La economía de la zona euro experimentó una ligera aceleración durante el tercer trimestre de 2025, alejándose, de momento, de la sombra de la recesión técnica. Según la documentación publicada este jueves por la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), el Producto Interior Bruto (PIB) del club de los veinte países que comparten la moneda única creció un 0,2% entre julio y septiembre.

Esta cifra representa una mejora respecto al mismo 0,1% del segundo trimestre, pero evidencia una recuperación frágil y notablemente más débil que el vigoroso 0,6% con el que arrancó el año. El conjunto de la Unión Europea (UE) ofreció un comportamiento algo más sólido, con una expansión del 0,3% después del 0,2% anterior.

Los datos, que llegan en un contexto de gran expectación ante la próxima decisión del Banco Central Europeo (BCE) sobre los tipos de interés, pintan un panorama dual y lleno de contrastes. Por un lado, confirman que la resistente presión inflacionista y la política monetaria restrictiva siguen actuando como un lastre grave para el crecimiento. Por otro, sugieren que las economías consiguen evitar, por ahora, una contracción más profunda, sostenidas por una fuerte solidez del mercado laboral y una gradual disipación de la crisis energética.

La fotografía trimestral revela fracturas claras dentro del continente. La recuperación no es ni uniforme ni generalizada. Mientras las economías del norte y centro de Europa muestran signos de estancamiento o incluso de contracción, las del sur parecen mantener un pulmón más fuerte:

  • Alemania, la antigua locomotora, sigue encallada. La mayor economía europea registró un crecimiento nulo (0,0%) en el tercer trimestre, sin conseguir remontar tras la caída del 0,2% que sufrió entre abril y junio. Su dependencia de la industria y el freno del comercio global siguen siendo sus principales puntos débiles.
  • Francia, por su parte, dio una sorpresa positiva. La economía francesa aceleró su ritmo de crecimiento hasta el 0,5%, casi el doble que el 0,3% del trimestre anterior, gracias, principalmente, a un fuerte impulso del consumo de los hogares.
  • Italia también quedó estancada con un 0,0%, tras haber registrado una caída del 0,1% en el periodo previo, lo que refleja las incertidumbres políticas y los retos estructurales que aún afronta el país.
  • España moderó claramente su ritmo. Aunque se mantiene como una de las economías con mejor comportamiento entre las grandes, su expansión se desaceleró hasta el 0,6% desde el sólido 0,8% del segundo trimestre. Este freno puede estar ligado a la normalización del turismo tras los picos veraniegos y a los efectos del aún elevado coste del crédito para las inversiones.

A pesar de la mezcla de las grandes potencias, el ranking de crecimiento lo encabezaron economías más pequeñas pero dinámicas. Suecia se situó en el primer lugar con un potente avance del 1,1%, seguida de Portugal (+0,8%), que sigue mostrando una resiliencia encomiable, y Chequia (+0,7%), que parece superar su reciente fase de dificultades. En el extremo opuesto, el mapa económico vistió tintes más oscuros en Lituania (-0,2%), Irlanda (-0,1%) y Finlandia (-0,1%), que entraron en territorio negativo, reflejando su vulnerabilidad ante un entorno económico global aún inestable.

Una perspectiva más amable

Si se amplía el enfoque y se compara con el mismo periodo del año anterior, la imagen gana algo de color. El PIB de la zona euro acumuló un crecimiento interanual del 1,3%, mientras que el del conjunto de los veintisiete fue del 1,5%. Estas cifras indican que, a pesar de la desaceleración trimestral, la base de las economías europeas sigue siendo sólida y mantiene un sentido de crecimiento positivo a medio plazo.

La publicación de estos datos no ha podido ser más oportuna. Este mismo jueves, el Consejo de Gobierno del BCE anunciará su decisión sobre los tipos de interés. El consenso mayoritario entre los analistas es que el organismo presidido por Christine Lagarde mantendrá los tipos sin cambios, en un intento de equilibrar la lucha contra la inflación, que aún no se ha conseguido domar del todo, con la necesidad de no ahogar el tímido brote de crecimiento.

La debilidad de la recuperación, especialmente en núcleos clave como Alemania, da argumentos a los políticos para pedir prudencia y no aplicar nuevos saneamientos monetarios. No obstante, el mismo BCE ha insistido en su dependencia de los datos. El hoy conocido crecimiento del 0,2%, débil pero positivo, probablemente no será suficiente para cambiar su guion, pero sí que subraya el camino lleno de equilibrios que debe recorrer la institución en los próximos meses para evitar tanto una reclamada de la inflación como una recesión innecesaria.