Jason Reitman, el director de Juno o Up in the Air, parece haber descubierto el secreto de cómo homenajear la nostalgia boomer sin perder de vista que los tiempos han cambiado y que los adolescentes de los 80 estaban hechos de una pasta diferente de los de hoy. Lo demuestra a Cazafantasmas: más allá, película que este viernes 3 de diciembre llega a las salas de cine. Ni la fórmula de aquella bebida azucarada y oscura con burbujas es tan compleja como dar con la tecla justa para no caer en las trampas de la mirada a un pasado que no, no siempre fue mejor. Probablemente, ayude haber mamado desde pequeño los procesos creativos de su padre, el grandioso Ivan Reitman, director de clásicos como Los incorregibles albóndigas (1979), El pelotón chiflado (1981), Los gemelos golpean dos veces (1988), Poli de guardería (1990) o, evidentemente las dos entregas de Los Cazafantasmas (1984-89). Reitman hijo dirige, con producción y sabios consejos de Reitman padre, la tercera y (vete a saber si) definitiva entrega de una serie que tuvo, también, un menos afortunado acercamiento en clave feminista a Cazafantamas (Paul Feig, 2016).
Retorno al futuro
Es cierto que la peli habla el lenguaje de los boomers, de los que crecimos con aquel cine de los 80 hoy mitificado (con toda la razón): más allá del original, Cazafantasmas: más allá bebe muchísimo de la manera de hacer y de los universos propuestos por Amblin, la productora de Steven Spielberg que acogió maravillas como Retorno al futuro, Gremlins o Nuestros maravillosos aliados. Sin embargo, aparte de asegurarse la complicidad y la emoción de un público que ya ha superado la crisis de los 40, esta nueva aproximación fantasmagórica busca, y sabe conectar, con los críos de hoy.
Una de las claves es entregar el protagonismo a tres adolescentes fantásticos que, en algunos momentos, parecen reproducir las dinámicas de otro clásico Ambin, Los Goonies. Uno de ellos es Finn Wolfhard, uno de los protagonistas adolescentes de la serie Stranger Things, ejemplo de cómo mirar atrás también se puede indigestar, de tanto repetirse más que el ajo. Los otros dos, los fabulosos Logan Kim y Mackenzie Grace, llevan con Wolfhard el peso de la aventura a las espaldas: sobrados de carisma y empuje, los tres protagonizan momentos trepidantes (la persecución de un ectoplasma subidos al Ecto 1 está magníficamente resuelta) y de comicidad muy bien afinada.
Reiterando la relación directa entre Cazafantasmas: más allá y las películas dirigidas o producidas por Steven Spielberg, no es gratuito el dibujo de los protagonistas, una familia desestructurada marcada por la ausencia del padre, uno de los grandes temas recurrentes del cine del autor de E.T. El extraterrestre o Indiana Jones y la última cruzada. Aquí, esta carencia se vive por partida doble: por los dos adolescentes (Wolfhard y Grace) sin padre, y por su propia madre (Carrie Coon), que también tiene unas cuantas cuentas sin resolver con su progenitor, desaparecido años atrás. Los tres tienen que dejar su casa, bajo la amenaza de un desahucio inminente, para viajar hasta Summerville, un pueblecito de mala muerte perdido en medio de Oklahoma, después de heredar la granja del abuelo huido.
Cazafantasmas: más allá: vuelven a pasar cosas extrañas. Foto: Arxiu Sony
Atrapados en el tiempo
La pareja formada por Carrie Coon (enorme actriz con carrera disparada después de la serie The Leftovers) y Paul Rudd (el Ant-Man de Marvel) también juega a favor de la obra. Rudd tiene uno de los mejores momentos de la peli, compartiendo set-piece en un supermercado con uno de los personajes más recordados del primer Cazafantasmas. Pero los guiños a los filmes originales no se acaban nunca: desde la música de Elmer Bernstein (y, sí, la popularísima canción de Ray Parker Jr. también suena), a algunos cameos, no sólo o no necesariamente de actores. Por cierto, aguantad hasta el final de los créditos: las escenas sorpresa no son exclusivas de Marvel.
Aceptando el debate de si toda esta colección de homenajes está en función del relato o si es una apelación demasiado fácil a la nostalgia, este texto defiende una más que satisfactoria mezcla de las dos premisas. Ahora bien, por encima de todo, y aquí no hay espacio para las dudas, Cazafantasmas: más allá se convierte en un precioso y emotivo homenaje a Harold Ramis, que, presente en espíritu a lo largo de todo el metraje y desde el más allá del título, se convierte uno de los grandes protagonistas del filme.
No hay que olvidar que Ramis, aparte de ser uno de los cazafantasmas originales, fue colaborador y amigo íntimo de Ivan Reitman (quien lo definía como mi hermano listo) durante media vida. Y aquí la influencia de Reitman padre y la complicidad de Reitman hijo escriben una carta de amor póstuma a quien fue director, tampoco lo olvidemos nunca, de la magistral Atrapado en el tiempo. Muerto el año 2014, a Ramis va dedicada una película que, en el fondo, también va dedicada a toda aquella generación que no deja, que no dejamos, de dar el coñazo con aquel cine de los ochenta que nos hizo como somos.