Entre cannábicas, salones de uñas, y tiendas de recuerdos, Ciutat Vella esconde todavía algunos locales donde no hay un I love Barcelona estampado en cada producto y donde lo que se expone al escaparate quiere marcar distancia a la demanda turística, al cliché, a las grandes empresas o a las tendencias pasajeras. Hay sitios de toda la vida donde todavía reconocen las caras de los que se han ido asomando a lo largo de los años, también hay sitios que ofrecen artículos singulares que seguramente no se encuentran en internet, en la próxima esquina o incluso buscando por toda la ciudad. Hay otros que apuestan por la sostenibilidad en una época dominada por la moda rápida y el comercio en línea. Incluso algunos se han instalado para tejer un vínculo con el barrio y su gente. Seguramente, hace unos años estas características describían la mayoría de los comercios de Barcelona, hoy, las convierte en diferenciales. Precisamente, en el barrio de la Ribera de Barcelona (distrito de Ciutat Vella), en la calle de la Ribera 8, justo al lado del parque de la Ciutadella, se encuentra Casa Fahrenheit 451, una librería cafetería independiente donde no encuentras de todo, pero lo que tienen es difícil de encontrar en la mayoría de locales de la ciudad.
La selección, diversa pero reducida, que ofrecen quiere alejarse de las compañías y, en cambio, dar espacio a los autores y editoriales independientes. No es que veten directamente los best-sellers, pero su criterio de selección, que incluye libros principalmente en catalán y castellano y en menor medida en inglés, está exento de los números que cuantifican las ventas anteriores del autor y de la novedad imperiosa que rige el sector. Muchas veces, del título que encabeza su top ventas de la temporada, solo se han vendido cinco o seis ejemplares. En cambio, su criterio recae en la calidad, si les gusta, si lo encuentran realmente bueno, sin importar el resto de factores. Eso sí, como en todas partes, tienen un listado de imprescindibles, en su caso serían algunos básicos de la distopía como 1984, de George Orwell, el ensayo Homenattge a Catalunya, del mismo autor y por descontado Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, que le da nombre a la tienda.

La librería sin etiquetas
Justo entrar en el establecimiento, se distingue un pilar de esta novela distópica. Es una obra donde los libros están prohibidos y el protagonista, que quiere hacer frente a la imposición, se une a una organización clandestina que los memoriza para que no pasen al olvido. Sergio Lledó y Azra Ibrahimovic, los socios de Casa Fahrenheit 451, adoptaron como propio este mensaje de resistencia lectora cuando a la hora de iniciar su negocio se encontraron con una comunidad con muy poco hábito de lectura.
Tener una librería en Sitges era una quimera
Antes de ser un establecimiento fijo, su comercio era una librería móvil, que utilizando un remolque de caballos reformado estuvo dando vueltas por Sitges durante dos años, desde el 2018 hasta el 2020. Su objetivo era acercar los libros y la experiencia lectora a una ciudad donde no había casi librerías y que encabezaba el ranking de compras por Amazon de España. "Tener una librería en Sitges era una quimera", describe Sergio Lledó, a uno de los socios-trabajadores. Eso, sumado a la complejidad de los permisos, que se tenían que renovar constantemente y que solo les permitía llevar a cabo la actividad en periodos de tres meses, así como la crisis de la COVID-19 y la baja demanda, acabó provocando que Casa Fahrenheit 451 se trasladara a Barcelona. Después de una temporada en la Barceloneta, donde el negocio no funcionó, acabaron inaugurando el local actual del Born. Ya no se mueven y han cambiado de ciudad, pero su objetivo sigue siendo el mismo, acercar y difundir la lectura en su esencia.


No hay etiquetas en ningún sitio que clasifiquen los libros por secciones
Si en la Fahrenheit buscas algún título específico o incluso una categoría en concreto, seguramente no te quedará otro remedio que preguntar a los trabajadores. No es porque la cantidad de ejemplares te pueda perder entre estanterías, que de hecho no son muchas, sino porque no hay etiquetas en ningún sitio que clasifiquen los libros por secciones. Se trata de una estrategia que utilizan para establecer conversación con el cliente, conocer sus preferencias, hacer recomendaciones y siempre que esté dispuesto, empezar a tejer un vínculo en un contexto en que a menudo reina el silencio y la introspección. Un "¿dónde está la sección de teatro?", puede acabar llevando a "lo he leído todo de Lorca" y después a "¿te has atrevido con Santiago Rusiñol?". No poner letreros es una reivindicación al ritual de escoger un libro, una forma de compartir la conversación interior que uno tiene cuando decide coger un título y no otro.

Según la Vicky Francés, librera de la tienda, una de las preguntas más repetidas por los clientes es cómo están ordenados los libros, "y eso ya nos sirve para romper el hielo", confesa. De esta forma, los trabajadores, se acercan y ofrecen sus recomendaciones llenas de experiencia, ya que afirman que casi todos los títulos que tienen en la tienda los han leído previamente. De otra forma, los usuarios se habrían dirigido a la sección buscada y habrían escogido un libro, marchándose sin decir más palabra que unas gracias o un adiós. A veces, las conversaciones descubren también al cliente más allá del mundo lector, quiénes son o de dónde vienen, creando vínculos y consolidando raíces que hace que mucha gente regrese. Incluso aquellos que solo visitan la ciudad, si vuelven acostumbran a pasar por la Fahrenheit. Sergio, que ha trabajado en otras librerías más comerciales, afirma que hablar con los clientes era "como un tabú, parecía que perdías el tiempo", en cambio, para ellos supone "construir puentes".

Un café con libros y pintura
Este sentimiento de casa es justamente el que busca el local, por este motivo se decidió cambiar el nombre del negocio de Librería Fahrenheit 451 a Casa Fahrenheit 451. En este espacio los libros son el pretexto para formar comunidad, para tener contacto con gente del barrio o con desconocidos, que como mínimo aquel día, se han interesado por la lectura. Precisamente con esta finalidad, casi la mitad del espacio lo ocupa una cafetería situada en el fondo del local. Hay una barra con dulces expuestos y los mismos libreros se encargan de servir.
Crear una atmósfera de confianza con el entorno
También hay colocadas unas ocho mesas además de bancos y sillas para sentarse, están muy cerca y casi se tocan. Se trata de otra estrategia de la casa para incentivar a los usuarios a conocerse, a hablar de lo que tienen en común, de la lectura o la falta de ella. También pueden venir a pasar el rato con amigos o a tomar el café antes de entrar a trabajar, pero una de las peculiaridades es que funciona además como espacio de presentaciones o acontecimientos diversos. Sergio explica que hacerlo aquí les permite alejarse del elitismo cultural que suelen tener este tipo de actos, donde se ve a menudo un conferenciante a quien se dirigen todas las miradas encima un escenario. Quieren alejarse de la superioridad moral que provocan estas situaciones y crear una atmósfera de confianza con el entorno, "no queremos hacer sentir a la gente que tienen que saber cosas que no saben, que tienen que haber leído cosas que no han leído, no queremos que se sientan inferiores por no haber leído El Quijote".


Colaboración con entidades culturales
En este espacio, pequeño pero polivalente, también caben actividades conjuntas con entidades del barrio como la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo (SOSI) o el Casal del Born. Además, a veces se cede el espacio a vecinos para llevar a cabo propuestas culturalmente interesantes. También han colaborado con entidades como la Fundación Joan Rosa o el editorial Tres Portals, que están a unos pocos minutos andando de la Casa Fahrenheit. "Estamos abiertos a todo lo que venga y con quien podamos establecer una relación de simbiosis cultural". De hecho, en este momento, colgado en las paredes de la cafetería hay una exposición de pintura de Eli Pla, que trata sobre las heridas de la maternidad. En septiembre, Sergio anuncia que tendrán a Artur Laperla, el autor del famoso cómic infantil Súper Patata, que hará además, un taller de ilustración infantil. En este sentido, a lo largo del año se realizan también una selección de talleres vinculados a la cultura, desde literarios y de lectura hasta de dibujo, pasando por la pintura o la escritura.
Música para completar el proyecto
La idea inicial cuando plantearon el proyecto era hacer una sección de música en el sótano que tiene el local, donde venderían vinilos y harían actividades relacionadas con la historia musical. El día que se hizo la firma del contrato, sin embargo, dos de los cuatro socios iniciales se echaron atrás, de forma que se recortó el margen de presupuesto. Actualmente, tienen expuestos algunos vinilos en una pared del local y pronto, quieren reanudar el proyecto original con el fin de unir la música y la literatura en un mismo espacio multicultural. "Quizás las cosas habrían ido diferente, pero eso nos ha servido para aprender a crecer poco a poco", confiesa Sergio.
Compaginar la rentabilidad y el amor a la cultura
Concretamente, este saber hacer lento ha permitido la creación de un espacio modelado por los que lo visitan y hecho a medida para los vecinos del barrio. Aunque afirman que la pregunta más formulada es "where is the english section", la demanda turística de la ciudad no ha hecho virar el comercio para sacar más rédito, sino que forma una pequeña parte de la oferta literaria y sabe compaginar la rentabilidad y el amor a la cultura. Y eso es precisamente lo que hace singular esta librería, está hecha de aquello que los propietarios han disfrutado, de aquellos títulos que recomendarían en una conversación entre amigos, por eso, como dice Sergio es "un espacio que te hace sentir en casa, donde vienes y te quieres quedar".

Se quiere inaugurar en la planta subterránea una zona musical / Foto: Montse Giralt