El historiador y político Ferran Mascarell i Canalda (Sant Just Desvern, 1951) es un buen conocedor de Barcelona, un conocimiento que ha ido acumulando a lo largo de los años en una combinación de su trayectoria profesional y política que ahora ha tomado la forma de un libro que quiere ser, según el propio autor, “un homenaje no condescendiente” a la ciudad. Barcelona. Una Immersió ràpida (Tibidabo Edicions, 2025) es, pues, un conjunto de reflexiones sobre la ciudad a modo de “guía conceptual”, en el que se marca el “carácter profundo de la ciudad” como “ciudad luchada”, frente al concepto de “ciudad regalada” que aplica a Madrid.
Mascarell fue conseller de Cultura en un breve período de 2006 con Pasqual Maragall y uno más largo entre 2010 y 2016 con Artur Mas; concejal del Ayuntamiento de Barcelona también en dos etapas, entre 1999 y 2006, con el PSC, donde tuvo responsabilidades de gobierno como concejal de Cultura, y entre 2019 y 2023, donde estuvo en la oposición en el grupo municipal de Junts per Catalunya, además de delegado del Govern en Madrid y diputado en el Parlament de Catalunya. Esta trayectoria política, precisamente, le da el bagaje necesario para articular un discurso sobre una Barcelona que tiene, como principal reto actual, el de “aprender a mirar el conjunto de Catalunya y actuar sabiendo que la solución de sus problemas son también la solución de los problemas del conjunto de los pueblos y ciudades de Catalunya”
Señor Mascarell, usted ha estado activo en política municipal, como concejal de gobierno con el PSC y después como concejal en la oposición con Junts. Escribir un libro sobre Barcelona después de esta implicación política, ¿es un reto fácil o es precisamente más difícil por eso?
Facilita las cosas. Mis trabajos me han permitido conocer muchos ángulos de la ciudad, casi todos los detalles, las organizaciones, las personas. Eso evita repetir los tópicos. He tenido ganas de hacer un homenaje no condescendiente, un homenaje no frívolo; crítico sobre la ciudad. Ese es el punto de partida porque a mí la ciudad me ha dado muchas cosas. Y encuentro que el hecho de que me las haya dado tiene que ver con el carácter de la ciudad. Penetrar en el carácter de la ciudad, entender las lógicas internas, lo que va más allá de una sola generación, lo que finalmente ha ido constituyendo el hilo conductor de la ciudad generacional durante prácticamente veinte siglos es lo que me apetecía y es lo que he intentado.
Si este es el punto de partida, una vez escrito ¿cuál es el punto de llegada?
El punto de llegada es una conclusión que viene a decir algo así como que la ciudad va a donde se la lleva. Si miramos la ciudad como un cuerpo que va donde quiere, mal, debemos saber a dónde la llevamos. Y además, la historia de la ciudad demuestra que cuando se la lleva, la ciudad se hace a la medida de las personas. Porque normalmente en Barcelona las cosas van bien cuando la gente que vivimos allí la llevamos, es decir, nos comprometemos. Barcelona es el resultado de muchos compromisos de la ciudadanía en forma esencialmente de sociedad civil y en forma de gobiernos democráticos. Cuando la sociedad civil funciona, tiene convicción sobre la ciudad y, además, al lado tiene un gobierno democrático bien entrelazado, la ciudad siempre ha dado cambios de escala muy importantes sin perder un elemento que aquí he puesto insistentemente de relieve, que es la escala humana. Este juego entre cambiar la escala pero no perder la escala humana, la escala de proximidad, la ciudad transitable, la ciudad de los barrios, la ciudad que a ti te hace sentir protagonista es una de las características principales de la ciudad de Barcelona.
Dice que la ciudad se ha de llevar, pero en el fondo la ciudad también es una especie de ser vivo. En algún momento del libro se refiere a ella como un animal que late. ¿Puede pasar que la ciudad se escape del control de los ciudadanos?
Sí, sobre todo en ciudades como Barcelona. Las ciudades son sus ciudadanos pero también todo lo que la rodea. ¿Y qué la rodea? Presiones internacionales, fondos buitre, poderes superiores. El Estado es un poder superior que le asigna unas funciones a Barcelona que no son necesariamente las que convienen a la gente de Barcelona. Por lo tanto, sí, a la ciudad es bueno que se la lleve, y sobre todo ciudades como Barcelona, que son ciudades que nunca han tenido una relación fácil con el poder político superior, y ahora, tampoco con los fondos internacionales superiores. Por lo tanto, en este juego es donde está el éxito o el fracaso de la ciudad.
A la ciudad es bueno que se la lleve, y sobre todo ciudades como Barcelona, que son ciudades que nunca han tenido una relación fácil con el poder político superior"
El subtítulo del libro es Una immersió ràpida. Quizás alguien pueda pensar que estamos hablando de una guía de Barcelona, de recomendaciones para visitantes y no lo es. ¿Qué le diría a alguien que piensa que este libro es una guía?
Que lo lea sin buscar una guía turística, no es una guía turística. Es una guía conceptual, una introducción al carácter profundo de la ciudad. Quien lo lea podrá ver algunos factores que caracterizan Barcelona y algunos de los atributos que la ciudad tiene. Por ejemplo, esta es una ciudad donde lo que ha tenido siempre importancia es el talento de la gente. El segundo elemento es que Barcelona es una ciudad de gente que la ha luchado. Nunca nadie le ha regalado nada a la gente de Barcelona. A no ser que consideremos que fue un regalo que el emperador romano de turno decidiera amurallar este territorio. Pero el emperador desapareció y la continuidad de la muralla, la ampliación de la muralla y la destrucción de la muralla, todo esto se lo hicieron los barceloneses. Pero, además de ciudad luchada, es una ciudad trabajada. Aquello que se decía en el siglo XIX, que los barceloneses sacaban pan de las piedras, no se decía por casualidad. Aquí no había petróleo, no había carbón. Había la gente y su talento, su capacidad comercial, que era un elemento que caracterizaba la ciudad. También la diversidad. Quien lo lea verá que este miedo que tenemos a la diversidad, teóricamente deberíamos perderlo, porque Barcelona ha demostrado que la diversidad es un factor consustancial a la propia ciudad. Nunca ha sido una ciudad de una sola vértebra civilizatoria. Siempre ha habido grupos muy diferentes conviviendo en la ciudad. Y más modernamente también verá cómo la ciudad apostó por la democracia, ante esta especie de nacionalismo populista que abunda en tantos lugares, Barcelona demostró que la democracia le sienta bien. Y al final de todo hay apuntados unos cuantos retos. Por lo tanto, no encontrará una guía, encontrará un escáner profundo sobre la ciudad.
Una imagen que utiliza mucho es la de Barcelona como palimpsesto, es decir, un documento reescrito y reutilizado. En la presentación del libro, el president Mas también hablaba mucho de sedimentos, sustratos... Barcelona, en definitiva, ¿se ha hecho capa a capa?
Sí, es la idea de que es una ciudad reescrita muchas veces, para señalar que no nos debería extrañar, no nos debería sorprender que ahora fuera uno de estos momentos de reescritura. Deberíamos perder el miedo a reescribir la ciudad. Los barceloneses de 1840 decidieron reescribir la ciudad, básicamente porque en la ciudad de las murallas ya no cabía la gente, era una ciudad imposible de vivir si no se derribaban. Las murallas no las derribó ningún poder superior, las derribó la voluntad de la gente. Incluso fueron con picos y palas a derribar las murallas porque dijeron basta. Ahora hay otras murallas que la ciudad tiene que derribar. Yo al final digo que la muralla más importante que en estos momentos tiene Barcelona para derribar es la muralla de la conexión, la conectividad con el conjunto del país. Tiene que superar la idea de que es Barcelona y su área metropolitana y el país es otra cosa. Barcelona, área metropolitana y país, con todas las áreas metropolitanas que se han instalado, es una sola unidad conceptual. El turismo no se resuelve solo diciendo que no lo queremos en Barcelona, porque quizás Barcelona no quiere tanto, pero quizás le va estupendamente bien al conjunto del país. El juego tiene que ser de capital frente a país y de país que ve el papel de la capital. Esto a Barcelona le irá bien, pero le irá bien al conjunto de Catalunya.
Los barceloneses de 1840 decidieron reescribir la ciudad, básicamente porque en la ciudad de las murallas ya no cabía la gente, era una ciudad imposible de vivir si no se derribaban. Ahora hay otras murallas que la ciudad debe derribar"
Hay otra idea que repite, que es la de servidor central de una Catalunya de ciudades. ¿El área metropolitana se ha quedado pequeña?
No es que se haya quedado pequeña, simplemente que ya no es solo el territorio con el que interactúa preferentemente. Los novecentistas hablaban de la Catalunya-ciudad. Fue una parte fundamental de la teoría de aquel tiempo. Como estamos hablando nosotros del servidor central, ellos hablaban de la Catalunya-ciudad como imagen que servía para decir: queremos que el conjunto de Catalunya tenga bibliotecas, teléfonos, buenas carreteras y electricidad. Eso es la Mancomunitat. Aquella Catalunya-ciudad lo que quería era que a todo el territorio llegara el progreso que Barcelona ya expresaba. Lo que tenemos a estas alturas es una Catalunya de ciudades, no es una Catalunya-ciudad que mira a Barcelona, porque Barcelona vaya más adelante que el conjunto del país. El conjunto del país tiene el mismo estándar. Se pueden equilibrar cosas, pero tiene un estándar similar al de Barcelona y, por lo tanto, el país debe mirarse como un conjunto de movilidades, incluso para resolver los principales problemas. El problema del turismo que decíamos, es un problema para Barcelona, pero no lo es para otros lugares, que viven de él. Hay que encontrar un buen equilibrio entre una cosa y la otra. Barcelona es una buena puerta de entrada. El problema de la vivienda no se resuelve solo mirando a Barcelona. No modernizar Rodalies es un gravísimo problema, porque a estas alturas Catalunya, con una movilidad bien engrasada, bien articulada, tendría bastantes menos problemas desde el punto de vista de la vivienda, desde el punto de vista de la productividad económica, desde el punto de vista incluso del bienestar. Que todo sea un espacio interconectado del que Barcelona puede ser un gran servidor central, no el único, porque por suerte ya no funciona con un único servidor.
En estas piezas que hay que encajar hay una constante que es cómo encaja Barcelona en el Estado o cómo encaja en un Estado que no ha querido nunca que Barcelona sea como es. ¿Cuál es el problema que ha tenido Barcelona con el Estado o el Estado con Barcelona?
He dicho que hay ciudades luchadas, en el caso de Barcelona, y yo digo en el texto que hay ciudades regaladas. Madrid es una ciudad regalada. No hablo de la gente que vive en Madrid, hablo del concepto ciudad. Es una ciudad que en un momento determinado un rey dijo aquí pondremos la capital del Estado. Esa capital del Estado se ha convertido en una especie de distrito federal, estatal. Yo he vivido allí cuatro años, y se ve, si vas con curiosidad y tienes preocupaciones políticas, lo ves. Esa ciudad es básicamente la representación del poder del Estado. La gente que trabaja en los organismos públicos, la gente que trabaja en el entorno público español, ha hecho de Madrid un lugar especialmente beneficiado con inversiones, lo sabemos, con dedicación política, con interés de centralidad. Si buscas la inteligencia artificial y preguntas qué caracteriza a Barcelona te dicen creatividad. Mira, coincide con lo que pensamos. Si preguntas qué caracteriza a Madrid dice centralidad. La inteligencia artificial dice centralidad.
Que no es solo geográfica.
No, es centralidad política que vacía todo lo que toca. La idea de vaciar España es cierta. Ahora, en ese vaciar España hay algo que está doblemente vaciado, triplemente vaciado, cuatro veces vaciado, que es Catalunya y, específicamente, Barcelona. ¿Cómo lo hace Madrid? Cuando digo Madrid, digo el Estado. Con la no inversión. En Madrid invierte un 200% cada año y en Barcelona, como en el conjunto de Catalunya, se quedan en el 30, el 32%. No inversión, déficit fiscal, no finalización de las infraestructuras... Hace 30 años que oigo hablar del corredor mediterráneo, de la ampliación del aeropuerto... Aun le diré una cosa más, en términos de renta, Barcelona es una ciudad en la que la renta per cápita personal, no digo la general, no digo la global, sino la personal, la familiar, lleva unos 20-25 años frenada, desde 2008. Madrid, en este periodo, ha crecido en la renta familiar aproximadamente un 20% por encima de la catalana. La renta familiar en Madrid es un 20% más alta que la catalana. Esto ha pasado en aproximadamente 30-40 años de vida democrática. ¿Por casualidad? ¿Por qué los catalanes hemos dejado de trabajar? ¿Por qué ahora no somos tan trabajadores como éramos? No, porque el Estado no es neutral. Y cuando el Estado no es neutral, esto se nota. Barcelona es una ciudad que tiene una capitalidad histórica, política, profunda, que es la catalana, que no se quiere reconocer, y hasta dentro de Catalunya hay partidos que no le dan significación, cuando es el gran cojín que tiene nuestro país, este vínculo entre ciudades, este vínculo profundo, este vínculo que nosotros llamamos catalanismo. El catalanismo es un nexo que si está bien engrasado y bien articulado, la gente que llega sabe dónde vive. Si el nexo está desengrasado, la gente que llega no sabe dónde vive. La catalanidad es la lengua, es el espacio público, es la democracia. Son un conjunto de reglas del juego que Catalunya ha ido construyendo prácticamente desde principios del siglo XIX. El valor del trabajo, el valor de la convivencia. Todas estas cosas, este nexo, la capitalidad, todo esto es lo que justamente el Estado intenta destruir permanentemente. El Estado no es neutral. Y una ciudad en el siglo XXI necesita un buen Estado detrás. El principal problema que tiene Barcelona es que detrás no tiene un buen Estado. No podemos decir que la ciudad está estancada o que la ciudad no va bien, no es un problema de la actitud de los barceloneses.
Uno de los principales problemas que tiene la ciudad ahora mismo es el de la vivienda. El alcalde Collboni insiste mucho en la voluntad de garantizar el derecho de los barceloneses a quedarse en la ciudad. Tenemos problemas de falta de vivienda, de precios de alquiler, del uso turístico. ¿Cuál es la solución?
Los barceloneses tenemos derecho a quedarnos en la ciudad. Pero la ciudad, que yo sepa, tiene 90 kilómetros cuadrados y Madrid tiene 600. Si no les explicamos a la ciudadanía que con 90 kilómetros cuadrados, en el mejor de los casos, haciendo muchas reescrituras, dando muchos usos nuevos, aquello que decíamos del palimpsesto... la verdad es que la ciudad tiene un límite de crecimiento. Tiene un límite de crecimiento desde el punto de vista de la propia economía. El conjunto de la economía de Barcelona está profundamente ligado con el conjunto de la economía del conjunto de Catalunya, muy interconectada con el área metropolitana, pero también con Girona y con Tarragona y con Reus y con las Terres de l'Ebre. También con el conjunto de España. Decimos cosas como que todo el mundo tiene derecho a vivir, como si todo el mundo tuviera esa posibilidad, ¿todo el planeta Tierra tiene la posibilidad de vivir en Barcelona? No. Los que hemos nacido es normal que tengamos ganas pero también tenemos derecho a tener una buena vivienda asequible, aunque no sea estrictamente en Barcelona, porque Barcelona tiene un límite. Eso significa ofrecer una movilidad que no tenemos. Y la movilidad debe ir ligada a todos los mismos servicios. Eso significa distribuir servicios, buena movilidad y vivienda en todas partes. Y en función de eso la gente elegirá. Y en función de eso, esta tensión que tiene a estas horas la vivienda disminuirá. Hay otros países que sirven de ejemplo. El suelo puede estar tasado, los precios de las viviendas también, el número de viviendas que tú compras también.
¿Cuál es para usted el gran reto de Barcelona?
¿El reto más importante de ciudad? Diría que el reto más importante es reconstituir el músculo, la musculatura colectiva. La idea esta de que Barcelona ha hecho cosas muy importantes, los más veteranos tenemos los Juegos como un gran referente, pero no es la última, y la que toca ahora, el reto más importante que toca ahora, es romper la frontera de la Barcelona capital del conjunto de Catalunya. Barcelona tiene que aprender a mirar el conjunto de Catalunya y actuar sabiendo que la solución de sus problemas son también la solución de los problemas del conjunto de los pueblos y ciudades de Catalunya. Si esta muralla mental, la tiramos hacia atrás, basta de aquello de capital y rerepaís, es capital y capital y este reto tengo la impresión de que conceptualmente es el más importante.
No querría acabar la entrevista sin preguntarle si usted está retirado al cien por cien de la política activa. Se lo digo porque en el ño 27 hay elecciones municipales. ¿Podemos esperar alguna sorpresa?
No, no, créame que no. Yo estoy absolutamente retirado. De hecho, me retiré de la política de partido en 2010 cuando dejé el PSC y yo no me incorporé a ninguna otra formación. Me volví a animar con la Crida, ahora hace cinco o seis años. Me hice automáticamente de Junts y dejé Junts ya hace tres años. Además, lo expliqué públicamente y se lo expliqué al propio president Puigdemont, porque tengo la impresión de que a mí me resulta más cómodo poder explicar lo que tengo ganas de explicar sin necesidad de ninguna coordenada. Después, a la hora de votar, ya votaré a quien me parezca oportuno. Pero no, no. Mi vocación de estos próximos años es escribir, he escrito sobre Barcelona porque era algo que tenía ganas de hacer, pero estoy haciendo otras cosas y seguiré así.
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