El hombre más rico del mundo (¿seguro?)

- Fernando Trias de Bes
- Barcelona. Domingo, 14 de septiembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Esta semana, Larry Ellison, cofundador de Oracle, ha superado a Elon Musk como la persona más rica del mundo. Las acciones de Oracle han experimentado una revalorización de más del 35% este año gracias al empuje de la inteligencia artificial y sus contratos en la nube. El mercado ha premiado sus expectativas de crecimiento, y eso ha llevado a que su fortuna se estime ahora en unos 393.000 millones de dólares, según los rankings de patrimonio neto publicados por los grandes medios financieros.
Pero ¿qué significa exactamente ser “el más rico del mundo” según estas noticias que copan los medios de comunicación con datos de fortunas deslumbrantes y apabullantes?
La respuesta es sencilla: medimos patrimonio, no dinero. Lo que sitúa a estos empresarios en la cima de la lista no es su dinero en efectivo, sino el valor estimado de sus acciones y participaciones empresariales. En otras palabras, hablamos de cifras que se obtienen multiplicando el precio de bolsa por el número de acciones que poseen. Y, lo siento, pero no es lo mismo.
Porque ese patrimonio es real, sí, pero no líquido. No es dinero disponible. Es más bien una estimación teórica. Si Ellison decidiera vender mañana su participación en Oracle, el precio de la acción probablemente se desplomaría. Lo mismo ocurriría si Musk quisiera deshacerse de toda su posición en Tesla. El mercado no podría absorber de golpe semejante volumen sin castigar el precio.
Después de dedicar toda una vida a acumular riqueza, su verdadera motivación es ahora donarla. No la necesitan. No la quieren
Tengo un conocido millonario en criptomonedas, pero malvive con dos mil euros al mes porque no las puede hacer líquidas de golpe en la plataforma donde está atrapado.
Por eso me sorprende que apenas exista —que yo sepa— ningún ranking de las personas con más dinero líquido del mundo. Es decir, personas que tengan efectivo disponible en cuentas bancarias, inversiones con liquidez inmediata o depósitos sin penalización. Si ese dato existiera, sospecho que el orden del ranking sería completamente distinto. O, al menos, mucho más bajo el nivel de espectacularidad de los titulares.
Que nadie me malinterprete. No me dan ninguna pena. Estoy seguro de que estas personas tienen en efectivo (entre cuentas, fondos monetarios, depósitos o inversiones líquidas) más dinero del que cualquiera de nosotros ganaremos en toda una vida laboral. Pero, aun así, conviene recordar que esos 300.000 o 400.000 millones de dólares que se mencionan no son, ni de lejos, dinero al que puedan acceder con facilidad ni gastar mañana en caprichos. Y mucho menos, transferirlo entero sin provocar una reacción en cadena en los mercados financieros.
Sin embargo, la paradoja va más allá. Llevo años preguntándomelo porque me interesa saber qué medimos realmente cuando decimos que alguien es el más rico.
No se trata de acumular más, sino de hacer algo significativo con lo acumulado. Porque hay dos tipos de riqueza: la material y la espiritual
Warren Buffett y Bill Gates, por ejemplo, anunciaron hace tiempo que una gran parte de su fortuna, puede que más del 95%, irá destinada a causas benéficas cuando fallezcan. Apenas dejarán una pequeña parte a sus herederos, suficiente para vivir más que bien, pero muy lejos del volumen que manejan como inversores. Y lo que me resulta más curioso es esto: después de dedicar toda una vida a acumular riqueza, su verdadera motivación es ahora donarla. No la necesitan. No la quieren. No tiene sentido poseer tanto. Y ni siquiera quieren dejársela a sus hijos entera.
Y entonces uno se pregunta: ¿qué significa realmente ser rico?
Hay una frase que siempre me ha gustado: “no es rico el que mucho tiene, sino el que poco necesita”. Seguramente Gates y Buffett necesitan bastante menos de lo que su patrimonio indica. Y con ese pequeño porcentaje que sí tienen en líquido, ya les basta para cubrir un estilo de vida más que holgado, el cual no debe de ser sencillo ni simple. Les aseguro que viven bien. Sin embargo, El resto (el noventa y pico por ciento restante) es, simplemente, riqueza que en el tramo final de sus vidas da sentido a su existencia desde otro lugar: la ayuda a los demás, la filantropía, el legado.
En estos casos, ser rico deja de ser una cuestión económica para convertirse en una cuestión vital. No se trata de acumular más, sino de hacer algo significativo con lo acumulado. Porque hay dos tipos de riqueza: la material, que puede medirse en dólares o euros, y la espiritual, que se mide en propósito, en contribución, en sentido. Y aunque pueda sonar ingenuo en un diario económico, me parece importante decirlo: las dos importan. Y la segunda, cuando uno ha conseguido la primera, puede llegar a pesar más.
Pregúntenle a los más ricos.