Bad Bunny actuará en el descanso de la próxima Super Bowl, que tendrá lugar el 8 de febrero de 2026 en el Levi’s Stadium de Santa Clara, California. Esta confirmación llega después de meses de rumores y expectación, y se convierte en una de las citas más significativas de su carrera —tanto por la magnitud del escenario como por el contexto: el artista puertorriqueño ha decidido no incluir ninguna ciudad de Estados Unidos en su gira mundial Debí Tirar Más Fotos (2025-2026), precisamente por miedo a operativos del servicio migratorio norteamericano, la Immigration and Customs Enforcement (ICE) y las consecuencias que eso podría tener para el público latino, especialmente aquellos en situación vulnerable.

Bad Bunny ha declarado que este espectáculo representa mucho más que una actuación musical: es un tributo a su pueblo, a su cultura y a la historia que le ha precedido.

El anuncio oficial se hizo este domingo durante la retransmisión del Sunday Night Football, revelando que Bad Bunny será el encargado del halftime show de la Super Bowl LX, con el apoyo de Roc Nation y como evento patrocinado por Apple Music. El artista ha declarado que este espectáculo representa mucho más que una actuación musical: es un tributo a su pueblo, a su cultura y a la historia que le ha precedido. Aunque Bad Bunny ya ha actuado en una Super Bowl antes (como invitado con Shakira y Jennifer López en 2020), esta será su primera vez como cabeza de cartel del descanso del partido.

Una dicotomía que genera debate

Uno de los aspectos que más ha llamado la atención alrededor del anuncio es que, a pesar de esta actuación gigantesca en Estados Unidos, su gira mundial no incluye paradas en el continente norteamericano. Bad Bunny ha declarado que una de las razones fundamentales de esta decisión es el miedo a que agentes de ICE (Immigration and Customs Enforcement) puedan estar presentes fuera de los recintos de conciertos, generando riesgo para fans con estatus migratorio crítico, familias de doble estatus y personas que simplemente pueden sentirse inseguras ante posibles registros o detenciones. Él mismo ha asegurado que esta decisión “no es por odio o enemistad con Estados Unidos, sino una medida preventiva, un acto de responsabilidad hacia sus seguidores”.

Bad Bunny tiene la oportunidad de convertir este momento en mucho más que un espectáculo musical. Es una plataforma enorme para expresar orgullo cultural, identidad, y también para denunciar situaciones de injusticia o desigualdad.

Esta dicotomía —por un lado no hacer conciertos en Estados Unidos por motivos de seguridad y, por otro, aceptar una actuación masiva como la Super Bowl— ha generado debate. Algunos críticos han señalado una aparente contradicción, mientras que muchos otros defienden que el escenario de la Super Bowl puede ofrecer una oportunidad única para llevar un mensaje más amplio, para visibilizar la situación de las comunidades latinas y plantear preguntas sobre el control migratorio, la presencia institucional y el miedo del Estado. También hay quienes apuntan que el compromiso de Bad Bunny con su público se mide no solo en el reconocimiento global, sino en adoptar decisiones que protejan a los seguidores y aseguren que la música no genere riesgos innecesarios. Esta actitud le ha distinguido como una voz que va más allá del escenario, con posiciones claras en cuestiones sociales y políticas.

El hecho de que Bad Bunny sea el cabeza de cartel del halftime show tiene implicaciones: millones de personas lo verán, tanto en directo como por televisión y retransmisión en línea, y el artista tiene la oportunidad de convertir este momento en mucho más que un espectáculo musical. Es una plataforma enorme para expresar orgullo cultural, identidad, y también para denunciar situaciones de injusticia o desigualdad. También abre la puerta a preguntas prácticas: cuánto cobrará, cómo gestionará la producción la seguridad del escenario, del público y del entorno; qué mensajes o estética aportará para reflejar su elección de no hacer conciertos “normales” en Estados Unidos por motivos de ICE; cómo reaccionará el público y la comunidad artística; y hasta qué punto podrá mantener esa coherencia entre postura política y acción artística.