Esta semana hemos tenido, una vez más, comparecencia de la presidencia del Banco Central Europeo. Las ruedas de prensa para comunicar eventuales variaciones en los tipos de interés de referencia del euro se parecen cada vez más a las declaraciones solemnes y trascendentales de aquel tenista que anuncia su retirada, el político que dimite o el presentador que comunica qué película se lleva el Óscar a la mejor película.

Los días previos a la comparecencia todos los medios de comunicación hacen cábalas y se filtra por dónde pueden ir los tiros. “Todo apunta a que será medio punto, pero a tenor de la noticia de ayer del banco tal o del país cuál, hay temor a turbulencias en los mercados financieros y puede que se opte por una subida más contenida”.

La primera y más famosa coletilla de un presidente del Banco Central Europeo fue aquel whatever it takes de Mario Draghi, que me recordó al Rey Juan Carlos I la noche del golpe de estado del 23-F en España, en el sentido de que ambas comparecencias respondían a la de la persona que le dice a la opinión pública: “no os preocupéis, aquí estoy yo, y voy a evitar que suceda lo peor”.

El whatever it takes tuvo lugar un 26 de julio de 2012 y era un momento en que el euro estaba bajo una de sus primeras y más graves amenazas de desaparición. Muchos consideran que aquella frase salvó al euro. Y, desde luego, que Mario Draghi cumplió su palabra porque, desde entonces, el banco central europeo ha sido el principal garante de los déficits que sostienen las socialdemocracias más avanzadas del mundo.

A mí las comparecencias de Jean-Cleaude Trichet no me gustaban. Me recordaba al típico director de colegio que estaba siempre al borde de dejarnos a todos sin colonias o sin patio. Además, se vio obligado muchas veces a comerse sus palabras y rectificar declaraciones sobre compras de deuda que nunca haría y que más adelante no tenía más remedio que efectuar. La frase más comentada de Trichet fue: “Mi hipótesis de trabajo es que los europeos están aprendiendo por las malas que haya una moneda única”. Ya lo digo, ya, “os vais a quedar sin colonias”.

Hace unas semanas, cuando el desastre del Silicon Valley Bank y el rescate de Credit Suïsse, Christine Lagarde, que podría encarnar a la típica hada madrina de una película de Disney, elegante y eterna, para la que no pasa el tiempo, soltó su primera coletilla cuando subió tipos medio punto en medio de una tormenta bancaria y ante las preguntas de los periodistas al respecto de los riesgos del sistema financiero europeo, dijo: “Estamos preparados para proporcionar cualquier tipo de instrumentos. Contamos incluso con más herramientas que la Fed y podemos hacer más en caso de que sea necesario”. Un whatever it takes bastante light, pero bueno, no estuvo mal como coletilla.

Ahora bien, la coletilla de esta semana tras subir un cuarto de punto los tipos de interés no pasará a la historia de la prensa económica, pero, personalmente, quedará para siempre grabada en la cabeza. Pongámonos en contexto. La Fed había decidido, por primera vez en muchos meses, no subir tipos de interés, pues la inflación en Estados Unidos está ya en niveles más aceptables. Mrs. Lagarde optó por subir unos 25 puntos básicos, cosa que todos esperaban, pues todavía necesitamos reducir más la inflación, pero va y al final suelta: “es probable que vuelvan a subir los tipos en julio”.

A ver, como se dice vulgarmente, “calladita está más guapa”. Esa frase no ayuda a las familias. Porque uno no entiende si está haciendo de profe malo a lo Trichet, si está queriendo influir sobre los agentes económicos para que las empresas no suban precios o si, sencillamente, lo que pretendía era que el Euríbor, que ya había incorporado el cuarto punto de esta semana, suba otro cuarto para anticiparse a la próxima subida. Es una forma muy sibilina de subir tipos de interés de créditos e hipotecas sin subir los tipos. No sé muy bien cuáles de estas cosas pretendía Lagarde o de si pretendía todas al mismo tiempo porque les aseguro que algo pretendía. Las declaraciones de los presidentes de los bancos centrales se analizan y desgranan en cada una de sus frases.

En cualquier caso, las familias habríamos agradecido no anticipar nada más. Porque aparte de los tipos de interés, los bancos centrales disponen de otra variable. Se llama tiempo. La inflación va hacia abajo. Espérese antes de decir nada, ¿no?