¡No estamos solos!
- Esteve Almirall
- Barcelona. Jueves, 27 de noviembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 4 minutos
Estas semanas ha terminado la Feria del automóvil de Múnich, un evento que debería ser un termómetro de la competitividad europea. La realidad, sin embargo, ha sido una conmoción. Con un 66% más de marcas chinas que en la edición anterior de 2023 (IAA Mobility Múnich se hace cada dos años), las auténticas estrellas de la feria no han sido los productos icónicos de Mercedes, BMW, Opel o Volkswagen.
Han sido los vehículos de la nueva ola asiática, con marcas como BYD (incluyendo su gama premium Denza), Xpeng, Changan, AITO (impulsada por Huawei) o Leapmotor, que han demostrado una integración digital nativa, unos acabados sorprendentes y una sofisticación tecnológica que está claramente por delante de cualquier propuesta comparable exhibida por los fabricantes tradicionales occidentales, además de competir con un fuerte liderazgo en precio.
¡Ha sido un shock para la industria alemana y para Alemania!
La sorpresa veinte años después
También estos meses, por una sorprendente coincidencia, muchos amigos y conocidos han vuelto de China, algunos iban por primera vez. Todos ellos vienen alucinados de lo que han visto. Incluso aquellos que se adscriben a la izquierda europea han empezado a cuestionar la eficacia de nuestras políticas basadas en topes y redistribución, y se han abierto a la idea de que las políticas de crecimiento y oportunidades, aplicadas con pragmatismo, podrían ser una alternativa superior para la construcción de una sociedad más igualitaria. Como decía Deng Xiaoping, "dejad que algunos se enriquezcan primero". Simplemente, han constatado que, en la práctica, el crecimiento allí funciona, mientras que aquí los topes y la redistribución no consiguen los efectos deseados.
Debo decirles, sinceramente, que todo esto no solo me ha sorprendido, sino que me ha dejado profundamente preocupado. La razón es que hace más de veinte años que esta evolución es evidente. Cuando viajábamos a China, especialmente a partir de los Juegos Olímpicos, pero incluso antes, la dirección de su desarrollo era simplemente obvia. Hace años, el CEO de Ford, volviendo de un viaje de exploración al país asiático, afirmó en una entrevista que su compañía no podía competir con China: ni en tecnología, ni en innovación, ni en calidad, ni en nada. ¿Se sorprenden ahora los alemanes? ¿Descubrimos ahora en Europa que existen otros modelos políticos para fomentar el crecimiento, las oportunidades, la seguridad, el derecho a la vivienda, a la salud, al trabajo y a la educación? Hace solo unos años, los hospitales chinos eran un desastre, pero hoy en día, las listas de espera –si es que las hay– se reducen a un par de semanas, mientras que un 20% de los centros son privados, modernos y asequibles para una clase media que pronto superará la población total de Europa, y sin lista de espera de ningún tipo.
Sus universidades, especialmente en el ámbito tecnológico, hace tiempo que se encuentran entre las mejores del mundo, pero incluso en áreas donde ellos no han sido históricamente fuertes, como el management, han emergido con fuerza. El secreto en este caso es la vieja y efectiva receta americana: excelencia, excelencia, excelencia. No se trata de inventar grados mixtos que acaban siendo mediocres en todas las áreas, sino de formar a los mejores alumnos del mundo que lideren proyectos con un impacto global. Se trata de tener campus donde la innovación sea tangible, con robots autónomos circulando y con proyectos empresariales –sean estatales o no– que hagan avanzar el país con una visión clara.
Nuestra falta de mirada exterior
Yo pertenezco a una generación que nació en un país pobre, con un régimen fascista y un nivel de desarrollo precario en casi todo. Mi generación tenía que ir a París o Londres a comprar libros y a enterarse de lo que pasaba en el mundo, el conocimiento estaba fuera. Si las compañías aéreas me devolvieran todo lo que pagué por sobrepeso llevando libros de los Estados Unidos hacia aquí, ¡seguramente entraría en la lista de los más ricos del país!
Por eso, es difícil de entender que nuestros empresarios, políticos, académicos y pensadores lleguen al 2025 alucinados de China, como si hubieran vivido en otro planeta. Como si desde Europa pudiéramos, por decreto o regulación, definir lo que harán las empresas de fuera y cómo diseñarán sus productos. Como si las políticas que algunos iluminados "descubren" fueran únicas, y no conociéramos sus efectos o la existencia de alternativas.
Ser un país pobre es una desgracia que no podemos desear a nadie, pero tiene una ventaja crucial: te obliga a mirar a fuera constantemente. Nos hace falta recuperar esta humildad en todos los ámbitos: en las políticas, en las estrategias, en la ciencia y en la educación. Esta es una de las grandes características del liderazgo asiático: siempre miran fuera para absorber, asimilar e integrar lo mejor del mundo. Deberíamos hacer exactamente lo mismo.
La revolución física que estamos ignorando
Súbitamente, casi nadie de los que han vuelto fascinados de China me ha hablado de robots humanoides ni, mucho menos, de vehículos autoconducidos (camiones, tractores, taxis, vehículos de reparto, etc.). Esta revolución del mundo físico es la nueva frontera. La inteligencia artificial está saliendo del ecosistema de Internet y comienza a actuar de manera directa en el mundo tangible, aprendiendo no de los vídeos que se alojan en él, sino de la realidad misma y de su interacción con ella.
Esto supondrá una auténtica revolución copernicana en todos los aspectos, y nos obligará a reinventar tanto nuestras empresas e instituciones como nuestra sociedad.
Estos meses, muchos amigos y conocidos han vuelto de China, algunos iban por primera vez. Todos vienen alucinados de lo que han visto
En esta nueva frontera, especialmente en lo que respecta al hardware, hay un líder indiscutible: China. Es un líder con una clara voluntad de no dejarse atrapar y de construir un futuro donde no solo habrá agentes inteligentes, sino una vasta red de vehículos autoconducidos de todo tipo, drones y toda clase de robots.
Esta es una revolución que no podemos permitirnos el lujo de perder, porque la inteligencia artificial aplicada al mundo físico –el control autónomo de vehículos, la robótica de almacén o los drones logísticos– lo redefinirá todo. Desgraciadamente, los indicadores internacionales nos alertan de que no vamos nada bien.
Muchas son las causas, pero entre ellas también encontramos la “captura regulatoria”, no solo de las grandes empresas, sino también de gremios, activistas, grupos sociales y por parte de la misma administración. Nos hace falta recordar que el interés general está por encima del particular, ¡siempre! Y el ejecutivo y el legislador debe hacer prevalecer este interés colectivo y no dejarse capturar por la administración, activistas, colectivos afectados o empresas. En momentos de disrupción esto es más importante que nunca, porque nos jugamos el futuro.
Es una revolución donde podríamos tener una oportunidad solo en el ámbito del software y en el diseño y la integración de los robots.
Ojalá salgamos más, seamos más pragmáticos, dejemos de pensar que lo sabemos todo y nos pongamos a hacer, construir y contribuir, es lo único que cuenta
Para conseguirlo, la clave es salir, aprender y mirar hacia afuera sin complejos.
Ojalá dentro de veinte años (y espero estar aquí para verlo), no nos encontremos con otro grupo que vuelve de China descubriendo, con sorpresa, que están mucho más avanzados en robots y en la IA aplicada al mundo físico.
Ojalá salgamos más, seamos más pragmáticos, dejemos de pensar que lo sabemos todo y podemos regular a los demás, y nos pongamos a hacer, construir y contribuir, es lo único que cuenta.
¡No estamos solos! ¡Nunca lo hemos estado!