No culpéis a las renovables (ni a la nuclear) del apagón

- Germán Aranda
- Barcelona. Lunes, 5 de mayo de 2025. 05:30
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No todos los que ahora disfrutamos de Raphinha o Ferran Torres creíamos en ellos la temporada pasada, cuando parecían no tener el nivel para ser delanteros titulares al Barça. Era fácil criticarlos en los momentos complicados y el mérito está en personas que, como el entrenador, vieron el potencial y los han convertido en piezas de rendimiento excepcional. De la misma forma, es muy oportunista y equivocado atacar, ahora que ha habido un apagón, a las energías renovables, que nos hacen más independinetes económicamente de los países con combustibles fósiles, más sostenibles y encima a un mejor precio.
Hay una serie de gente, especialmente próximos a la extrema derecha, que ha aprovechado el apagón eléctrico para cuestionar la fiabilidad de las renovables, en las que Trump se opone sin demasiado argumento más que lo que representan: la aceptación científica del cambio climático, base del ecologismo, y la forma de mitigarlo. Otro sector, más racional, aprovechó para defender la necesidad de ampliar la vida de las nucleares ante una falla que podía tener cierta relación con las renovables. Los defensores de las renovables, en cambio, decían el contrario, y apuntaban que las centrales nucleares no estaban en el momento del apagón y tardan más en reactivarse que el resto de energía. Estos dos últimos argumentarios, a diferencia del primero, tienen una parte de razón y otra de oportunismo.
Tal como han señalado los expertos en los últimos tiempos, la red eléctrica necesita equilibrar la generación y la demanda de energía y un desequilibrio que sobrecargue o descargue la generación o el consumo puede desencadenar en un fallo en cadena. La proliferación de las renovables complica este equilibrio por varios motivos: se han multiplicado y dispersado por el territorio los generadores de forma que es más complicado controlarlo y equilibrarlo todo, sus generadores asíncronos no están sincronizados con la frecuencia de la red y los convertidores de las renovables, mayoritariamente, se adaptan a la tensión de la red y son incapaces de crear nueva, de forma que reaccionan a una pérdida de tensión apagándose en vez de generar nueva.
Es por eso que las nucleares y sus generadores síncronos (como los de otras tecnologías) ayudan a mantener estabilidad en la red, porque son capaces de generar tensión e ir reequilibrando los desajustes de la red, sin entrar en más especificidades técnicas.
Pero es igualmente cierto que si algunas centrales nucleares se apagan cuando hay lo bastante renovables disponibles es porque a las empresas no les sale rentable y porque no pueden competir en precio. Y también lo es que no solo durante el apagón algunas estaban paradas, sino que están programadas para detenerse cuando hay un apagón general y después tardan mucho más en poder arrancar de nuevo. Así, de hecho, las nucleares no estuvieron presentes en la vuelta a la normalidad, que se consiguió gracias a la rápida reactivación de las renovables y a la ayuda de los ciclos combinados con gas, estos sí, los más rápidos y flexibles para dotar de estabilidad a la red, a la vez que los más contaminantes en comparación con renovables y nuclear y los más caros porque se tienen que importar, mayoritariamente de Argelia, Estados Unidos y Rusia.
De la misma forma que los accidentes nucleares no han hecho que se acabe con esta energía en el mundo (a pesar de que España siguiendo los pasos de Alemania sí que lo quiera hacer), un apagón en un país no puede ser argumento para cuestionar unas tecnologías que ya hace unos cuantos años que nos dan gran parte de la electricidad de casa con menos contaminación y precios más bajos que otros. Y menos todavía antes de conocer del todo la causa del apagón, que se desencadenó en parte por el apagón de dos generadores (probablemente fotovoltaicos) en el sureste de España, pero con otros detonantes todavía desconocidos, sin que se haya descartado todavía el ciberataque.
Finlandia, Francia o incluso Japón, uno de los países más traumatizados con la nuclear, mantienen una apuesta decidida por la energía nuclear, con 62 reactores en construcción por todo el mundo. En España, el debate es apasionante y está más vivo que nunca por el inminente cierre de la central de Almaraz (muy cerca de donde colapsó la red) y el resto de centrales nucleares, con las catalanas cuyo cierre está previsto para 2035.
Aunque es cierto que la nuclear aporta una robustez y estabilidad que ahora mismo no aportan las renovables, también lo es que todos los expertos señalan que las mismas renovables tienen potencial para mejorar con ajustes tecnológicos. Sería, por lo tanto, un buen argumento para pedir un alargamiento de la vida de las centrales nucleares, pero no suficiente como para cuestionar la eólica y la fotovoltaica ni para pedir nuevos reactores. Y no tiene que ser el apagón el argumento central para atacar o defender una energía u otra, porque ha habido también, antes, en otros países donde las renovables todavía no tenían ningún peso.
Los ingenieros eléctricos apuntan varias soluciones que podrían dotar de más estabilidad a las renovables. La proliferación del almacenaje con baterías o bombardeo, un negocio naciente en España y Catalunya, ayudaría a compensar posibles apagones de generación. La implantación de los convertidores grid-forming, que permiten a las renovables dar tensión a la red, también podría evitar episodios como el del pasado lunes en una eventual reacción en cadena. La mejora de los controles de red con Inteligencia Artificial para responder a los desequilibrios, su completa digitalización y la apuesta por la termosolar, que convierte la energía del sol en energía térmica, serán otros avances que harán la red nutrida de renovables más resiliente.
Las renovables no son perfectas. Además de depender de la climatología, necesitan unos minerales estratégicos que nos hacen dependientes de China o de otros países, algunos de los cuales no son precisamente sostenibles y justos en su extracción en las minas. El rápido avance del reciclaje de las placas y las palas puede paliar parte de este problema, así como la decidida apuesta de Europa por explorar ahora sus minerales estratégicos para la transición energética. La relación con el territorio, además, acostumbra a ser conflictiva. Por mucho que se caricaturice a los movimientos y ayuntamientos que se oponen a la instalación de estos parques, seguramente eso no pasaría, o pasaría menos, si la forma de llegar fuera más inclusiva y participativa con los agricultores y vecinos.
Pero las energías verdes y su rápida proliferación son una de las pocas buenas noticias de un capitalismo que da síntomas de agotamiento y está tensado por los extremismos, sobre todo de una extrema derecha que además del negacionismo y el odio a las minorías explora ahora las vías de la guerra comercial. En un mundo que no parece encontrar salidas y consensos ante los retos sociales y económicos, las renovables son la única vía hacia la descarbonización de la economía y, por lo tanto, el combate al cambio climático si no queremos renunciar al consumo, los viajes y los lujos del capitalismo. No solo eso: nos hacen más independientes en un territorio donde no tenemos combustibles fósiles y son la fuente más barata para conseguir electricidad.
Eso significa que gracias a las renovables el precio de la luz tiene que ir bajando a medida que crezcan y se amorticen las inversiones. Y una luz más barata puede ser también el mejor combate a la pobreza energética, que es la que provoca que en algunos hogares, e incluso barrios, como Cañada La Real, el apagón del pasado lunes fuera uno más entre tantas.