Esta semana el Parlamento Europeo ha obtenido la respuesta de la Junta Electoral Central de España, donde le dice algo tan sorprendente como que ni Puigdemont, ni Comín ni Ponsatí son eurodiputados, ya que no acudieron a Madrid a jurar o prometer la Constitución ni obtuvieron por ello sus credenciales. Lo dice la JEC después de que la propia justicia a nivel europeo dejase claro que este requisito, solicitado en España, no era necesario basándonos en la normativa europea, donde para ser proclamado basta con que los resultados de las elecciones sean "firmes" (es decir, publicados y no impugnados). Incluso la situación es tan rocambolesca como para que la JEC enviase al Parlamento Europeo un listado de los eurodiputados elegidos en España, sin que en ella aparecieran los tres catalanes, a pesar de que el listado oficial completo fuera publicado en el BOE (donde Puigdemont, Comín y Ponsatí sí que figuraban). 

Ahora le toca al Parlamento Europeo tener que analizar todo esto, que, en mi opinión, parece más bien una obra de Shakespeare que un hecho real. Pero sin duda, Ciudadanos, aquella formación naranja que vivió durante algún tiempo de generar ruido, y solamente eso, todavía tiene algo de espacio en Europa, donde sus eurodiputados centran sus acciones en lo de siempre: perseguir a los independentistas como sea, incluso haciendo el ridículo (como suele ser en la mayoría de los casos). Cinco años después de que Puigdemont y los exiliados llegasen a Bruselas, cuatro años después de que ocupasen sus escaños en el Parlamento Europeo, ahora se reabre el falso debate sobre si son o no europarlamentarios. 

España, con la respuesta de la JEC, viene a demostrar una vez más que vive en su realidad paralela y que es capaz de sostener que el gato dentro de la caja está vivo y muerto a la vez (aunque todos veamos que el gato está vivo en su interior en este caso). España, que no quiere escuchar ni ver los sutiles toques que le han venido dando, como últimamente desde el Consejo de Europa, al confirmar que la defensa pacífica de la independencia de un territorio dentro de la UE debe estar amparada y protegida por los derechos fundamentales: especialmente el de la libertad de expresión. España, que sigue con esa doble moral, encarnada perfectamente en el gobierno del PSOE, que, por un lado mantiene contactos y negocia con Puigdemont, y por otro, asegura al PP que no modificará el delito de sedición, mientras su presidente del Gobierno se llena la boca asegurando todo lo contrario. 

Esa falta de coherencia, de honestidad, de compromiso con los principios y valores que configuraron Europa, y la falta de contundencia de los distintos actores institucionales, es la esencia de la debilidad que tanto preocupa ahora y que es necesario reconstruir: el camino a la democracia. Para Europa es básico recuperarlo. Para España, es esencial comenzar a transitarlo. Pasado el tiempo, seguramente se agradezca a los catalanes la oportunidad de poner negro sobre blanco la respuesta a preguntas que, ya simplemente por el hecho de hacerse, denotan el vacío deshonesto en el que vivimos.