Telefónica está a punto de dar un paso decisivo en el objetivo que persigue desde hace más de diez años: aliviar la pesada carga de su deuda. La multinacional española prevé reducir su deuda financiera en 1.800 millones de euros una vez que contabilice formalmente el encaje de las operaciones corporativas que tiene pendientes en América Latina, concretamente en Uruguay, Ecuador, Colombia y Brasil. Esta maniobra le permitirá situar el volumen de su deuda neta en unos 26.500 millones de euros, una cifra que refleja un esfuerzo continuado de saneamiento.
Este importe supondrá una bajada del 6,24% respecto a los 28.233 millones de deuda con los que cerró el mes de septiembre, según anunció la directora general de Finanzas y Control de Telefónica, Laura Abasolo, durante la presentación de los resultados del tercer trimestre. Abasolo detalló que "estamos trabajando para concentrar la mayoría de los impactos (de estas salidas) en este 2025".
La directiva dibujó un escenario en el que, una vez sumadas las ventas de las filiales en Uruguay y Ecuador, la empresa recortará su deuda en 700 millones.
Posteriormente, al contabilizar la venta de su filial en Colombia junto con la compleja operación de venta del 50% de su unidad de fibra óptica en Brasil, el ahorro se incrementará en unos adicionales 1.100 millones.
La salida estratégica
Estas operaciones no son casos aislados, sino la piedra angular de un cambio estratégico de profundas consecuencias. El año 2024 es testigo del gran repliegue de Telefónica de América Latina. La compañía ya ha puesto punto final a sus operaciones en cinco países: Argentina, Perú, Ecuador, Uruguay y Colombia.
Esta retirada, sin embargo, no es completa. Telefónica mantiene todavía presencia en tres mercados: Venezuela, Chile y México. No obstante, la intención declarada del actual equipo directivo, liderado por Marc Murtra, es abandonar también estos mercados en el marco del nuevo plan estratégico con horizonte 2030, que fue presentado este martes. Este movimiento representa un giro de 180 grados respecto a la política de máxima expansión que caracterizó la era de César Alierta.
La obsesión por controlar la deuda no es nueva para Telefónica. Se remonta a más de una década, cuando la deuda de la compañía alcanzó su récord histórico de 56.304 millones de euros al cierre del ejercicio de 2011.
Aquella cifra, que hizo sonar todas las alarmas en el seno de la compañía y en los mercados, obligó al entonces presidente, César Alierta, a diseñar un primer plan estratégico en 2012 con la mirada puesta únicamente en una cosa: reducir la deuda.
En aquella época, Telefónica mantenía una fuerte presencia en todo el subcontinente, donde acababa de realizar una de sus adquisiciones más emblemáticas: la compra del 30% de la operadora brasileña Vivo a Portugal Telecom por unos 7.500 millones de euros, una jugada con la que pretendía alcanzar el liderazgo absoluto en el lucrativo mercado brasileño.
La lucha contra la deuda continuó siendo la prioridad con la llegada de José María Álvarez-Pallete. Su plan estratégico de 2019 ya puso las desinversiones en Latinoamérica en el centro de la diana, con dos objetivos claros: reducir la deuda y mejorar la cotización bursátil del grupo, que llevaba años bajo presión. Esta estrategia de desinversión se reafirmó en el plan presentado en 2023 y culmina ahora con el presentado por Marc Murtra, que da por cerrado el ciclo latinoamericano para la compañía.
La estructura de la deuda
En la actualidad, y gracias a estas políticas, la estructura de la deuda de Telefónica presenta una robustez notable. Más del 63% de la deuda de la multinacional está negociada a tipo de interés fijo, una medida de cobertura que la protege de la volatilidad de los mercados. Además, tiene una vida media muy larga, de 10,5 años, lo que aleja el riesgo de refinanciaciones masivas a corto plazo.
Otro indicador positivo es el coste financiero medio, que se sitúa actualmente en el 3,44%, una cifra inferior al 3,57% registrado en septiembre de 2024. Esta mejora refleja tanto la mejora en las condiciones de los mercados como la mayor confianza de los acreedores en la solvencia de la empresa.
No obstante, el camino no está libre de turbulencias. La deuda de Telefónica, a pesar de haber bajado un 1,6% interanual en septiembre, experimentó un incremento de 624 millones en el tercer trimestre y de 1.072 millones en el conjunto de los nueve primeros meses del año. Este repunte, según detallaron las mismas fuentes, se debe en parte a la remuneración a los accionistas, que ascendió a 1.314 millones de euros, un compromiso que la compañía mantiene a pesar de la prioridad del desendeudamiento.
Hay que tener en cuenta, además, que esta cifra de deuda financiera (26.500 millones) no incluye los compromisos por arrendamientos. Si se incorporaran estos conceptos, la deuda total consolidada de Telefónica habría alcanzado los 36.143 millones de euros en septiembre de 2025, una fotografía que recuerda que el reto financiero, aunque se alivie, sigue siendo crítico para el futuro de la compañía.