El término “mochila o equipaje emocional”, que viene del mundo anglosajón, hace referencia a aquellas personas que se ven lastradas en su día a día por un trauma u otras experiencias negativas que han tenido en su pasado.

Todos cargamos con situaciones de este perfil, pero en algunos casos se puede volver un problema patológico que afecta al estado de ánimo de una persona y que le impide seguir avanzando en la vida. De esta forma, esas experiencias determinan la forma en la que se perciben a sí mismos, su reacción ante los sucesos cotidianos, su bienestar físico y psíquico y sus relaciones con los demás.

Cómo se crea una mochila emocional

Las experiencias generan emociones que se almacenan en nuestra memoria. Cuando una emoción no se procesa de manera correcta, cualquier estímulo puede reconstruir un patrón en el pensamiento asociado con ese evento traumático, generando a su vez un bloqueo. Algunos expertos las califican de emociones atrapadas o reprimidas y pueden expresarse como resentimiento constante, aumento del estrés y la ansiedad, reacciones exageradas, fatiga o depresión.

Qué dicen los estudios

Es importante señalar que prácticamente todas las personas experimentan algún tipo de trauma en su vida. Como recogió este estudio llevado a cabo en todo el mundo por expertos de diferentes universidades, más del 70 % de las personas habían estado expuestas a un evento traumático y el 30,5 % a cuatro o más, derivados de experiencias como la muerte de un ser querido, una ruptura, un gran cambio de vida, la pérdida de un trabajo o una experiencia de violencia o discriminación.

Cuando se trata de una experiencia extremadamente abrumadora, como un trauma, el cerebro codifica los recuerdos traumáticos como imágenes o sensaciones corporales. Cuando estos fragmentos sensoriales permanecen en la mente y no se procesan de manera adecuada, interrumpen el proceso de recuperación natural del cerebro. Esto ocurre, por ejemplo, en las personas que padecen trastornos de estrés postraumático.

Hombre triste / Unsplash
Hombre triste / Unsplash

En esta investigación llevada a cabo en Finlandia, los expertos descubrieron que diferentes emociones estaban asociadas con diferentes sensaciones corporales que generalmente eran las mismas para los participantes en todos los ámbitos. Por ejemplo, la ira, el miedo y la ansiedad mostraron una mayor actividad en el pecho y la parte superior del cuerpo.

Estas emociones también pueden impulsar el sistema nervioso simpático a crear una respuesta rápida en el cuerpo. Por eso el corazón late más rápido o los músculos se tensan cuando una persona se pone nerviosa o estresada. Además, también se concluyó que la intensidad de un sentimiento se relacionaba directamente con la intensidad de las sensaciones físicas y mentales.

Pero, ¿de qué forma se pueden liberar estas emociones reprimidas? En los casos en los que resulta de alguna manera incapacitante y afecta a la vida de una persona impidiendo que se desarrolle de una manera normal, es necesario acudir a un especialista que ayude a reconocer estos sentimientos, trabajen con el trauma y ayuden al enfermo a reincorporarse a su vida. En el día a día, para cualquier persona, es importante conectar con las emociones que nos provocan los acontecimientos, intentando identificarlas y comprenderlas para digerirlas de una manera saludable.