Mientras reiteramos a modo de mantras frases huecas sobre conceptos cuya consecución sería deseable como la soberanía energética y la soberanía alimentaria, la realidad es tozuda: España importa el 68% de la energía que consume, ha cerrado todas sus minas de carbón menos una, planea cerrar todas sus nucleares y media Europa nos adelanta en desarrollos de energía eólica marina. Otro dato, este sobre agricultura, debería activar todas las alarmas y es el referido a la edad de los agricultores. En la UE, el 58% tiene más de 55 años.
En España, peor
En España, la edad media del agricultor activo era a finales de 2022 de 61,4 años. Al tiempo, los menores de 35 años no representaban en el sector ni siquiera el 15%, ya que se quedó en un 14,82%. En 2017, eso sí, la situación eran peor aún: los menores de 35 en el campo español eran todavía menos: un 14%. Los datos de Catalunya no son mejores: En Girona, el 62% tiene más de 55 años y, en Tarragona y en Lleida, el 70% y el 65%. En Barcelona, curiosamente, las cifras no son peores: han cumplido 55 años el 63% de los agricultores activos. Los datos proceden de Instituto Nacional de Estadística.
Relevo generacional
Desde la Comisión de Agricultura del Parlamento Europeo se prepara estos meses un informe sobre relevo generacional, pero la coordinadora del proyecto, la eurodiputada portuguesa Isabel Carvalhais, advierte ya de un hecho: los datos sociodemográficos de los agricultores europeos representan “una amenaza para la seguridad alimentaria y el modelo de explotaciones familiares”. Soluciones como los desarrollos agrovoltaicos, que permiten diversificar las fuentes de ingresos, quizá sean una solución. Mientras, películas como As Bestas o Alcarràs, nos hablan de una realidad indiscutible: algo pasa en el campo, porque quienes allí viven siguen pensando demasiado a menudo que la mejor solución es largarse de allí cuanto antes.
