La semana pasada hablábamos de las políticas de innovación que pueden apoyar la creación de nuevas empresas, aquello que Peter Thiel denominó pasar de “cero a uno” en su curso de startups en Stanford en 2012. Señalábamos que el modelo lineal de transferencia tecnológica no describe bien el ecosistema emprendedor, que en realidad se construye a partir de talento, capital riesgo, aceleradoras y crecimiento rápido.

Pero ¿hay otras maneras de recorrer este camino? Sí, y la más conocida es el modelo chino: un modelo de transferencia impulsado directamente por la administración.

Cuando el Estado actúa como catalizador

China dispone hoy de poco capital riesgo. De hecho, en universidades como la CEIBS la emprendeduría ni siquiera se imparte como asignatura. Aun así, el país ha visto nacer empresas como DeepSeek o Manus casi de la nada.

Durante unos años, China había desarrollado un ecosistema de capital riesgo y startups significativo, pero el gobierno lo desmanteló de un día para otro. En China —y en ningún lugar— nada puede situarse por encima del poder político.

El mecanismo actual se conoce como la cadena de innovación. El gobierno, siguiendo prioridades estratégicas, busca en universidades y centros de investigación proyectos que encajen con sus objetivos. Una vez identificados, impulsa a esos equipos a crear empresas, a menudo patrocinadas por gobiernos locales o zonas de desarrollo, como la nueva área que se está promoviendo entre Hong Kong y Shenzhen.

Ejemplos que ilustran el modelo

Un caso es Fusion Energy Tech, nacida en Hefei de un laboratorio de energía nuclear. Comercializa plasma derivado de la fusión, pero también un producto inesperado: un dispositivo de seguridad que ya utiliza el metro local.

También está Theseus, surgida de un instituto de óptica y mecánica de precisión de Xian. Con el apoyo del gobierno de Chongqing, la empresa se estableció en una zona industrial en 2020 y ha creado una pantalla AMOLED que ahora comercializa China Mobile.

China dispone hoy de poco capital riesgo. De hecho, en universidades como la CEIBS la emprendeduría ni siquiera se imparte como asignatura

Incluso hay centros que subastan sus innovaciones. La Academia de Ciencias Agrícolas de Harbin vendió recientemente una patente de soja modificada, y la empresa ganadora recibió también investigadores para ayudarla a llevarla al mercado.

Este camino no es anecdótico: entre 2019 y 2023, los ingresos por comercialización de investigación se duplicaron hasta alcanzar los 30.000 millones de dólares. El Ministerio de Industria y Tecnología de la Información (MIIT) quiere extender este modelo a escala nacional.

El papel de las grandes corporaciones y las universidades de élite

El gobierno no es el único protagonista. Gigantes como Haier, Tencent o Huawei también impulsan proyectos de intrapreneurship, dando recursos a equipos internos para que desarrollen nuevas iniciativas, a menudo lejos del negocio principal. Es el caso de Xiaomi, que empezó fabricando móviles y ahora produce algunos de los coches más avanzados del mundo.

Con frecuencia esta “cadena de innovación” va más allá de gobiernos y empresas y está liderada por grandes universidades y centros de investigación, dando lugar a proyectos piloto a gran escala que después se difunden por todo el país.

La “cadena de innovación” va más allá de gobiernos y empresas y está liderada por grandes universidades y centros de investigación

Un ejemplo llamativo es el hospital de agentes de IA de Tsinghua. El Instituto de IA de esta universidad, a menudo llamada el MIT chino, ha creado médicos virtuales entrenados con más de medio millón de casos clínicos. El hospital cuenta con 42 de estos “médicos” repartidos en 21 especialidades, capaces de diagnosticar unas 300 enfermedades con una precisión del 93%.

Probado en noviembre de 2024 e inaugurado este abril en colaboración con el hospital Chang Gung, puede atender a 10.000 pacientes en pocos días. La segunda fase prevé 500 camas adicionales y capacidad para 1.500 pacientes ingresados y 10.000 consultas externas diarias.

La adopción: la otra cara de la moneda

Pero también existe la otra cara de la moneda: la adopción por parte de las empresas y el gobierno de tecnologías ya existentes. Aquí DeepSeek y los hospitales son un buen ejemplo. DeepSeek ya funciona en 260 hospitales, cubriendo el 93,5% de las provincias chinas.

Sus usos son muy amplios: desde la patología automatizada y el diagnóstico de enfermedades raras hasta el triaje, la redacción de documentación o la automatización de registros clínicos. Por ejemplo:

  • En el Hospital Ruijin procesa 3.000 láminas patológicas cada día.
  • En el Hospital del Pueblo Núm. 1 de Chengdu impulsa la telemedicina y la gestión de enfermedades crónicas.
  • En el Sexto Hospital de Shanghái (delegación de Jinshan) hay estaciones de IA en tiempo real que reducen el riesgo de errores diagnósticos.

Todo esto representa todavía menos del 1% de su potencial real.

El coste del progreso

Esta apuesta, sin embargo, no es gratuita. Los subsidios y la creación de nuevas industrias absorben cerca del 2% del PIB chino, la misma proporción que España dedica actualmente a defensa. Y no todos los proyectos triunfan: algunos fracasan y otros exageran sus logros. En un sistema en el que alcanzar los objetivos (KPIs) marca las carreras personales y políticas, aprender a maquillar resultados es casi un arte, un arte muy extendido.

En la carrera de cero a uno, China ya ha encontrado su propio camino

La cuestión es si este modelo puede sostenerse. China acumula una deuda del 124% del PIB y, si su moneda no llega a convertirse en referencia global como el dólar, tarde o temprano tendrá que afrontarla. El gobierno confía en que cuando llegue ese momento ya esté muy por delante en innovación y productividad, y que ese crecimiento pague con creces la deuda. Quizá sí. Quizá no.

Lo que es seguro es que, en la carrera de cero a uno, China ya ha encontrado su propio camino.