Catania (reino de Sicilia), 26 de diciembre de 1402. Hace 620 años. Blanca, segunda hija de los reyes Carlos III de Navarra y de su esposa Leonor de Castilla, era casada con Martín el Joven, rey de Sicilia e hijo y heredero del conde-rey catalán Martín I. La unión matrimonial de Blanca (1387) y Martín (1376) formaba parte de la tradicional política de acercamiento entre las cancillerías de Pamplona y de Barcelona que se había iniciado durante el siglo anterior. Blanca, por su posición ordinal, no estaba destinada a reinar, pero una rocambolesca sucesión de acontecimientos la sentarían en los tronos de Catania y de Pamplona (como reina vicaria o como reina titular) y, si las circunstancias le hubieran sido favorables, se habría podido sentar en el trono de Barcelona y ser la continuadora de la estirpe Bellónida después de la muerte de Martín I.

Martí I, Martí el Jove i Maria de Sicilia (primer suegro, primer marido y predecesora de Blanca). Font MNAC y Storia della Sicília
Martín I, Martín el Joven y María de Sicilia (primer suegro, primer marido y predecesora de Blanca) / Fuente: MNAC y Storia della Sicília

¿Quién era y de dónde venía Blanca?

Blanca era la segunda descendiente de la familia real navarra. Pero aquel trono y aquella corte vivían en una situación política muy precaria. Navarra era de iure un dominio independiente, pero era de facto un estado satélite de Francia. Y en aquel contexto de amenazadora incertidumbre, que ya venía de la época de los bisabuelos de Blanca (mediados del siglo XIV), la cancillería de Pamplona había tejido alianzas y complicidades con otros vecinos para contrarrestar el asfixiante acoso francés. Eso explicaría el pacto entre Pamplona y Barcelona para casar a Juana, la hermana mayor de Blanca y heredera al trono navarro, con Martín el Joven, heredero en el trono catalanoaragonés. No obstante, las presiones de París obligarían a Carlos a deshacer el trato con Barcelona y en su lugar presentar a Blanca, que sería la que acabaría compartiendo las sábanas con Martín.

¿Qué hacía Martín el Joven en Sicilia?

Es importante conocer cómo Martín ganó el trono siciliano. Y hay que retener aquel episodio, porque explica todo lo que le pasó a Blanca y apunta hasta dónde podría haber llegado. En 1382 (cuando Blanca todavía no había nacido), el conde-rey Pedro III ordenó el secuestro de su nieta María (Catania, 1363), reina titular de Sicilia, para casarla con su nieto Martín el Joven (Perpinyà, 1376). Aunque no se sabía que Juan, hijo de Pedro III y futuro Juan I, moriría sin descendencia masculina (1396); que Martín el Joven moriría prematuramente sin descendencia legítima (1409); y que Martín I, el otro hijo de Pedro III y padre del Joven, moriría dejándolo todo patas arriba (1410), Pedro asentó los cimientos para incorporar, definitivamente, Sicilia al edificio político catalán. María y Martín fueron casados en 1390 y el Joven se convertía en rey consorte de Sicilia.

Carlos III, Juan II y Carles de Viana. Fuente Bibliothèque Nationale de France, MNAC y Enciclopedia de Navarra
Carlos III, Juan II y Carlos de Viana / Fuente: Bibliothèque Nationale de France, MNAC y Enciclopedia de Navarra

¿Cómo gana Blanca la primera corona?

María, la antecesora de Blanca, murió en 1401, sin descendencia superviviente: había tenido una criatura, Pedro (1394), que había muerto prematuramente (1400). Y Martín el Joven —y, entonces, también el Viudo— aprovechó que María no tenía ni hermanas ni cuñados y, en un golpe de autoridad (y con las armas catalanas retronando delante de los puertos de Sicilia), se hizo coronar rey titular. Se completaba, de una manera brusca pero efectiva, el proyecto de Pedro III, y la cancillería catalana se conjuraba para encontrar a una segunda esposa para Martín, que desde la muerte de su tío Juan I y la coronación de su padre Martín I (1396) ya era el heredero al trono de Barcelona; y que tenía que garantizar la sucesión de la corona. Es en aquel momento que entra en juego Blanca, que se convierte en reina consorte de Sicilia y en esposa del futuro soberano de Barcelona.

Blanca, la olvidada

Martín murió de la forma más absurda y en el instante más inoportuno (1409). Pero, a pesar de todo, si la cancillería de Barcelona hubiera actuado con celeridad e inteligencia, la historia se habría ahorrado el Compromiso de Caspe (1412). El recurso para evitarlo consistía en nombrar a Blanca heredero en el trono de Barcelona. Blanca era la viuda de Martín y la madre de su difunto hijo Martín. Y tenía una gran experiencia de gobierno que había adquirido como reina vicaria durante las largas ausencias de Martín. Y, si bien es cierto que no era una Bellónida de sangre, también lo es que este obstáculo se habría podido resolver casándola con un barón de una rama menor del Casal de Barcelona. No habría sido la primera vez que pasaba. En Polonia, en Hungría o en Castilla —para citar tan sólo tres ejemplos— ya se había hecho con anterioridad para evitar una guerra civil.

Representación de la coronación de Blanca como reina de Navarra. Fuente Museo del Prado
Representación de la coronación de Blanca como reina de Navarra / Fuente: Museo del Prado

De Catania a Pamplona, mirando a Caspe de reojo

Por qué nadie reparó en esta posibilidad (ni siquiera su suegro) tenía varias explicaciones. La primera era la tradición patriarcal catalana. Desde Almodís de la Marca (1071), ninguna mujer había sido soberana titular del conglomerado territorial de los Bellónidas. Y la segunda, más importante todavía, era que entre las potentes clases mercantiles catalanas y valencianas había arraigado el convencimiento de que los Bellónidas eran una estirpe agotada que ya tocaba a su fin. No era tanto la imposibilidad de engendrar y criar a un heredero varón, sino la incapacidad de los dos últimos Bellónidas (Juan I y Martín I) para afrontar la crisis sistémica provocada por la peste negra (1348-1351) y el cambio de era que se avistaba. Y en la cancillería, todo se fio a la legitimación de Federico, hijo de la relación extramatrimonial del difunto Joven con la siciliana Tarsia Rizzari.

Blanca, reina de Navarra

Juan I, con su actitud pasiva en la crisis de los Pogromos (1391), con su política exterior entregada a los enemigos de Barcelona y con su administración real carcomida por una escandalosa trama de corrupción, cavaría la tumba de la estirpe nacional catalana. Y de Martín I, ya no hay que decir nada. No fue capaz ni de engendrar a un nuevo heredero (con su segunda esposa Margarita de Prades), ni de culminar la legitimación de Federico (el hijo del Joven y de la Rizzari), ni de nombrar sucesora a Blanca, probablemente la carta más segura. Se murió con toda la colada en el lavadero. Blanca, que había sido previamente nombrada heredera al trono de Pamplona (1412), que se había casado en segundas nupcias con Juan de Trastámara, futuro Juan II (1419), y que había sido madre de Carlos de Viana (1421), era coronada reina titular de Navarra (1425).