Javier Santacruz (Madrid, 1990) se define como economista, analista financiero, profesor universitario y ... agricultor. Doctor formado por las Universidades de Essex (Reino Unido), London School of Business and Finance (LSBF, Reino Unido) y Complutense de Madrid, está especializado en Macroeconometría y Finanzas. Ha ejercido la docencia y la investigación en Essex, en el Instituto de Estudios Bursátiles (UCM) y en el de Bolsas y Mercados Españoles (BME) y es investigador de la Fundación de Estudios Financieros. Es consultor estratégico, socio fundador de Long-Tail Risk Partners y analista de mercados. Premio economista de Expofinancial 2021.
El economista es rotundo: el acuerdo de aranceles pactado entre Europa y Estados Unidos es malo para la primera. Y lo es con contundencia. Desvela algunos matices como que lo peor del pacto está por llegar en referencia al aumento de las inversiones europeas en aquel país; una segunda vuelta en la exportación de servicios, o el efecto demoledor en energía y defensa. Un negro panorama el que describe Santacruz.
El acuerdo de aranceles firmado entre Bruselas y Washington ¿Es bueno o es malo?
Para Europa, el acuerdo es malo, porque va a provocar a corto plazo un deterioro muy importante de la posición comercial, sobre todo de mercancías, donde la Unión Europea (UE) está más fuerte. En conjunto, Europa tiene un superávit con Estados Unidos (EE.UU.) de 150.000 millones de dólares anuales en bienes y el acuerdo busca que, a corto plazo, se reduzca sustancialmente. Pero si en la parte comercial Europa tiene un saldo positivo, en el intercambio de servicios tenemos un déficit de 100.000 millones, con un saldo neto positivo a favor de Europa de 50.000 millones. Y las cifras que ya tenemos de Eurostat de apuntan esa dirección, es decir, las exportaciones están más flojas y las importaciones se van a incrementar de forma importante. Y ahí es donde está el otro elemento negativo del acuerdo: en el aumento de las compras a EE.UU de productos que no cumplen las mismas reglas que los europeos en materia de sostenimiento y de seguridad. Entrarán más baratos y serán más competitivos. Por tanto, no solo perjudicaremos las exportaciones, sino que al aumentar las importaciones, el saldo comercial será sustancialmente peor, y la posición competitiva de Europa descenderá.
¿En qué productos está más fuerte Europa?
En automóviles, que ahora se intentará un acuerdo específico, productos químicos y farmacéuticos, donde también tenemos una posición fuerte, y el agroalimentario, que es de los más perjudicados.
¿Qué impacto puede tener sobre el PIB español?
España, a diferencia del conjunto de la UE, tiene déficit con EE.UU. y ha aumentado en el semestre un 58%, especialmente en la parte que tenemos débil, las mercancías. Porque mientras que el resto de Europa está fuerte en bienes y débil en servicios, nosotros estamos fuertes en servicios, donde tenemos un superávit de 6.000 millones gracias al turismo, y un déficit de 10.000 millones en bienes. Y el siguiente estadio de la guerra comercial se centrará en los servicios, con restricciones a la salida de turistas de EE.UU. Sobre el impacto del acuerdo en España, el diagnóstico más conservador es de una o dos décimas para el PIB en 2025 y que la aportación del sector exterior, que ahora es positiva, sea negativa. Pero el problema es si continúa más allá de la legislatura Trump. Entonces nos veremos abocados a una reestructuración del comercio exterior. Porque cuando se pierde competitividad con EE.UU, se eleva la probabilidad de que todos intenten colocar esos productos en otros países del entorno económico.

Bruselas ha aceptado un arancel generalizado del 15%, pero los productos estadounidense no pagarán nada. ¿No es un trato desigual?
La explicación es sencilla. EE.UU. ha impuesto su teoría inicial de que para equilibrar su balanza comercial tiene que forzar a sus socios a ceder una parte sustancial de los superávits con ellos. Una tesis que no es de ahora, pues es bastante vieja; un mito económico -que se repite a lo largo del tiempo- que defiende que el comercio es un juego de suma cero: lo que uno gana, el otro lo pierde. EE.UU. ha conseguido imponer esa idea en los tratados que firma como el de Japón y el de la UE, que son muy similares. La tesis es que si Europa renuncia a una parte de su superávit, por ejemplo 50.000 millones, nidos automáticamente los va a ganar EE.UU. Y achicar el agujero que tiene desde hace 50 años.
¿Esta teoría está aceptada actualmente?
No es cierta casi nunca, porque el comercio no funciona como un juego de suma cero. Los compradores no sólo buscan el producto más barato, también que sea el que necesita en ese momento, por el acabado y la calidad. Y ahí es donde la UE se ha hecho fuerte, porque ha convertido su producto en una demanda cautiva del consumidor. Así pues, tenemos un acuerdo basado en las tesis más primitivas del comercio internacional, que EE.UU defiende desde los años 70. Es la teoría de la ventaja comparativa que se remonta al siglo XVII. No se limitaban a negarse a exportar, también quieren producir internamente todo los bienes para reducir la dependencia del exterior. Hemos retrocedido tres siglos en la concepción económica de este acuerdo.
Hemos retrocedido tres siglos en la concepción económica de este acuerdo
Nadie ha obligado a los consumidores americanos a comprar coches europeos. ¿Por qué van a decantarse ahora por los de su país?
Tenemos una probabilidad muy alta de que no convenzan al americano medio para que deje de comprar productos importados. Además, el ciudadano está preocupado por la inflación, una de las bazas electores de Trump. Pues con la subida de los aranceles se han producido las primeras señales del repunte de precios, especialmente de componentes importados que se usan para producir bienes en EE.UU. Lo que significa que no solo se encarece el producto importando, sino también el local. Porque un déficit comercial como el de EE.UU. no se explica solo en los precios, hay factores de fondo como el conocimiento, la innovación y la productividad de las empresas o la estructura del mercado laboral.
Parece que no le gusta el acuerdo….
Es que la parte comercial, aunque muy mala, no es lo peor del acuerdo. Europa y, también España, está en desventaja con EE.UU. en materia de inversiones y de flujos de capital. Pero la Administración Trump plantea la guerra comercial en los dos frentes: en el puramente comercial, pero también en el financiero. ¿Por qué? Porque sabe que la única manera que tiene EE.UU. de sobrevivir como primera potencia global, y sobre todo el dólar como moneda de referencia, es mantener la atracción de capitales como hasta ahora. Los europeos somos ahorradores en su conjunto y somos el segundo o tercer mayor ahorrador del mundo, según los años, detrás de China y Japón. Pero ese ahorro, en vez de reinvertirse en Europa, va a EE.UU. para pagar la deuda pública o colocarse en Wall Street. Lo que les permitido tener grandes compañías con una buena parte de accionistas europeos. Por eso, una de las cosas que ha pactado Bruselas es una inversión de 600.000 millones de dólares en EE.UU, aunque no sabemos quién va a encargarse de ello.

Si la inflación repunta con los aranceles, ¿se resentirá la economía estadounidense?
La variable macroeconómica que sufrirá más es el consumo interno, porque ante un producto nacional o uno producto extranjero, seguirá optando por el segundo si es el que satisface sus necesidades. Pero retrasará la decisión de compra o reducirá el volumen de productos, aunque el americano seguirá consumiendo vino europeo
¿Comparte la opinión de que Trump es un loco?
Lo más probable es que a corto plazo se salga con la suya. Pero, estas imposiciones duran relativamente poco tiempo, porque la realidad siempre termina imponiéndose. Y ahora se pueden estar tomando decisiones que, seguro, no son las que quisieras tomar. El problema de Trump es que tiene una filosofía puramente mercantilista que era el pensamiento económico de la Francia de Luis XIV. Pero todo esto tiene siempre una vida corta y lo probable es que puede durar hasta el final de su mandato, pero no prolongarse más allá. Entonces, ¿está loco? No, desde luego que no. Es el pensamiento básico, pues el núcleo duro que le rodea tiene una marcada filosofía proteccionista. Puede expresarse de manera histriónica, exagerada, y ha convertido la política en un gran plato de televisión, pero los fundamentos que hay detrás de las medidas que toma no son de ningún loco.
¿El acuerdo a quién va a restar más prestigio internacional, a EE.UU. o a la UE?
Es una buena pregunta, porque EE.UU. está perdiendo a marchas forzadas su prestigio a nivel internacional, pero sobre todo una quiebre de la confianza de sus aliados tradicionales. Pero este acuerdo, hace perder prestigio a Europa y no se debería haber consentido. Es importantísimo que la posición europea se deteriore lo mínimo posible. En el conjunto del PIB mundial, Europa ya perdió su peso del 10% y ahora está en el 7-8% en un estancamiento prolongado a nivel mundial, con un terreno que han ido ganando China e India.
La imposición de la compra energética y en defensa ¿supone un pérdida de independencia industrial para Europa?
Sin duda, tanto del lado comercial, como en la inversión. En energía, aumentaremos la dependencia del exterior, aunque de momento, en la imposición energética del acuerdo, Europa puede salvar la cara alegando que sustituye la dependencia rusa por una americana. Y eso, a corto o medio plazo, beneficia a los países centroeuropeos Pero claro, el cambio con el acuerdo supone un incremento de los costes energéticos. Que choca, a su vez, con la imposición a las industrias europeas de unas obligaciones de energía sostenible muy fuertes, porque Europa es el único bloque que ha mantenido, no solo el discurso, sino la coherencia a la hora de tomar medidas energéticas. De hecho, habrá que subsidiar a la industria, lo que dará más argumentos a EE.UU. para ponerte un arancel nuevo dentro de unos años. Por tanto, es la pescadilla que se muerde la cola.
El cambio con el acuerdo supone un incremento de los costes energéticos
¿Y en defensa?
Al tener que comprarles el armamento, las patentes no van a ser europeas, sino de otros. Y no solo afecta a la investigación europea, también a la productividad, tanto industrial para poder producir todos esos bienes, como a los servicios que van ligados, que no son menores. Es decir, los ingenieros aeronáuticos, los navales o los de minas son de EE.UU, y Europa ha ido perdiendo también esa posición. Pero si en energía llegamos a ese absurdo, en defensa el acuerdo no tiene ninguna explicación. Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa prácticamente renunció a la inversión, por lo que partimos con una notable desventaja. Segundo, Europa ha hecho una diplomacia lamentable con algunos países, sobre todo del entorno cercano, que se han convertido en aliados de EE.UU., pero que no son aliados europeos. Nunca han sido socios fiables para Europa. Estamos, pues, en una situación de debilidad de la cual, Washington ha sabido aprovecharse.
Al hablar de ‘algunos países’, ¿se refiere a Reino Unido e Israel?
Entre otros, aunque también hablo de nuestro vecino del sur [Marruecos]. O sea, que tenemos unos cuantos países que son aliados incondicionales de EE.UU. pero no de Europa. Y eso, encadenado con otros fenómenos paralelos, como es el de la inmigración, como es el de la seguridad de las fronteras. Estamos mostrando esa debilidad ante el mundo, pero especialmente ante el que va a ser nuestro proveedor de los bienes y servicios de defensa, que es Estados Unidos. E insisto: en las dos cosas; es decir, en la tecnología y en el producto terminado, el tanque o el avión, y aquí no vamos a tener de aliados a las grandes empresas tecnológicas de defensa, ni las americanas y menos a las chinas. Ni tampoco en la parte de servicios, en la guerra cibernética, la guerra híbrida, bueno, todo ese tipo de cosas, donde tenemos igualmente una posición de debilidad.
¿En qué se traducirá es debilidad?
Si ante tu proveedor muestras debilidad, vas a pagar los productos [armas] más caros y, además, tendrás problemas de suministro, porque todo el mundo va a querer ir a comprar las mismas cosas a las mismas empresas. Europa debería tener un plan muy claro para cubrir al menos algunas de las necesidades de corto plazo, porque va a haber un cuello de botella también en la industria de defensa.
El acuerdo se compromete a comprar productos por medio billón de dólares.
Sí, sí, 500.000 millones.
En el automóvil, tristemente veremos en los próximos meses paradas de la producción
Ha hablado del intento de todos los países de abrir nuevos mercados. Me parece poco realista. ¿Qué opina usted?
Sí, totalmente. La caída de las ventas como realmente se resuelve es parando la producción, especialmente en sectores donde tienes capacidad de cerrar el grifo y abrirlo cuando quieras, como el automóvil. Tristemente, veremos en los próximos meses Ertes, paradas de la producción, etcétera. Bueno, ya lo tenemos con algunas fábricas españolas y en Francia lo mismo. Entonces, todo eso se resuelve parando producción. ¿Por qué? Porque es económicamente mejor parar la producción y subsidiar ese tiempo de parada, que bajar precios a un abundante stock para darle salida. Eso solamente se hará en sectores donde no puedes parar la producción.

¿Por ejemplo?
En el sector agroalimentario, pues la cosecha viene como viene y debes buscar alguna alternativa a los excedentes. Pero la búsqueda de nuevos mercados es un proceso larguísimo; no es darle a un interruptor y decir ‘lo que vendía EE.UU. automáticamente lo vendo en otros países’. Además, esta situación requiere de un trabajo diplomático, pues las oficinas económicas y comerciales de las embajadas española se deben dedicar a eso, a buscar nuevos acuerdos. Pero estamos en la otra dirección. En julio era cuando se iba a cerrar definitivamente el acuerdo de Mercosur. Estamos en septiembre y no se ha cerrado.
Europa tiene intereses contrapuestos
Un acuerdo que Francia está bloqueando. ¿Es difícil gestionar Europa?
Correcto, Europa tiene intereses contrapuestos. Por eso, es un trabajo que requiere mucho esfuerzo, mucho tiempo y especialmente mucha diplomacia. Si estuviese listo el acuerdo con Mercosur, una parte sustancial de lo que Europa dejaría de vender a EE.UU., sobre todo en el terreno agroalimentario, puede pasar a venderlo en esa región. Además, son productos complementarios, el vino y el aceite, entre otros. O en el caso de Japón, ya que ese acuerdo está ya en vigor y, más o menos, está funcionando. O el acuerdo con Canadá, o acuerdos que están pendientes con algunos países árabes. Entonces, buscar nuevos mercados es una tarea muy ardua y difícil.
Muy necesario, pues el efecto en el PIB no es igual si se caen las ventas, pero no de producir.
Correcto. Puedes buscar algunos parches de corto plazo, pero el problema es la salida para la producción de aquellos sectores donde sí se puede parar de fabricar y la tentación sea esa. Y las previsiones del Banco de España y la Comisión Europea apuntan en esa línea, por lo que la contribución positiva que tenía la demanda externa al crecimiento del PIB, pues, deje de ser positiva y pase a ser negativa. Y claro, eso es un problema importante para el crecimiento de España, aunque es verdad que todavía tienes mucho margen, porque vienes de un 3%, aunque vas bajando paulatinamente. Pero quien lo tiene todavía peor, desde el punto de vista de crecimiento, es Francia y Alemania. Esta última, peor: el PIB alemán del segundo trimestre [-0,3% intertrimestral] es muy malo y, además, se sale completamente de lo que se esperaba.