¿Por qué el precio del petróleo no aumenta tanto pese a la guerra?

- Mookie Tenembaum
- Asunción. Viernes, 27 de junio de 2025. 05:30
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El reciente conflicto entre Israel e Irán, con ataques directos y misiles cruzando fronteras, insinúa que el precio del petróleo debería estar disparado. Sin embargo, eso no ocurre hasta el momento ¿Por qué? Una de las razones más importantes —y menos comentadas— tiene que ver con cómo funcionan hoy los mercados: buena parte de las decisiones de compra y venta no las toman humanos, sino sistemas automáticos basados en inteligencia artificial (IA).
Para entender esto, primero hay que tener en cuenta un punto geográfico clave: el Estrecho de Ormuz. Es un paso marítimo muy angosto, ubicado entre Irán y Omán, por donde circula aproximadamente el 20% del petróleo del mundo. Si Irán decidiera bloquearlo —por ejemplo, sembrando minas navales o atacando buques petroleros— eso generará una crisis energética global y un aumento inmediato en los precios. Esa posibilidad existe, pero los sistemas automatizados que hoy dominan el mercado la consideran de baja probabilidad, al menos por ahora.
Antes, los precios del crudo reaccionaban al instante a la percepción humana del riesgo. Hoy, una parte creciente de las operaciones en petróleo están en manos de modelos algorítmicos que toman decisiones en fracciones de segundo, evaluando miles de variables a la vez: movimientos de buques, inventarios de reservas, clima, declaraciones políticas, datos satelitales y mucho más. Estos modelos aprenden patrones con técnicas de aprendizaje automático (machine learning) y ajustan su estrategia según esos patrones, no según titulares de noticias.
Esto produce un efecto inesperado: el mercado se vuelve menos sensible a la impresión inmediata que causan los eventos visibles. Si el modelo “cree” que el riesgo de cierre del Estrecho de Ormuz es bajo, o que la capacidad de Irán para dañar las exportaciones sigue contenida, entonces no ajusta los precios. Además, cuando detecta subas especulativas sin fundamento, vende para aprovechar el alza, haciendo que el precio vuelva a bajar. De ese modo, la IA interpreta los eventos y los amortigua.
La paradoja es que, cuanto más avanzados son estos sistemas, más difícil se vuelve para los analistas humanos prever qué hará el mercado. Un ataque con misiles puede no mover el precio, mientras que una señal técnica poco visible —como un cambio en la política de reservas de China o un patrón de navegación anómalo en Ormuz— puede desatar reacciones fuertes.
El conflicto Israel-Irán no elevó aún el precio del petróleo porque los sistemas automatizados que lo dominan no detectan un riesgo sistémico inminente. Pero si algo cambia en esas variables internas —aunque no lo veamos en los noticieros— el mercado puede reaccionar de forma abrupta y sorpresiva. La IA, en este caso, no solo predice el futuro: también lo modela.
Las cosas como son.