Las lecturas de los datos de la EPA de 2022 son casi infinitas, especialmente en este año marcado por la reforma laboral que ha contado con detractores y defensores. Los sindicatos y el Gobierno se quedan con la calidad del empleo creado. Expertos en el mercado laboral prefieren ser cautos y, aun reconociendo el evidente descenso de la temporalidad, consideran que se necesita más tiempo para saber cómo se comportaría el nuevo empleo indefinido, especialmente el de fijos discontinuos, en una crisis.

El tejido empresarial, por su parte, centra el análisis de la EPA en el enfriamiento del crecimiento del empleo en el segundo semestre tras 81.900 empleos destruidos en la última parte del año. En cualquier caso, la EPA contabiliza 20,43 millones de personas con empleo, un máximo que no se registraba desde 2007, y reduce la tasa de paro al 12,87%, 45 décimas menos que en 2021. No obstante, la medición de la EPA, basada en encuestas, difiere de la información de la Seguridad Social que contabilizó a final de año 2,32 millones de afiliados, 140.000 menos que la EPA, aunque en récord histórico.

Temporalidad

Sin embargo, esta EPA va mucho más allá de los empleos creados: arroja una radiografía del mercado laboral muy distinta a la de hace un año por efecto de la reforma laboral. El gran cambio es el brusco descenso del empleo temporal que con datos del INE sumó en diciembre el 17,93% del total de asalariados, frente al 25,4% de hace un año. La temporalidad marca, pues, la tasa más baja de las últimas décadas, aunque existe una gran diferencia dependiendo del tipo de empleadores. El sector privado tiene una tasa de temporalidad del 14,8% con un descenso de 7,3 puntos porcentuales desde enero. Sin embargo, en el sector público la temporalidad cerró el año en el 30,2%, el doble, con una reducción en el año de 2,3 puntos porcentuales. Cabe recordar que la reforma laboral dejó fuera al empleo público.

La reducción de la temporalidad es la evidencia más clara de que la reforma laboral ha cambiado el mercado de trabajo y nadie lo cuestiona. Sin embargo, lo que no está tan claro es si la fijeza de los nuevos contratos garantizaría estabilidad en tiempos de crisis. Florentino Felgueroso, investigador en temas laborales de Fedea, explica que se necesita tiempo para comprobar el comportamiento de estos nuevos empleos en un “sock negativo” para saber si el comportamiento del mercado español se ha modificado realmente. España se caracteriza por crear empleo con más intensidad en los momentos de bonanza, pero también destruirlo rápidamente en las crisis: “es, como el estadounidense, muy volátil”. Además, también habrá que ver si los empresarios rompen su reticencia a contratar indefinidamente en los tiempos buenos, por la incertidumbre a un cambio de ciclo, señala.

Miguel Ángel Malo, profesor de economía de la Universidad de Salamanca incide igualmente en el futuro comportamiento del nuevo mercado en tiempos de crisis: “Solo entonces veremos realmente de qué manera son estables los empleos que ahora se han creado, tanto los fijos discontinuos como los nuevos indefinidos con antigüedades relativamente bajas”, concluye el artículo del profesor que publica hoy ON ECONOMIA.

Javier Blasco, directo The Adecco Group Institute (ETT) va más allá: “las cifras de final de año nos dicen que se ha reducido la temporalidad, pero no se ha mejorado la calidad del empleo”. Según su análisis, detrás del empleo que arrojan las estadísticas, “vemos que hay mayoritariamente fijos discontinuos con una rotación superior al resto de los contratos, reducción del trabajo a tiempo completo y el recurso a la extinción contractual o la no superación de los periodos de prueba, como mecanismos de flexibilidad, lo que son síntomas de que la situación ha cambiado poco”.

Contratos indefinidos

En 2022 había 14,26 millones de personas con un contrato indefinido, 1,6 millones más que el pasado año, y 3,11 millones con uno temporal, 1,2 millones menos que al inicio del año. Lo que explica el vuelco que ha dado la temporalidad, acercándose a la media europea, aunque todavía dos puntos por encima. Pero dentro de los contratos indefinidos, los de carácter discontinuo, han sembrado dudas. La EPA dice que a finales de 2022 había 594.200 personas con un contrato fijo discontinuo en activo, 221.0000 más que el año anterior que implica un aumento del 60%. El INE determina que los fijos discontinuos suponen el 14% del empleo indefinido creado el pasado año. Sin embargo, el dato de fijos discontinuos de la EPA es dudoso si se tiene en cuenta que la Seguridad Social contabiliza 830.000 activo. Éste es, sin duda, uno de los puntos más obscuros de la reforma laboral.

Felgueroso -que se ha mostrado especialmente crítico con la forma en que el Sepe contabiliza a estos nuevos trabajadores tras la reforma laboral- cree que hay que esperar más tiempo para ver el impacto de la reforma laboral en los hogares más vulnerables. Sobre los nuevos fijos discontinuos, que antes estaban contratos con fórmulas temporales, opina que el único cambio es el tipo de contrato, pues no han mejorado ni en salario ni en las horas efectivas que trabajan. En su opinión sigue siendo empleo precario lo que explica que una mayoría de los que están apuntados al Sepe busquen un nuevo empleo.

Brecha de género

Otro gran objetivo de la reforma laboral, y de la política del Gobierno, es ir reduciendo la brecha de género en el mundo del trabajo. La obligación de las empresas de aprobar planes de igualdad se negoció con los agentes sociales en paralelo a la reforma en el Estatuto de los Trabajadores. Los datos de la EPA muestran un ligero cambio, por lo que es difícil reconocer el efecto de la reforma en este campo. La población femenina aumenta en el año en 132.100 mujeres más trabajando que hace un año (+1,41%), ligeramente superior a la masculina. En el año, el empleo en manos de hombres crece en 146.800 en el año (+1,36%). Aunque la tasa de paro se acorta entre géneros, todavía es 3,5 puntos superior en el caso de las mujeres, el 14,7%, que en el de los hombres, el 11,3%.

Brecha de edad

Bruselas ha impuesto dos exigencias a España que debían plasmarse en la nueva norma laboral: la rebaja de la temporalidad y la reducción del paro juvenil. Respecto a esto último, los resultados son contradictorios. Si se mide por el lado de la ocupación, el empleo crece con más fuerza entre los menores de 34 años. Así, frente a la media del 1,4%, creció un 24,8% entre 16 y 19 años, el 7,8% entre 20 y 24 años, un 2,3% de 25 a 29 y un 2,7% de 30 a 34. Por el lado del paro, los datos no son tan halagüeños. Si el número de desempleados cayó el año pasado un 2,6% -según la EPA 3.024.000 parados a diciembre- el descenso fue superior en el segmento de 16 a 19 años (-3,6%), pero se incrementó el 4,7% entre los 20 a 24 años. Así, la tasa de paro de los menores de 25 años fue el año pasado del 29,3%, una reducción de 1,5 puntos porcentuales sobre el 30,7% de 2021.

Al respecto, Blasco apunta que las cifras de desempleo joven no mejoran, que el volumen de horas trabajadas aun no llega al nivel prepandemia y que los contratos formativos casi han desaparecido del marco de contratación.

Tiempo parcial

El aumento del tiempo parcial se puede considerar un efecto colateral de la reforma laboral no deseado. Desde los sindicatos han advertido que algunos empleos temporales se han transformado en indefinidos parciales. En cifras, del total de los nuevos puestos de trabajo del pasado año, el 15,7% (43.700) fueron a jornada reducida, aunque no supone un aumento en el cómputo global respecto al año pasado, donde la parcialidad supone el 13,6% de la población ocupada (2,78 millones de asalariados), similar a 2021 (2,74 millones).

Pero la EPA da un dato demoledor: el 49,6% de los trabajadores a tiempo parcial tienen este horario porque no han podido encontrar un empleo a tiempo completo. Un porcentaje que baja ligeramente del 51,1% de 2021. Algo que contrasta con el número de horas extra realizadas y no pagas que de media fueron 2,9 millones de horas cada semana. El número de personas que hacen estas horas extra no remuneradas, 389.200, se ha incrementado un 8,3% en un año.