Fue, si no recuerdo mal, una de las primeras Nocheviejas de las que mi hijo fue consciente y acabamos todos en Urgencias. Al sujeto -que andaba bastante suelto pese a su corta edad- le dio por balancearse más de la cuenta sobre un butacón que había y, sin que nadie supiera muy bien cómo, acabó con un corte pavorosamente sangrante en una ceja. De casta le venía, porque en otras Navidades quien llevó a toda su familia de entonces a Urgencias fue el que suscribe -bueno, él y su abuelo Donato, que hacía de torero- después de atravesar el cristal de la puerta del pasillo mientras jugaba a los toros en el comedor. Todo esto, más allá del puro ejercicio de rememoración de desgracias navideñas, viene a cuenta de algo que muchas veces se nos olvida: además de turrones, decoraciones y similares, en estas fechas conviene también acordarse de preparar un botiquín como Dios manda.

Hasta 180.000 percances
Mis desgracias, por lo que veo, no son cosa rara porque los más afamados expertos en primeros auxilios -el 112, vaya- certifican que durante los días navideños se producen hasta 180.000 desgracias similares a las que más arriba les relataba en sus casas, en la mía y en las de nuestros vecinos. Pasa, la verdad, de todo: desde cristales que se rompen a caídas, electrocuciones varias, atragantamientos, pequeños incendios y hasta peleas, porque no será la primera vez que una cena familiar acaba con un par de comensales con un ojo a la virulé y una sufrida madre, abuela o tía en el suelo con un sofoco y llorando. El botiquín, claro está, es imprescindible.
¿Qué debe incluir?
Desde el Consejo General de Colegios Farmacéuticos son categóricos: analgésicos, antitérmicos, antidiarreicos, antiácidos, antihistamínicos, antiflatulencias, suero oral, antiinflamatorios y pomadas para las quemaduras. Por supuesto, también hacen falta vendas, tiritas, gasas, tobilleras, algodón, esparadrapo, suturas quirúrgicas, una cinta de goma, guantes estériles, tijeras, termómetros, antisépticos – Betadine, que la Mercromina la desaconsejan – y alcohol. Con todo eso, en principio, se podrá hacer frente a cualquier pequeña desgracia pero, lo mejor, no va dentro del botiquín y es lo de verdad importante: el sentido común.