acude como es debido a las actuaciones del parvulario de su hija de nombre largo, tan largo como el título Si no fos per les síl·labes de dissabte. La casa donde vivía con André, el marido difunto, se mantiene intacta como un cementerio: las paredes le hablan de él, y la niña crece como si viviera en el tanatorio. El punto común entre las dos novelas es que ninguna de las dos madres acaba de estar presente, que ambas tienen la cabeza en otra parte. Al margen del abismo cultural, —me acordé de ese documental de los suecos que mueren solos en el bosque, obsedidos por una pulsión de individualidad—, en Noruega o en Brasil, todos intentamos (y a veces fracasan) construir un hogar.